jueves, 25 de octubre de 2012

La voz del mar

Volvemos a las andadas, el relato para reiniciar la actividad del blog iba a ser otro, pero este ha sido un arranque y ahora no puedo evitar ponerlo por aquí, no me entretengo más, espero que os guste.


***


La sal en el aire, el canto de las olas, la brisa húmeda y el sol poniente reflejándose anaranjado sobre el agua en constante movimiento. Observaba las aguas con intensidad, olvidandolo todo por unos minutos. Era hipnótico aquel vaivén, amaba el mar y unas pocas veces lo había surcado. La sensación de pequeñez ante la inmensidad, ante un horizonte infinito, era sobrecogedora y permanecía sentado sobre las rocas en absorta contemplación, preguntándose que había más allá de aquella inmensidad azul y si quería realmente descubrirlo.

Los más prosaicos habrían dicho de él que tenía sangre en las venas, pero era una absurdidad que se limitaba al campo físico, insuficiente para describir lo que era realmente. El mar y su alma eran uno, su espíritu era una extensión más de aquél mundo, profundo, insondable, salvaje. Se le erizaba el pelo cuando la tempestad arreciaba, y la saludaba. Mientras se sentaba sobre aquellas rocas, se erguía tan alto como era, mostrando una majestad que el resto del tiempo permanecía oculta. Era allí, en la soledad de aquella cala olvidada cuando él se podía mostrar, sin saberlo, tal y como era. Alto, orgulloso, un misterio incomprensible hondo como el lecho marino. Si alguien lo hubiera visto, habría pensado que se trataba de algún noble caballero venido del pasado, pero no había nadie y el deber le llamaba, una vez más, devolviéndole a la cruda y fría realidad.

Se levantaba lenta y pesadamente, asqueado con la idea de alejarse, pero inevitable era para él. Deshacía sus pasos y volvía hacia la civilización y toda la grandeza y majestad se perdía a medida que se internaba en las calles de la ciudad. Se encorvaba de nuevo, la vista caía pesadamente centrándose en el suelo, en el rostro desaparecía la mirada intensa para ser substituida por una mirada triste y desinteresada, caían las comisuras de los labios hasta formar una expresión amarga y sola.

Sólo ante el mar sus ojos y su rostro dejaba traslucir la verdad, el resto del tiempo era uno más, uno que no destacaba en la multitud y que no llamaba la atención de nadie. Infeliz volvía a su monótono trabajo y día tras día añoraba el mar, hasta que convirtió en una rutina el ir a aquella cala una vez a la semana, buscando y encontrando paz en el desconsolado vacío.

Como por arte de magia, poco a poco el mar y él sintonizaban, en aquella cala las aguas se agitaban en su ausencia y se calmaban sólo para él, o eso quería creer. Poco a poco empezó a hablar a las aguas, primero en susurros y con miedo a ser escuchado, pero poco a poco, sintiéndose como un loco, fue hablando con más y más fuerza contándole todo lo que había en su interior, todo eso que no podía contar en otro lugar y que lastraba ánimo hundiéndolo a las simas donde no alcanzaba la luz.

Otras veces se limitaba a escuchar la canción del mar. Con el paso de las semanas, salvo unas pocas que, por enfermedad, no pudo ir, empezó a pensar qué instrumento podía imitar la gloria de esa canción y se frustraba al no encontrar ningún instrumento que fuera perfecto. Casi lloró cuando se dió cuenta de que ya había rechazado todos los instrumentos que había conocido y miró derrotado al horizonte, dónde una tempestad lejana difuminaba con su cortina de lluvia la puesta de sol. Así fue como empezó a cantar.

Nadie le había enseñado nunca a cantar, ni había practicado ni entrenado su voz, era tosco, muchas veces se quedaba sin aire y rompía abruptamente el canto para recobrar el aliento, pero era hermoso, casi primitivo, pero hermoso. La voz se le quebraba a menudo y, al ser incapaz de alzar las notas, se limitaba a su registro de graves, resultando ser idóneo para cantarle al mar.

Solo en aquella cala cuando llego el otoño, y también cuando llegó el invierno, día tras día y estación tras estación, allí estaba él, enamorado de aquello que jamás podría corresponderle, pero era feliz a su manera, pues la paz le ganaba en esos momentos, el mar siempre iba a estar ahí y allí estaría cuando él ya no.
El leve crujido de la arena lo sacó de su ensoñación y se volvió bruscamente hacia la fuente del sonido, en actitud defensiva y en absoluto silencio, pese a llevar cantando horas. Una joven se le acercaba, vestida con tonos azules y verdes y una larga melena oscura como las algas que ondeaba mecida por el viento, aquél movimiento era casi tan hipnótico como el vaivén de las olas. Ella no dijo nada, se sentó a unas pocas rocas de distancia y suspiró, sumiéndose en una contemplación similar a la suya.

Durante varias semanas la situación se repitió, solo que ambos se sentaban cada vez más cerca, no tuvo que pasar mucho tiempo antes de que él volviera a cantar, pues contener su canción era como tratar de contener la marea y como la marea subía y bajaba la canción. Al poco ella se unió al canto y su voz consiguió que él callara. La interrupción sorprendió a la joven y lo miró, avergonzada, temerosa de haber hecho algo malo.

  • Yo no... - fluía como la corriente en el mar.
  • No temas.. no es nada... llevaba meses buscando la voz del mar. - repuso él, tosco y grave. - No esperaba encontrarla ya.

Ella se sonrojó, se unieron en un silencioso suspiro mientras miraban el mar. No necesitaron coordinarse, las olas marcaban el ritmo y la canción se elevó, impregnando el aire de esa tarde lluviosa. La lluvia capturó la melodía y la hundió en el mar, aún se puede oir allí, si se escucha bien.

