viernes, 28 de octubre de 2011

Especial Halloween (II)

Los muros estaban cubiertos te musgo y hiedra, crecidos desproporcionadamente en el lapso de tiempo que había pasado desde su abandono. Las puertas de hierro forjado que separaban el jardín de la calle estaban fuera de sitio y se podía entrar sin apenas tener que agacharse siquiera, pese a ello, nadie había pisado el recinto desde hacía años, nada mas acercarse a la entrada la sensación de amenaza ominosa se adueñaba del visitante, ahuyentándolo sin remedio.

El jardín estaba tan descuidado como cabía esperar, la hierba había crecido alta y salvaje, los arbustos se retorcían de formas que evocaban sufrimiento y prometían dolor, Clara se estremeció y siguió caminando. El cielo estaba cubierto de nubes tormentosas, como años atrás, pero esta vez la amenaza de lluvia no ofrecía paz ni libertad, sino olvido.

Se detuvo ante el edificio principal, las paredes crujían y se doblaban sin cesar, ondulándose lentamente. Las antaño blancas paredes eran ahora grises y desconchadas, parecía que gemían lastimeras suplicando piedad y un hálito frío, casi gélido se vertía al exterior desde las puertas principales, las cuales colgaban de los goznes. Clara suspiró profundamente tratando de calmarse y de reunir valor, había llegado más lejos que nunca y no debía pararse aquí, pensó en lo que haría Miles en su situación y supo que él ya estaría dentro… pero se sentía aterrada solo pensando en atravesar nuevamente los viejos pasillos, escuchando los gritos de los espíritus condenados a vagar por siempre dominados por su locura, cómo sus ensoñaciones febriles habían azotado su mente durante años.

Aquél lugar había sido de todo menos acogedor, no había sentido seguridad ni quietud en ningún momento, siempre alerta, siempre a la defensiva y evocar todo eso la hacía sentir de nuevo indefensa. Sacudió la cabeza y suspiró una vez más, cerró los ojos con un gesto de repulsión y avanzó los pasos necesarios para entrar en el edificio.

Dentro solo había oscuridad al principio, los ojos de Clara tardaron en acostumbrarse a la penumbra. El polvo se había acumulado con los años, incontables arañas habían tejido sus redes aquí y allá, sentía frío, un frío antinatural y desagradable.

Poco a poco los vio, decenas de espíritus caminaban arriba y abajo, llevando a cabo las tareas que habían hecho en vida, reconoció a alguno de los celadores y también de las enfermeras, pese a las heridas que les habían arrancado sus vidas. Los espíritus no se percataron de su presencia.

De los pasillos llegaban gritos y gemidos familiares, de los pacientes caídos y entonces oyó otros gritos, estos de pavor, los espíritus se volvieron hacia uno de los pasillos desde donde algunas enfermeras cubiertas de sangre salían corriendo. Cundió el pánico y quisieron salir, pero las puertas no se abrían y las ventanas no se rompían, una risa cruel resonaba en el edificio.

Varios pacientes y enfermeros salieron detrás de las enfermeras, atacando a los demás que se apiñaban en las puertas, pronto el griterío se generalizó en todo el edificio y se atacaban unos a otros hasta que no quedó nadie en pié… y vuelta a empezar, parecían condenadas a repetir los últimos instantes de sus vidas.

- Ellos no son culpables –gritó Clara, llorosa, comprendiendo la dimensión del sufrimiento que ésos espíritus padecían- ¿Por qué?

Al principio todo se paralizó, luego poco a poco todos los espíritus se volvieron hacia ella y dirigieron sus miradas vacías y alzaron una mano señalándola acusadores, al unísono todos los espíritus pronunciaron las mismas palabras, como un siseo que ganaba fuerza.

- ¡Por ti!

Clara ya se esperaba algo parecido, pero por mucho que se había intentado preparar, el golpe siguió siendo excesivo, cayó de rodillas respirando agitada, la risa volvió a resonar en el edificio.

