lunes, 31 de octubre de 2011

Especial Halloween (y III)

Los espíritus se pararon a escasos metros de ella, ahora en silencio ominoso, Clara se preguntaba de qué forma iban a acabar con ella, sabía cuán crueles podían llegar a ser los espíritus vengativos, se estremeció.

El estremecimiento hizo que la puerta a su espalda gimiera y se abriera de golpe, cayendo de espaldas y lastimándose, los espíritus volvieron a avanzar. Clara se levantó de nuevo y corrió por la azotea hasta que llegó al punto desde donde había caído el guardia, los espíritus la rodearon y se quedaron a la expectativa.

- Hola Ratoncita, ha llegado la hora de la justicia – La voz cruel del guardián resonó a su espalda, como flotando sobre el abismo, Clara lo miró.

- ¿Por qué haces todo esto? Ellos eran inocentes, libéralos. –Clara trató de sonar autoritaria, sin conseguirlo.

- Su odio me alimenta, Ratoncita, y pronto el tuyo también.

Clara se concentró en el fetiche que aun llevaba en la mano y empezó a murmurar conjuros de destierro mientras el espíritu se reía cada vez más fuerte.

- No tienes poder suficiente, ratoncita. – El fetiche aumentó su peso súbitamente y Clara no pudo sostenerlo, cayó hasta los jardines mientras varios truenos resonaban en el cielo.

- Libéralos.

- ¿Y que obtendría yo con eso?

- A mí…

- Oh, ratoncita, a ti ya te tengo – volvió a reírse, los espíritus cerraron un poco más el cerco.

El espíritu negro del guardián se acercó a Clara y le susurró:

- Puedes ser libre, sólo termina lo que empezaste.

Clara miró al abismo, no quería morir, sabía que si moría se quedaría atrapada para siempre en ése viejo psiquiátrico, para ser torturada por el guardián, no era justo, no era justo, ella no había hecho nada, ella era inocente.

- No, Ratoncita, tú me mataste.

El guardián la miraba a los ojos y veía a través de ellos, supo que podía leer sus más íntimos secretos, Clara se adormeció sabiendo que el Guardián causaba ése sueño, tras muchos años… Clara volvió a llorar mientras caía en el sueño.

Se despertó en un bosque y supo que estaba soñando, un bosque oscuro sacado de la típica película de Halloween, noche cerrada, altos árboles, niebla baja, sonidos inquietantes, habría resultado casi cómico de no haber estado el Guardián ante ella.

- Aun puedes salvarte, Ratoncita, sólo tienes que salir de éste bosque.

Pero Clara no se movió.

- ¿Vendrá el lobo feroz? – Clara intentaba sonar jocosa.

- No, Ratoncita, sólo vendrá la abuelita.

Clara se giró al oír unos pasos tras ella, una mujer vieja, con cara de amargada y mirada de odio se acercaba a ella.

- Hija del demonio, eso es lo que eres, te llevaste a tu madre maldita criaja y me absorbías la vida.

Las manos huesudas de su abuela seguían pareciendo recias y prestas para golpearla, Clara se asustó y empezó a repetir “es un sueño, sólo un sueño” intentando convencerse, pero el olor a rancio de su abuela la embistió, parecía tan real…

La primera bofetada no la esperaba, la trasladó a sus años de infancia en las que el miedo y el dolor iban muy unidos al día a día, la segunda la recibió con resignación, la tercera le partió el labio, después dejó de contar, quedándose quieta, recibiendo los golpes, uno tras otro, la abuela no parecía cansarse.

No quiso saber cuánto tiempo estuvo así, pero finalmente cayó de rodillas, con la cara ardiéndole y la abuela mirándola severa.

- Vamos Ratoncita, levanta y anda. – Volvió a reírse al compararse a un Dios.

Clara obedeció, se levantó y avanzó un paso, el bosque desapareció y sintió el aire golpeándole la cara, había dado el paso y el suelo se acercaba vertiginosamente hacia ella, cerró los ojos.

- Tu ciclo no ha terminado.

Reconoció la voz de Dís, y sintió como sus brazos la sostenían, arriba el espíritu del guardián aullaba de rabia.