Desde aquél día iban y venian los dos juntos y mientras estaban juntos parecían príncipes, pues en ellos estaba el mar y ambos lo amaban sobre todas las cosas. Tardaron días en darse cuenta de que, pese a haberse contado y cantado todo lo que ocultaban sus almas, no se habían dicho los nombres, la voz y el son del océano. Celebraron su unión frente al mar, solos, ajenos a cualquier otro y ese día el mar les sonrió.

domingo, 14 de octubre de 2012

Volvemos al tajo

Saludos durmientes y no tan durmientes,

Magi in Tenebras pronto volverá a su actividad, con nuevos relatos y aventuras tras este largo parón ajeno en gran medida a mi voluntad.

Muy pronto volveré a tener unos horarios estables y tiempo para dedicar a la escritura de relatos que realmente valgan la pena vuestro tiempo, algo de lo que carecía a lo largo de este verano ya que, aunque hubiera podido seguir publicando, habrían sido relatos apresurados, sin el detalle ni el esmero necesarios.

Aunque volvemos, Vorágine (la segunda parte de la historia de nuestros magos isleños) tardará más en volver, varias circunstancias me impelen a cambiar buena parte de su argumento y de reestructurarlo, entre tanto y para saciar mi ansia de escribir (y ojalá la vuestra de leer) iré posteando relatos mas o menos largos, historias que nada tienen que ver con nuestros magos y que pueden tratar de casi cualquier cosa... espero que os gusten y sorprendan.

Dicho todo esto, agradeceros la paciencia que habeis tenido y...

Bienvenidos de nuevo a las tinieblas ^^

viernes, 31 de agosto de 2012

Colaboración: La historia que jamas debió ser contada y menos aún escrita

Buenas tardes,

no es una interrupción de mis vacaciones forzosas debido al trabajo, sino una colaboración de un amigo del que hemos visto algunas ilustraciones. En efecto, me refiero a Marc Reynés Ferrá.

Aviso antes de que empecéis a leer, es una historia algo bizarra (en el sentido inglés de la palabra) y un tanto explícita, abstenerse cardíacos y puritanos ^^

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Era se una vez... No, no, no. Así no debería empezar... ¡La historia que  jamas debió ser contada y menos aún escrita!

Esta historia empieza en una isla rodeada de agua por todos lados. Si, esta es así de molona, hay islas rodeadas de fuego, otras rodeadas de innumerables hordas barbaras y de hordas afeitadas también, pero esta en concreto esta rodeada de agua. Claro, uno dirá que el agua es algo normal, que solo moja, a lo sumo te provocara un catarro. Eso, mis muy queridos señores, es una soberana sandez: El agua es realmente aterradora, toda llena de pececitos y no tan citos. Ahí, correteando sin control, ni señales de tráfico. Claro, podríamos poner un guardia para que dirigiera el trafico, pero los peces no tan citos se lo comerían... De hecho, eso ya pasó, pero fue en otra historia que iba sobre una sirena, un príncipe y un cangrejo que cantaba reguetón.

El agua que rodea esta isla en concreto es terriblemente puñetera: esta llena de monstruos, unos mas feos que otros, pero todos con muy mala leche; de eso podemos estar seguros. Algunos tienen grandes dientes, afilados como espadas. Capaces de atravesar cualquier armadura (menos las de molonio), otros tienen bocas tan grandes que se pueden tragar un barco, tentáculos, bigotes, cipotes y cualquier otra cosa que te puedas imaginar y que sacada de tamaño es aberrante y arrancaría un “UI UI UI” a las señoras mayores. Vamos, una cantera de perversión para los dibujantes de Hentai.

La isla también tiene su provisión de criaturas raras, mágicas y normales. Si, aquí tenemos criaturas normales. Sé que es raro, pero a veces pasa.

En esta roca en medio de un mar infestado de seres con dudosas intenciones vive un muchacho mas bien tirando a no muy alto, pelo largo de esos que se ondean al viento, castaño brillante... en definitiva un pelo pantén. Es aguerrido y majete. Uno de esos chicos que se podría decir que es un buen partido.

Lástima de sus amigos, que estropean el cuadro. Todos unos auténticos trols, no de esos de puente, esos son molones, ya que cuidan los puentes y los mantienen limpios... No, mas bien son de esos otros, si de esos que estas pensando, ¿a que es desagradable? Solo de pensarlo a uno se le revuelven las entrañas.

Nuestro muchacho que se llama Raül Mira Un Mico (cualquier parecido con la realidad es meramente coincidencia). Sufría de calenturas, eran muy graves. Todo el día por ahí con la cimbrel al aire, porque se le prendía fuego. El médico local no sabía como solucionar esos ataques de polla – inflamable - espontanea. (Lo llamaremos la enfermedad de la PIXA). Como sufría de un caso de PIXA muy grave, no quedó más remedio que ir al mago de la corte y eso planteaba un problema: La corte estaba rodeada de una horda de pijus y petardus lame culienses desde hacia ya unos años.

Toda la información que salia de la corte era enviada por palomas de mensajería rápida y, para que no las interceptaran, las pintaban de rojo para disimular un poco. Estaréis pensando, que pintarlas de rojo no es que disimule mucho, pero si tenemos en cuenta que desde que los pijus y los petardus rodean el castillo todo buen metalero que se precie se dedica a machacar cráneos por esos lares y, entonces, el rojo si que disimula un poco.

La cuestión es que Raul Mira Un Mico tenia que ir a la corte y aunque sus amigos eran unos Trols de “esos” eran leales y, como no, se apuntaban a cualquier bombardeo que implicara machacar unos cráneos, beber la sangre de los muertos, mear en las heridas de sus enemigos, sorber sesos por la oreja con una pajita, mostrar el culo en publico de forma totalmente gratuita... Vamos, liarla parda en general, y dijeron.

- Nosotros invitamos, pero tu pagas.- Y dicho eso cogieron sus armas y unos bocadillos de sobrasada. Y para allá se fueron. Seis eran y con Raul Mira Un Mico siete.