- Por ti… por ti… por ti… - Los espíritus inmóviles pronunciaban sin cesar esas palabras en una suerte de letanía oscura.

Pasó cerca de una hora así, buscando fuerzas para levantarse, pensó en los demás, Haxor, Dís, Miles… en todo lo que había vivido desde que escapó de este infierno, poco a poco recuperó la calma y se levantó, ignorando a los espíritus que la miraban. Notó como la hostilidad de éstos crecía por momentos y supo que no saldría de allí, pero tenía algo que hacer.

- Estúpida, has venido para corregir tu error. –se dijo entre dientes.

Sacó un fetiche de su bolsillo y se concentró en él, pronto la magia se mostró ahuyentando a los espíritus que gemían y huían. Enarboló el fetiche mientras se encaminó hacia el ala derecha, donde ella había estado años atrás, tenía que encontrarle.

- Por ti… Por ti… Por ti….

El ala no había cambiado mucho desde que se fue, solo más polvo y más oscura, los pasos de Clara reverberaban en los pasillos, fue hasta su habitación, donde había compartido habitación con otras pacientes, abrió la puerta sin estar preparada para lo que vio; en las camas, en todas y cada una de las camas, había tumbado el espíritu de una niña, todas con el cuello cortado y todas la seguían con la mirada, la habitación estaba llena de sangre y apestaba a putrefacción, no pudo evitar vomitar.

- Por ti… Por ti… Por ti…

Salió corriendo con lagrimas en los ojos y la boca pastosa, estaba a punto de sufrir un ataque de ansiedad, se paró cerca de un rincón que le había servido de escondite. Una niña estaba ahí, de pié, mirándola mientras ladeaba la cabeza, apenas tendría 4 o 5 años, rubita, con trenzas y parecía mantener aun algo de calidez en la piel.

- No… -Clara sentía como las fuerzas la abandonaban de nuevo.

La niña tenía una espantosa herida que le cruzaba el pecho.

- ¿Has visto mi peluche? – la voz de la niña rezumaba inocencia y angustia. – Lo he perdido, el hombre oscuro se enfadará, él me lo regaló.

- ¿E-el hombre oscuro? – Clara miró a su alrededor y vio un bulto de trapo en un rincón, se acercó y vio que era un peluche con forma de mujer, el pelo rojo, la piel blanca, se estremeció reconociéndose, lo cogió.

La niña gritó a su espalda, era una especie de alarido ensordecedor que provocó que varios cristales de las ventanas cercanas se resquebrajaran y rompieran. Clara se tapó los oídos y dejó caer el peluche mientras se giraba para mirar a la niña.

Pelo negro, ojos negros, labios negros, la piel blanca como el yeso, los dientes puntiagudos, gritaba provocando que se mareara, tosió. La niña no dejaba de gritar, Clara tuvo que alzar el fetiche y haciendo acopio de todo su valor ordenó al espíritu que se marchara.

Las voluntades de la maga y el espíritu chocaron y pelearon durante un instante que pareció eterno, finalmente el espíritu cedió y desapareció, Clara resbaló por la pared hasta quedar sentada en el suelo, exhausta.

- Por ti… Por ti… Por ti…

Miró por donde había venido, los espíritus se iban concentrando en el fondo y la miraban sin parar de acusarla, tampoco dejaban de señalarla y se acercaban, notó la hostilidad de los espíritus y supo que si la alcanzaban, no tendría escapatoria ni esperanza, un rayo iluminó sus caras.

Se levantó trabajosamente y volvió a correr, hacia las escaleras, de los diferentes pasillos iban saliendo nuevos espíritus, solo podía seguir subiendo. Alcanzó la puerta de la azotea, pero no se abría, desesperada golpeó con furia la puerta, no se movió. Los espíritus subían, lentos pero incansables.

Clara apoyó la espalda en la puerta, resignada a unirse al coro del olvido.

Se acercaban.

- Por ti… por ti… por ti…

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