- Dís…

- Enfrentarte a esto sola era un error, pero es lo que has escogido y lo respetaré, sólo quería que lo supieras.

Clara miró atónita a Dís.

- Continúa con tu Agama, pero escoge bien el camino, cuando vuelvas, búscame.

Clara se sentó en el suelo mientras Dís se iba. “Agama” pensó “un viaje místico hasta las puertas de la muerte… un viaje para ser Euthanatos…” Tardó unos momentos en reubicarse, mirando a su alrededor, se dio cuenta de que había cruzado la Celosía, pero no sabía cuándo. Ahora estaba en el otro lado, en el que llamaban “Umbra” la tierra de los espíritus según su maestra, aquí era donde tenían más poder, pero también donde eran más vulnerables. Frente a ella se alzaba una versión aun más sombría del Psiquiátrico.

- Una última cosa – Dís estaba ante el portal que le permitiría cruzar la celosía hasta el mundo físico nuevamente. – No temas a la muerte, ésta solo es el comienzo, cuando lo comprendas serás fuerte.

Y Dís se fue. Clara se incorporó y avanzó de nuevo hacia el psiquiátrico internándose en las sombras.

- Por ti… por ti.. por ti…

- Sí, por mí seréis libres… Lo juro –Gritó Clara antes de desaparecer en la oscuridad.

Más allá de la Celosía, la lluvia limpiaba el aire nocturno de la ciudad, Dís miró impasible el psiquiátrico mientras se ajustaba las gafas, nada parecía haber cambiado pero todo era diferente. Metió las manos en los bolsillos y salió del recinto abandonado, aun era temprano y podría ir a tomarse un buen café caliente, ésa noche Érato los había invitado a una fiesta en su capilla, algo de diversión sería bueno por unas horas, mañana ya habría tiempo para las preocupaciones.

viernes, 28 de octubre de 2011

Especial Halloween (II)

Los muros estaban cubiertos te musgo y hiedra, crecidos desproporcionadamente en el lapso de tiempo que había pasado desde su abandono. Las puertas de hierro forjado que separaban el jardín de la calle estaban fuera de sitio y se podía entrar sin apenas tener que agacharse siquiera, pese a ello, nadie había pisado el recinto desde hacía años, nada mas acercarse a la entrada la sensación de amenaza ominosa se adueñaba del visitante, ahuyentándolo sin remedio.

El jardín estaba tan descuidado como cabía esperar, la hierba había crecido alta y salvaje, los arbustos se retorcían de formas que evocaban sufrimiento y prometían dolor, Clara se estremeció y siguió caminando. El cielo estaba cubierto de nubes tormentosas, como años atrás, pero esta vez la amenaza de lluvia no ofrecía paz ni libertad, sino olvido.

Se detuvo ante el edificio principal, las paredes crujían y se doblaban sin cesar, ondulándose lentamente. Las antaño blancas paredes eran ahora grises y desconchadas, parecía que gemían lastimeras suplicando piedad y un hálito frío, casi gélido se vertía al exterior desde las puertas principales, las cuales colgaban de los goznes. Clara suspiró profundamente tratando de calmarse y de reunir valor, había llegado más lejos que nunca y no debía pararse aquí, pensó en lo que haría Miles en su situación y supo que él ya estaría dentro… pero se sentía aterrada solo pensando en atravesar nuevamente los viejos pasillos, escuchando los gritos de los espíritus condenados a vagar por siempre dominados por su locura, cómo sus ensoñaciones febriles habían azotado su mente durante años.

Aquél lugar había sido de todo menos acogedor, no había sentido seguridad ni quietud en ningún momento, siempre alerta, siempre a la defensiva y evocar todo eso la hacía sentir de nuevo indefensa. Sacudió la cabeza y suspiró una vez más, cerró los ojos con un gesto de repulsión y avanzó los pasos necesarios para entrar en el edificio.

Dentro solo había oscuridad al principio, los ojos de Clara tardaron en acostumbrarse a la penumbra. El polvo se había acumulado con los años, incontables arañas habían tejido sus redes aquí y allá, sentía frío, un frío antinatural y desagradable.