El feroz y despiadado Gabriel el Fresco, que con su espada de +5 al ego rebanaba a sus rivales como si fueran filetes de ternera de kobe. Don Daniel De Moránjias, que aprendió en una lejana tierra el misterioso arte mortal de la pasividad: Con una simple mirada te dejaba apasitivado y, si eso no funcionaba, un buen golpe de porra finiquitaba el asunto. Victoria de Rosi (No, no es pariente del famoso motorista)... ¿qué decir de ella? si no te aniquilaba su impactante pechonalidad lo hacia su revés de mano. ¡Cuantas cabezas habían saltado de sus hombros con ese revés!. Toni Güip mortal con sus cigarrillos, quema los ojos a la velocidad del rayo y con su hacha-mechero te corta y te prende fuego. Juanjo Maximus no lucha, hace que el resto luche por él, eso es cierto y no es una mentira como el resto de esta historia y, por último, esta Eso o Yo, dicho sea de paso. Eso es yo: MarcGote, grande, peludo, parecido a un oso, tan tonto como un goblin con diarrea mental pero buen tio en general. El y su poderoso lápiz de minas de grafito +7 que sirve tanto para pinchar como para pintar, no tienen rival en el campo de batalla.

Armados con nada más que su valor y un montón de armas, todas ellas ilegales, se enfrentaron a los temibles Pijus y Petardus lame Culenses. Podría explayarme con todo lujo de detalles sobre como transcurrió la batalla0 pero fue tan atroz que seguramente vuestro ordenador se marearía y echaría la pota sobre el teclado. Vosotros al leer tal carnicería os sacaríais los ojos y luego echaríais la pota y cuando entraran a socorreros, también echarían la pota. Para ahorrarnos tal disgusto, tan solo daré el recuento de bajas.

La cuenta ascendió a 200 decapitados, 134 aplastados, 45 licuados, 533 suicidados (si, lanzarse de cabeza contra las espadas y hachas no cuenta como muerte, eso es suicidio) 25 combustiones espontaneas, 25 combustiones no tan espontaneas y una muerte por aburrimiento. La cuenta de los heridos asciende a dos, un gnomo que pasaba por ahí y la piedra que le tiré a la cabeza. La piedra se recupera satisfactoriamente en la sala de curas del hospital de campaña. El gnomo no se espera que pase de la cena de esta noche (él es la cena, por si no os a quedado claro).

Una vez se abrieron camino hasta el castillo y después de haber saqueado las bodegas y la despensa, haber provocado la depresión que acabó con el suicido del Rey, el embarazo y posterior aborto del bastardo de la Reina, haber cometido actos carnales, en publico, con las princesas de la corte y todos ellos no aptos para menores de 18 y sólo para aquellos más enfermos, tras haber sodomizado al heredero al trono con un espetec de picha de elefante de quince kilos y haber marcado con profundo trauma a toda la corte para el resto de su vida y varias de sus reencarnaciones. Llegaron al MAGO.

Este era un tipo bajito, brazos y piernas cortitas. Pelo marrón, negro y blanco, orejas largas, cráneo estirado, piel colgante y un hocico húmedo. Que andaba a cuatro patas, fregando sus huevos por el suelo y que solo decía  ¡ Guaf !. Y cada vez que decía ¡ Guaf ! Parecía que se moría un poquito más. Pero ni con todas esas cualidades tan poco humanas, no había duda que detrás de esos ojos pequeños, negros y lagrimosos había, en alguna parte, la mayor de las inteligencias jamás existidas en este absurdo mundo.

MarGote, que soy yo, Se ofreció voluntario, a traducir al gran mago Hunter. Ya que según Yo compartíamos algún ancestro en común.

Después de unas largas deliberaciones, haberse olido el culo mutuamente, fumarse unos petas y tomarse unos hongos. Esta era la profecía o receta para curar el mal del PIXA que sufría Raul Mira Un Mico.

Cojerás un bote y con el cruzarás el mar. Llegarás a una extraña tierra donde hay un montón de gente rara. A la que tu podrás entender, pero ellos a ti no. Desde allí tirarás pal monte. Muy al Norte, pero sin cruzar la frontera, encontraras unas gentes con muchos huevos, grandes y fuertotes. Pues no les molestes, que igual te llevas un susto. Entonces tu me sigues por ahí, por donde están los picos. Hasta que llegues a un sitio llamado Ligateunpie. Cuando encuentres una montaña con un unicornio rosa, siempre y cuando este nevada meterás tu churra en ella y tus calenturas te desaparecerán. Ah! Si y encontraras el amor. O algo parecido.

Dicha esta profecía tan poco profética y poco clara Hunter, se tumbó en el suelo y ahí se quedo... Dormido. (Hunter siempre te recordare fregando tus pelotas por el suelo, se te hecha de menos.)

Raul Mira Un Mico se armó de valor. Se subió a la primera barca que encontró, que por desgracia o por buena suerte era de unos narcotraficantes y estaba cargada hasta los topes de las mágicas Athelas, la hierba  de los reyes (Esto es de Fustons, pero me mola). Empezó su viaje, no sin antes haberse puesto hasta las enaguas de Athelas, él y sus colegas pues este era un viaje para uno solo.

Los monstruos marinos, no tardaron en acudir a la barca. Pues el humo que desprendía las Atelas al arder, atraía estos, como una mosca a una boñiga de esas redonditas y apestosas, que calentarían a uno en una noche fría. Suerte tuvo de que el cargamento fuera abundante. Hechando parte por la borda consiguió que le dejaran en paz o al menos que dejaran de toquetearlo. Hay monstruos muy sobones por estas aguas como por ejemplo el calamar de siete brazos. Le gusta acariciarse contra la gente, tanto que los mata por sobre exposición al sobeo. Tuvo que luchar por su vida y por su virginidad anal, pues se encontró a unos piratas. Que como todos sabemos la vida en el mar, es muy dura y solitaria y el roce hace el cariño. Y estos piratas en concreto, llevaban demasiado tiempo rozándose entre si.