Poco a poco los vio, decenas de espíritus caminaban arriba y abajo, llevando a cabo las tareas que habían hecho en vida, reconoció a alguno de los celadores y también de las enfermeras, pese a las heridas que les habían arrancado sus vidas. Los espíritus no se percataron de su presencia.

De los pasillos llegaban gritos y gemidos familiares, de los pacientes caídos y entonces oyó otros gritos, estos de pavor, los espíritus se volvieron hacia uno de los pasillos desde donde algunas enfermeras cubiertas de sangre salían corriendo. Cundió el pánico y quisieron salir, pero las puertas no se abrían y las ventanas no se rompían, una risa cruel resonaba en el edificio.

Varios pacientes y enfermeros salieron detrás de las enfermeras, atacando a los demás que se apiñaban en las puertas, pronto el griterío se generalizó en todo el edificio y se atacaban unos a otros hasta que no quedó nadie en pié… y vuelta a empezar, parecían condenadas a repetir los últimos instantes de sus vidas.

- Ellos no son culpables –gritó Clara, llorosa, comprendiendo la dimensión del sufrimiento que ésos espíritus padecían- ¿Por qué?

Al principio todo se paralizó, luego poco a poco todos los espíritus se volvieron hacia ella y dirigieron sus miradas vacías y alzaron una mano señalándola acusadores, al unísono todos los espíritus pronunciaron las mismas palabras, como un siseo que ganaba fuerza.

- ¡Por ti!

Clara ya se esperaba algo parecido, pero por mucho que se había intentado preparar, el golpe siguió siendo excesivo, cayó de rodillas respirando agitada, la risa volvió a resonar en el edificio.

- Por ti… por ti… por ti… - Los espíritus inmóviles pronunciaban sin cesar esas palabras en una suerte de letanía oscura.

Pasó cerca de una hora así, buscando fuerzas para levantarse, pensó en los demás, Haxor, Dís, Miles… en todo lo que había vivido desde que escapó de este infierno, poco a poco recuperó la calma y se levantó, ignorando a los espíritus que la miraban. Notó como la hostilidad de éstos crecía por momentos y supo que no saldría de allí, pero tenía algo que hacer.

- Estúpida, has venido para corregir tu error. –se dijo entre dientes.

Sacó un fetiche de su bolsillo y se concentró en él, pronto la magia se mostró ahuyentando a los espíritus que gemían y huían. Enarboló el fetiche mientras se encaminó hacia el ala derecha, donde ella había estado años atrás, tenía que encontrarle.

- Por ti… Por ti… Por ti….

El ala no había cambiado mucho desde que se fue, solo más polvo y más oscura, los pasos de Clara reverberaban en los pasillos, fue hasta su habitación, donde había compartido habitación con otras pacientes, abrió la puerta sin estar preparada para lo que vio; en las camas, en todas y cada una de las camas, había tumbado el espíritu de una niña, todas con el cuello cortado y todas la seguían con la mirada, la habitación estaba llena de sangre y apestaba a putrefacción, no pudo evitar vomitar.

- Por ti… Por ti… Por ti…

Salió corriendo con lagrimas en los ojos y la boca pastosa, estaba a punto de sufrir un ataque de ansiedad, se paró cerca de un rincón que le había servido de escondite. Una niña estaba ahí, de pié, mirándola mientras ladeaba la cabeza, apenas tendría 4 o 5 años, rubita, con trenzas y parecía mantener aun algo de calidez en la piel.

- No… -Clara sentía como las fuerzas la abandonaban de nuevo.

La niña tenía una espantosa herida que le cruzaba el pecho.

- ¿Has visto mi peluche? – la voz de la niña rezumaba inocencia y angustia. – Lo he perdido, el hombre oscuro se enfadará, él me lo regaló.

- ¿E-el hombre oscuro? – Clara miró a su alrededor y vio un bulto de trapo en un rincón, se acercó y vio que era un peluche con forma de mujer, el pelo rojo, la piel blanca, se estremeció reconociéndose, lo cogió.