Al ver su melena ondear al viento con su torso desnudo. Como era de esperar, quisieron acostarse con el antes incluso de tener su primera cita. Pero como por citas, Raul Mira Un Mico tenia una de muy importante. Que le esperaba por ahí, muy al Norte. Pocas ganas tenia de quedarse. Usando su hacha mata mucho, hizo lo ultimo que se hubieran imaginado esos piratas. Con golpes certeros y movimientos ágiles, esquivo toda cuanto mano le intento tocar. En un tris, tubo todas sus manos a sus pies. Pues todas hubo de cercenar. Incluso las del mono que era la mascota de la tripulación.  Y ya que se había manchado los pantalones con la sangre de los piratas, y no tenia nada mejor que hacer. Aprovecho para hundir su barco. Dejando los como cebo para los monstruos y así poder arribar a buen puerto.

Despuntaba el sol por el horizonte cuando por fin llegó a tierra. Catalonia era esa tierra y desde luego a ellos les podía entender perfectamente. Pero cada vez que intentaba, preguntar alguna indicación ellos le decían. “O em parles en Cataloni o no tentengu. Merci.” Desde luego esa era una tierra extraña. Con los cojones llenos de tanto Merci de las narices, decidió tirar  para el norte pero sin cruzar la frontera. Apunto estuvo de hacerlo pero un armario verde, dotado de piernas y brazos y una cabeza en forma de seta, por adorno le dio el alto. Diciendo que sin papeles no se podia pasar.

La suerte le saludó al encontrarse un pastor de piedras. Aunque no lo parezca, pastorear piedras es un trabajo para hombres aguerridos. Hay que tenerlas bien vigiladas, se sabe de rebaños que se han desmadrado y han rodado colina abajo destrozando pueblos enteros. Si señor, el trabajo de pastor de piedras es muy importante. El susodicho pastor estaba devolviendo un peñasco que se había escapado del rebaño.

- Disculpe buen pastor.- Dijo Raul Mira Un Mico.- Sabría usted indicarme el camino a Ligateunpie.

- Ñaa ño ñas ñuy ñes eñañiñaño.- Como podréis comprobar, este buen pastor hablaba un dialecto poco conocido que es el Ñazco. A día de hoy casi nadie lo habla.- ñira ñesña ñusño añajo.

Y cierto era como dijo el buen pastor, Ligateunpie estaba justo por ahí. Bueno decir que estaba justo ahí era ser un poco inconcreto. Mas  bien estaba dando saltitos por ahí. Ligateunpie no era un pueblo era el nombre del dragon donde habitaba un pueblo. Un dragon dicho sea de paso, bueno lo que mejor lo define es JODIDAMENTE GRANDE. De la cabeza a la cola, devia medir unos 200 metros. No tenia a las y desde luego no parecía muy rápido. En su chepa, crecían media docena de casas. Algunas tejas se desprendían de los tejados cada vez que el dragón daba un pequeño saltito. En todo él no había nada que uno pudiera decir que diera terror o pavor o canguele. Ni siquiera su pavoroso tamaño. Salvo una, una sola cosa que haría temblar de pavor al mas valiente... porque ese dragón era de color FUXIA. No podía ser marrón o rojo, como los dragones normales de toda la vida de esos que cualquier héroe que se precie a matado alguna que otra vez. No, no, ese dragón tenia que ser fuxia, ese color que no se sabe muy bien que es pero que te entran arcadas de solo mirarlo.

Todo eso hizo que Raul Mira Un Mico cayera de culo pues desde luego el no había visto nada semejante, en toda su vida ni si quiera aquella vez que MarGote, osea, Yo le dio una pizza con tripis muy poco disimulados, cortados como champiñones, pero muy apetecibles. El mago Hunter no le había dicho nada de eso. Y ahora que, se tenia que poner a buscar un unicornio rosa en una montaña nevada. Pero que mierda de profecía es esa. Pero que mierda de dragón Fuxia es ese. Pero que mierda de moza pelirroja, parcialmete desnuda esta saltando por ahí jugueteando con el dragón. Pero que mierda...

EEEEE para el carro narrador. ¡¿Has dicho una moza pelirroja semi desnuda?!
Si, claro, pero eso no es importante. Tienes que curarte de la PIXA
PELIRROJA SEMI DESNUDA. QUE LE DEN POR CULO AL UNICORNIO.

Raul Mira Un Mico se levantó de un salto, se colocó la armadura que le que acababa de regalar la dama del lago (Sí, se encontró con una dama del lago, tuvieron algo de porno y le dio una armadura, porque a mi me da la gana) Sacó su hacha y corrió colina abajo para salvar a la doncella, pelirroja, parcialmente desnuda. Pero el destino es caprichoso y una bandada de pájaros verdes que decían "NI" se cruzo en su camino. Haciéndole perder el equilibrio y tropezar con un peñasco que descansaba plácidamente en el suelo.  El resto de la colina la hizo dando vueltas y rebotando por varios pedruscos y provocando la ira del pastor de piedras, pues le estaba desbaratando su rebaño.

Unos minutos después y un montón de moratones y heridas, de esas que ponen húmedas a las nenas después (Se ponen húmedas porque lloran del susto y sufren el mal ajeno, no penséis que esto solo trata de sexo) aterrizó de bruces en un arbusto, que le esperaba con las ramas abiertas para parar su caída. (Era un buen arbusto, hasta el incidente del 75, pero eso es otra historia) con tan mala suerte, que su hacha salió disparada por los cielos, matando unos pocos pájaros NI, dicho sea de paso. Esta rebotó en una de las escamas del dragón, arrancando unas pocas esquirlas. Cayendo por fin a los pies de la doncella pelirroja parcialmente desnuda y cortándole un mechón de su melena.

Ella se acerco a él. En una mano llevaba el hacha y en la otra el mechón de pelo. Miro a nuestro destartalado héroe de arriba a bajo y dijo:

- Soy Ligeresa Coagula .-  Acto seguido le propino un soberano sopapo con la parte plana del hacha que lo hizo volar varios metros.

Raul Mira Un Mico estaba hecho unos zorros, sangraba por diversos sitios donde no es recomendable sangrar. Tenia un par de articulaciones nuevas y unos pocos dientes de menos. Pero estaba enamorado.

Bueno y así termina la historia, espero que os haya gustado niños... ¿Que? ¿como? ¿que no a terminado? Espera, espera, así nos falta la parte del sexo. Ejem... Perdón ahora me pongo a ello, las señoras del fondo tápense los oídos esto va a ser tremendo.

Al tercer día el sol salia por pura obligación, pues después de que Raul Mira Un Mico llegara a Ligateunpie y conociera a Ligeresa Coagula las palabras mas suaves que se habían oído, por todo el valle, habían sido... "Yiija", "¡oh, sí nena!" y algún que otro "dame". Todo estaba cubierto por un tufillo a pescado rancio y a requeson caducado. Nunca antes en la historia se habían visto semejantes actos sexuales. Esos tres días de pura pasión, sexo duro y mantequilla hicieron replantearse su sexualidad a más de un aldeano y a más de una cabra. Un par de piedras incluso decidieron convertirse en metamórficas. Se quemaron tres iglesias y una vaca parió un burro. La tasa per sexo de todo el continente, subió diez puntos y la tierra se desplazo dos grados al sur. Tan brutales fueran las embestidas que se daban el uno al otro.

Pero su tiempo de estar juntos se estaba agotando. Pues ella tenia mucho trabajo, con el dragón, que despues de estos dias el pobre tenia un trauma. Hay cosas que es mejor que no se vean por seres que tienen la mala costumbre de morir. Estas cosas marcan para siempre. Él tenía que regresar y el camino era largo. Se despidieron con un beso, que duro exactamente dos polvos y cuatro re-chupeteadas. Un día más tarde por fin partió. Sabiendo que se volverían a ver.

Bueno ahora si se termina. Se que muchos dirán que esta historia es falsa y una verdadera basura. Producida por un consumo excesivo de drogas y probablemente tengan razón. Pero en el fondo en el rincón mas oscuro y macarra de tu corazón sabes a ciencia cierta que es así como ocurrió y que por mucho que lo niegues, esta historia es mejor que la de verdad.

Ah, sí, se me olvidaba. Por algun extraño motivo o porque las dimensiones colisionaron de mala manera. Ligresa Coágula le pagó una ronda a un Tiranosaurio que no sabia muy bien lo que hacia.

Fin.

lunes, 16 de julio de 2012

Un villano real



Yo era pequeño,
Un joven zagal,
Inocente, tímido y puro

El hombre encorvado y deforme cantaba con una voz de tenor envidiable mientras se balanceaba de un lado a otro marcando el ritmo de la canción mientras alargó la última “u” con una sonrisa sàdica.

Los niños mayores
Eran muy malos
Siempre abusaban de mí
Pero entonces vi
¡Lo vi! ¿Que ví?

Golpeó al desdichado que tenía más cerca, que había intentado capturarlo junto con otros tres, con una fuerza brutal desplazándolo por el aire varios metros hasta que chocó violentamente contra la pared.

Vi mi futuro
Ancho y oscuro
Ser el Maestro del mal

En circunstancias normales su tendencia a alargar ciertas vocales, como la a de mal, habría resultado molesta, pero ante el despliegue de poder era no sólo inquietante, sino también aterrador.

Sus cuatro oponentes estaban malheridos, desperdigados por la vieja nave industrial. Se habían creído capaces de vencerle, pero le habían subestimado de tal manera que no podían hacer ya nada. Mientras tanto la canción continuaba.

Ellos me pegaban
y yo les podía
Aunque no quería
No sería un buen maestro de mal.

Dio varios saltitos como si bailara.

Yo lo que quiero
Lo que necesito
Es un héroe de verdad.
Pues el mundo yo conquistaré.
Pero no puedo mostrarme aún.
Necesito mi némesis para seguir.
Y esta muy mal, esta fatal,
Sin mérito humillar.

Paseó la mirada por los cuatro infelices.

Veréis mis pequeños,
La cosa está así,
Yo soy poderoso y busco a un par
Que mis planes pueda frustrar.
Yo soy el malo pero no tengo bueno
¿Qué mierda de historia
Esta será?
No sois ni la pálida sombra de mi poder.

Amplió la sonrisa enloquecida y llena de malícia.

Cierro los ojos
Y veo mil flores.
Su venganza llegará…
Por las cien rosas
Y los mil claveles
Que asesinado habéis.
La espina en la carne,
La sangre beben
Y nuevos esbirros tengo ya.

Cientos de flores de una especie indeterminada aparecieron alrededor de los cuatro fallidos captores enredándose y mordiendo sus brazos y piernas. Gritaban desesperados pero nadie les podía oír. Las flores fueron uniéndose hasta tomar formas vagamente humanoides que obedecían los designios de su amo.

Los pies les podía quemar,
La ropa podía arrancar,
Por la escalera hacerlos caer,
Pero no tenía mérito humillar.
Yo soy poderoso y ellos no,
¿Dónde está mi par?
Puedo haceros volar,
Puedo haceros cantar,
Mejor música que vuestros gritos
No habré de escuchar.
Pero no debo mostrarme
Pues no hay un héroe
Que frustre mis planes,
Que os de esperanzas
Y al final os habré de matar.

Los arrojó al aire haciéndoles chocar contra las paredes, los pies en llamas. Gritaron, de dolor y rabia, de desesperación. Sabían que iban a morir, pero aquél ser se ensañaba y no les dejaba partir.

Me llaman merodeador,
pero merodeado debería ser,
vienen a buscarme, me rondan sin tregua,
y creen que so merodeo
Equivocados  están,
no merodeo, yo tengo objetivo,
el mundo conquistar.

La canción tenía una cierta macabra solemnidad.

Ésta es mi historia,
Ahora la sabéis
Y ya me puedo marchar,
Apago las luces,
La voz en off,
¡Una risa malvada y adiós!
Los cuerpos inertes de los cuatro valientes cayeron pesadamente al suelo, ni una luz había ahora y en la lejanía solo se oía una risa hiriente.

lunes, 2 de julio de 2012

Mudanza (y II)


Schrödinger le siguió, la cabeza en alto y arqueando la espalda desafiante. Subieron al coche, un viejo Ford fiesta rojo y bastante cuidado, y salieron a la calle en dirección al puerto. Aquél era el principal motivo por el cual habían decidido ir por mar en vez de la comodidad de un vuelo rápido y barato. El coche, cargado con los últimos equipajes, resultaría necesario en la isla cuyo servicio de transporte público dejaba bastante que desear.

Aquél tipo de misiones eran especialmente engorrosas, rara vez conseguía mantener un trabajo durante más de medio año y aquella  inconstancia pasaba factura, especialmente en los tiempos que corrían. Sus ahorros se iban a ver severamente tocados ante aquella mudanza y, una vez más, se hallaría en el paro. Muchos considerarían que para un mago aquella circunstancia no debía ser realmente duradera, y si hubiera querido podría haber hecho que le contratasen de lo que él quisiera. Pero aquél uso de la magia era arriesgado e irresponsable, abusar de él podía atraer las atenciones de la tecnocracia más de lo deseado. Más aún teniendo en cuenta los hechos acaecidos en las islas.

No habían recibido informaciones claras, sólo una de las capillas isleñas había dado respuestas y lo había hecho de forma escueta. Muchos magos se habían enfrentado entre sí la misma noche bajo acusaciones de Infernalismo. Le correspondía a él realizar los debidos informes y comprobaciones, así como censar los magos existentes en las islas. También, y era la parte difícil de la misión, debía asegurarse de que el foco infernalista había sido erradicado y erradicarlo definitivamente, en caso de existir todavía. También debía evaluar el riesgo que representaba la actividad tecnocrática que, según los comunicados interceptados, era frenética en aquellos momentos.

Miró con cierta melancolía las calles de Barcelona mientras avanzaban hacia el puerto. Pese a no sentir especial aprecio por la gente, el lugar tenía un encanto que añoraría, siempre la añoraba. En el puerto, Schrödinger arañó, maulló y gritó al ver el mar, tratando de impedir el abordaje.

-          ¡Quieres matarme! – decía desesperado Schrö mientras trataba de escaparse de las manos de  – Esa cáscara de nuez se hundirá y nos ahogaremos todos, ¡VAMOS A MORIR!

-          ¡Cálmate de una vez, maldito gato! – Sanç consiguió atrapar a su familiar por el pellejo del cuello, quedando a salvo temporalmente de la acción de sus uñas. – No me obligues a dormirte.

-          No te atreverías – Schrödinger trató, en vano, de liberarse – ¡no te lo perdonaré nunca!

-          Ya está bien, no tenemos tiempo para esto – Sanç posó la mano libre sobre la cabeza del gato, el cual bufó – Hora de dormir, pequeñuelo.

Schrödinger se durmió en cuestión de segundos y Sanç aprovechó para colocarlo con sumo cuidado en el interior de la jaula para animales y la cerró. Sonrió, sabiendo que Schrödinger le haría la vida imposible durante una buena temporada para vengarse de aquellas ofensas. Por suerte no habría más problemas aquella noche. Subir el coche al ferry fue un trámite, acomodarse en las butacas una misión imposible. Se sentó junto a una de las ventanas del navío, alejado de los demás viajeros. Mirando a través del cristal mientras se alejaba lenta y perezosamente del muelle. Hasta que no salieron a mar abierto no notó el bamboleo de las olas.

Quizás por defecto profesional, no concilió el sueño en todo el trayecto. En un transporte como aquél estaba demasiado expuesto y no había posibilidad de escapar. Se pasó toda la noche en vela, atento y vigilante, controlando a los demás presentes hasta que sus respiraciones se hicieron pesadas y regulares para poder estirar las piernas paseando por cubierta. No le resultó complicado compensar el movimiento del barco para no desequilibrarse. Era un ferry estándar, con bodega de dos pisos para coches y camiones y luego otros tres o cuatro para el pasaje. Las puertas que daban a la cubierta exterior estaban cerradas por la noche, para evitar accidentes desafortunados. El trayecto, con todo, se completó sin novedades y Sanç se dirigió en coche hacia el que sería su nuevo hogar. Mientras esperaba en un semáforo en rojo despertó a Schrödinger y lo hizo callar ante la tromba de protestas indignadas.

El piso lo habían alquilado en una zona conocida como “S’Escorxador”, un barrio tranquilo y popular con multitud de servicios y buenas conexiones con el resto de la ciudad. Era también un barrio con alquileres asequibles. Al día siguiente empezaría a buscar trabajo y, a su vez, la búsqueda de magos tradicionales supervivientes y visitar las sedes de las diferentes capillas.
El edificio era un edificio como cualquier otro del barrio, construido entre las décadas de los setenta y ochenta, durante la segunda fase del crecimiento de la ciudad tras el boom turístico. Viviría en el ático de un edificio de cinco plantas, con ascensor. Los pasillos y el ascensor olían a lejía.

-          Un poco frío, el edificio, ¿no crees? – Schrödinger se había calmado a lo largo de los últimos minutos.

-          Es lo que nos podemos permitir. – repuso, taciturno, Sanç.

-          Si no digo que esté mal…

Sanç alcanzó la puerta del que iba a ser su piso, ya tenía la llave y la introdujo en el cerrojo. La puerta se abrió antes de que terminara de introducir la llave. Sanç se puso en guardia y le hizo un gesto a Schrödinger para que se quedara atrás.

El hermético abrió la puerta con cuidado y entró sigilosamente, avanzando por la casa despacio. No tardó mucho en llegar al salón, con una terraza de poco más de diez metros cuadrados. En ella había un hombre vestido de manera informal, con el pelo castaño corto, medía en torno a un metro setenta y se giró para encararse con Sanç.

-          Bienvenido a tu nuevo hogar, Quaesitor. – el hombre, con ojos marrones y cejas pobladas, sonrió con soberbia.

-          ¿Quién eres tú y qué haces aquí?

-          Deberías cubrir mejor tus pasos, Quaesitor.

-          Eso se puede arreglar – Sanç entrecerró los ojos.

-          Oh, tranquilo, no vengo en son de guerra, Quaesitor.

-          Eso lo veremos. – repuso Sanç.

-          Oh, que torpe soy, aún no me he presentado – Sonrió el desconocido – Soy Petrus, Septariano del Coro Celestial y he venido, enviado por mi gente, para asegurarme de que tus investigaciones son correctas y certeras.

-          ¿Insinúas que falsearé los datos o que seré incapaz de llevar a cabo una investigación seria? – Sanç hablaba fría y desapasionadamente.

-          No nos engañemos, a la Orden de Hermes le interesa menoscabar el prestigio del Coro Celestial en el Concilio y es, cuando no, curioso que fuera un hermético el que planificara y liderara el ataque, más aún el que no haya dado señales de vida ni se haya encontrado su cuerpo.

-          He sido escogido por el Concilio para esta misión, si tú o los tuyos tenéis pegas a esto, a ellos debéis acudir. – apuntó Sanç, templando la rabia que sentía en su interior – Si te interpones en mi camino o en mi misión, serás considerado parte del problema y se actuará en consecuencia.

-          Hermosa amenaza – se rió – Pero he venido a proponerte colaboración, cuatro ojos ven más que dos y a ambos nos interesa acabar con esto lo antes posible.

-          Se terminará cuando deba terminar, yo trabajo sólo.

-          Como todos los herméticos, pero el Concilio nos agrupa a todos. Como comprenderás, a los septarianos nos interesa conocer los detalles de lo ocurrido para tomar las medidas precisas.

Sanç miró largamente a su interlocutor, no le gustaba y sabía que se convertiría, probablemente, en una carga más que en una ayuda, pero era mejor tenerlo cerca, dadas las circunstancias.

-          Te permitiré ayudarme, Septariano, pero ante el primer movimiento extraño que vea por tu parte, te acusaré ante el Concilio.

-          Sea, Quaesitor. – Petrus le tendió la mano a Sanç, pero él no se la estrechó – Te dejaré apuntado mi número de teléfono, ya que yo viviré en las afueras. Ahora descansa, el viaje habrá sido agotador.

Sin más, Petrus se marchó cerrando la puerta tras de sí. Shrödinger se restregó entre las piernas de Sanç, cuyo gesto seguía serio, con tintes de mal humor.

jueves, 28 de junio de 2012

Mudanza (I)


Sonreía concentrado en su tarea, la alquimia era más una afición para él que una necesidad. Le relajaba la elaboración de pociones y aquello resultaba, a la par, bastante útil. Las pociones tenían infinidad de usos y aplicaciones. Mejorar temporalmente sus sentidos, despejar su mente o fortalecer su cuerpo eran unos pocos ejemplos, ya que había pociones que curaban enfermedades, aceleraban la recuperación de las heridas y el cansancio, pociones explosivas, somníferas… Y todas esas las había hecho ya incontables veces.

Uno de los pocos divertimentos que se permitía era aquél, la alquimia, a la que dedicaba gran parte de su tiempo de ocio, buscando nuevas recetas y nuevos retos. Precisión y concentración eran fundamentales, no todos podían llegar a convertirse en alquimistas pues aquella senda reclamaba mucha paciencia y un perfeccionismo casi enfermizo debido a los peligros que entrañaba una mala mezcla.

El gato, negro como la noche, se deslizó imperceptible dentro de la habitación. Sus ojos, igualmente negros, seguían todos y cada uno de los mesurados y metódicos movimientos de las manos de su dueño, Sanç. Con un salto elegante, se posó sobre la encimera que había a la espalda de Sanç.

Sanç tenía unos veinticinco o veintiséis años, nunca se lo había preguntado y realmente no le importaba. Alto y delgado, exhibía una gran sobriedad a la hora de vestir, con colores lisos y poco llamativos. Unas converse o unas zapatillas de trekking solían cubrir sus pies, vaqueros azules o grises sus piernas y su torso solía estar protegido por camisas de lino u otros materiales naturales, de colores blancos o beige. Las mangas estaban ahora arremangadas para evitar ensuciarlas con alguno de los muchos ingredientes que poblaban la mesa de trabajo y que el gato era incapaz de reconocer en su totalidad. Llevaba el pelo recogido con una coleta y era de color negro, liso y perfectamente arreglado. Una poblada barba de dos días completaban el conjunto, bajo él había una piel blanca que apenas conocía el sol. Sus ojos eran de un verde claro, anodino. En general su aspecto no llamaba la atención y aquello, unido a su habitual silencio y seriedad, hacían de él una persona que era fácil de olvidar y muy difícil de describir.

Aquella habilidad natural para pasar desapercibido resultaba beneficiosa para un mago como él. Sanç era un Quaesitor, miembro de la Orden de Hermes que se encargaba de asegurarse del cumplimiento estricto de las leyes de la Orden y del Concilio. También era, a menudo, el que tenía que encargarse de resolver los desmanes causados por magos locos o imprudentes, siempre con la mayor celeridad y de la forma más silenciosa posible.

-          ¿Y qué haces hoy, Sanç? – dijo el gato, hablando con total naturalidad.

-          Somníferos, que quedan pocos en la reserva, Schrödinger. – respondió, sin dejar de vigilar la mezcolanza que había puesto a hervir.

-          Ha llegado un nuevo encargo. – anunció el gato, Schrödinger.

-          Lo sé, me temo que este será uno largo.

-          ¿Cómo cuanto de largo?

-          Lo suficiente como para que tengamos que irnos a vivir allí una temporada, nos iremos mañana.

El gato saltó a la mesa donde se estaba desarrollando todo aquél trabajo. Sanç no se había girado para hablar con él, nunca lo hacía mientras elaboraba pociones.

No le gustaba para nada la idea de cruzar el mar, odiaba el agua como todos los gatos pese a los drásticos cambios que había vivido años atrás. Aquella parte de su ser no se la habían quitado.

-          ¿Y qué tenemos que hacer allí? – Schrödinger sabía que había que preguntarlo todo para que Sanç se dignara a dar la información.

-          Investigar unos casos de supuesto Infernalismo, asesinatos de magos, ataques a capillas… - suspiró Sanç – Lo normal.

-          ¿Normal? – hasta el gato, que tan bien conocía a su dueño, sabía lo excepcional del caso.

-          Ni las ironías coges ya, te vuelves viejo. – sonrió Sanç.

El gato bufó para luego tumbarse sobre el libro de recetas que estaba consultando Sanç y empezó a lamerse el pelaje para acicalarse.

-          ¿Podrías apartarte del libro, Schrö?

-          No, aquí se está muy cómodo. – respondió el gato.

-          Puede, pero siempre encuentras cómodo aquello en lo que esté trabajando en cada momento.

-          Será que necesitas divertirte más – se burló el gato. – Ojalá las gatas isleñas no sean tan insulsas como las de aquí.

-          ¿Insulsas? – Sanç enarcó una ceja.

-          No tienen mucha conversación, ¿sabes? Sólo maúllan y eso… - aclaró el gato – sirven para pasar un buen rato, pero poco más.

-          Siempre pensando en lo mismo, Schrödinger. – le riñó Sanç.

-          Sí, soy un animal por si no te has dado cuenta, y resulta que tengo mis necesidades. – Schrödinger entrecerró los ojos – harías bien de seguir más mi ejemplo en eso, que eres un rancio.

-          Tengo otras prioridades – se rió mientras mezclaba varias hierbas más.

-          ¿Qué puede haber más importante que la belleza y el cariño de una mujer?

-          No he encontrado la apropiada aún.

-          Que no hayas encontrado la apropiada no significa que no puedas ir explorando el terreno. – le repuso, meneando la cabeza – Además, si no sales de aquí nunca encontraras a esa “apropiada”.

Sanç calló y continuó con su tarea, odiaba aquellas discusiones con el gato. Schrödinger continuó acicalándose sobre el libro.

La mañana siguiente la dedicó a preparar las maletas mientras su gato lo miraba aprensivo. En previsión a una larga estancia, ya había alquilado una casa allá, enviando a su ayudante por delante, y habían trasladado la mayor parte de las cosas importantes a la que sería su nueva casa. El material de alquimia estaba ya totalmente empaquetado y las cajas estaban cargadas en un camión de mudanzas que ya esperaba en el puerto. La ropa también estaría preparada cuando terminara aquella maleta y ya sólo faltaría lo difícil.

-          Sabes que tienes que hacerlo, Schrö. – con voz cansina.

-          Me niego, es humillante. –Schrödinger estaba realmente ofendido.

-          Si no te metes en la jaula no te dejarán subir al barco.

-          Te digo que no, por los mil demonios, yo no me enjaulo voluntariamente.

-          Te meterás ahí por las buenas o por las malas, Schrödinger, no tenemos tiempo para esto.

-          Como te me acerques me aseguraré de dejarte unas marcas preciosas en esa cara que tienes. – entrecerró los ojos. – y mearé en todos los muebles una vez lleguemos allí.

-          Schrö, en serio, no tenemos tiempo para esto.

-          ¿No eres mago? Pues consigue que me dejen subir por mi propio pie a ese maldito barco.

-          La magia no debe usarse para esas frivolidades, Schrö. – le reprendió.

-          ¿Así que tu familiar es una frivolidad, eh?

-          No he dicho eso, Schrö.

-          Es lo que das a entender.

-          Haz lo que quieras maldito gato, eres peor que una mujer indecisa. – Sanç tiró la toalla con el gato y cogió la maleta. – El que pasará hambre serás tú, no yo.

Sanç salió de la habitación y se paseó una última vez por la casa, completamente vacía y desnuda.  No sentía especial tristeza por abandonar Barcelona en una nueva misión. Desde que despertara, años atrás, se había sentido bastante desarraigado. Sus misiones a menudo le llevaban lejos de su hogar, si es que podía llamarlo así. No sentía paz al entrar en esa casa, no la sentía suya, y aquello seguiría siendo así cuando volviera de Mallorca, pasara el tiempo que pasara.

No tenía familia, le habían repudiado cuando empezó a hacer cosas raras y a cambiar, a juntarse con “gente poco conveniente” y a cambiar de hábitos. A todos los magos les pasaba, el trauma del despertar y la nueva visión de la realidad hacían que cambiaran para siempre y aquél cambio a menudo los alejaba de aquellos a los que había querido en algún momento.

Tampoco contaba con muchos amigos, su maestro ya no era tal, pues tenía un nuevo aprendiz y ahora estaba sólo. El hecho de ser un Quaesitor  conseguía asustar y alejar a todos los magos, la fama de la casa pesaba demasiado. Muchos consideraban a los Quaesitores como una especie de policía secreta que se encargaba de reprimir cualquier discordancia en las tradiciones, eran vistos de la misma manera que era vista, generalmente, la guardia civil. Una especie de enemigo contra el que no se puede luchar y que es mejor mantener alejado. La fama de la casa tenía sus ventajas cuando se trabajaba, pues muchos habían oído bulos sobre escabrosos procedimientos que usaban para obtener la verdad de sus prisioneros y la casa no se molestaba en desmentirlos, a veces hasta los potenciaba. El temor era un arma más en el arsenal de un Quaesitor. Pero aquella misma fama redundaba en grandes dificultades para establecer relaciones personales o amistades, todos se ponían en guardia y nunca confiaban.

Los Quasitores, entre sí, tampoco se relacionaban en exceso. Sus misiones solían ser solitarias y estaban en constante movimiento. No se asentaban nunca en ningún sitio y rara vez colaboraban dos veces con el mismo Quaesitor de manera que, aunque muchos sí se conocían, no establecían relaciones profundas. Sanç, en concreto, contaba entre sus amigos reales a su familiar, el gato Schrödinger, y a su ayudante, Oriol, un chico ansioso por aprender alquimia que se pagaba sus clases ayudándole en sus misiones y haciendo las veces de criado y secretario.