La niña gritó a su espalda, era una especie de alarido ensordecedor que provocó que varios cristales de las ventanas cercanas se resquebrajaran y rompieran. Clara se tapó los oídos y dejó caer el peluche mientras se giraba para mirar a la niña.

Pelo negro, ojos negros, labios negros, la piel blanca como el yeso, los dientes puntiagudos, gritaba provocando que se mareara, tosió. La niña no dejaba de gritar, Clara tuvo que alzar el fetiche y haciendo acopio de todo su valor ordenó al espíritu que se marchara.

Las voluntades de la maga y el espíritu chocaron y pelearon durante un instante que pareció eterno, finalmente el espíritu cedió y desapareció, Clara resbaló por la pared hasta quedar sentada en el suelo, exhausta.

- Por ti… Por ti… Por ti…

Miró por donde había venido, los espíritus se iban concentrando en el fondo y la miraban sin parar de acusarla, tampoco dejaban de señalarla y se acercaban, notó la hostilidad de los espíritus y supo que si la alcanzaban, no tendría escapatoria ni esperanza, un rayo iluminó sus caras.

Se levantó trabajosamente y volvió a correr, hacia las escaleras, de los diferentes pasillos iban saliendo nuevos espíritus, solo podía seguir subiendo. Alcanzó la puerta de la azotea, pero no se abría, desesperada golpeó con furia la puerta, no se movió. Los espíritus subían, lentos pero incansables.

Clara apoyó la espalda en la puerta, resignada a unirse al coro del olvido.

Se acercaban.

- Por ti… por ti… por ti…

lunes, 24 de octubre de 2011

Especial Halloween (I)

Meses atrás

Clara se miró en el espejo, roto y cubierto de polvo, su reflejo estaba deformado gracias a las roturas del cristal, pero siempre era un semblante hermoso, lo odiaba, siempre que se miraba a un espejo recordaba…

Su abuela siempre se lo había dicho, el pelo rojo era señal demoníaca, y ella lo tenía, al nacer se había llevado la vida de su madre, había nacido consumiendo vida y su abuela insistía siempre en que era mala, un engendro que no debería haber nacido, el engendro que se llevó a su preciosa hija.

Las voces que oía desde que tenía memoria no habían servido para mejorar la situación, la llamaban a gritos, algunas pedían ayuda, otras la llamaban para que se uniera a ellas, algunas, pocas, se convirtieron en amigas, sus únicas amistades, pero otras eran aterradoras, salidas del los infiernos la amenazaban, la atacaban y no sabía cómo escapar de ellas.

El pelo rojo y las voces no eran suficiente para atormentarla, la piel era blanca, nívea y sin ninguna imperfección, su abuela le decía que le faltaba vida, que la absorbía de los de su alrededor, la culpaba de los crecientes achaques que había padecido a lo largo de los años, los ojos eran negros, “como su alma” decía la vieja arpía, y algunas voces apoyaban a su abuela.

Clara era alta y de movimientos gráciles, y su cuerpo bien contorneado desde la temprana adolescencia despertaba el deseo de los hombres, apenas un gesto y los tenía comiendo de la palma de la mano; al principio disfrutaba jugando con ellos pero su abuela la castigó duramente cuando lo descubrió, era una hija del diablo, una niña que despertaba los apetitos pecadores de quienes les rodeaban y por eso le pegaba, con furia, le hacía mucho daño, tanto que esa vez tuvieron que llevarla al hospital.

Entonces ya no volvió a ver a su abuela, pero en vez de sentirse libre, sintió desasosiego, cuando habló de las voces que la torturaban, el médico negó entristecido con un movimiento de su cabeza. La llevaron a un edificio donde había otros muchos infelices y desgraciados, la sacaron del instituto instruyéndola ahí mismo, no tenía amigos tampoco ahora, sólo voces enloquecidas y sometidas a tales ensoñaciones que la cabeza le dolía casi permanentemente, no paraban de acosarla, ni de día ni de noche, allí había muchas... demasiadas para que sus nervios pudieran soportarlo. Los hombres, tanto los cuerdos como los locos, la miraban con deseo y ella tenía miedo. Apenas hablaba y cuando lo hacía rara vez subía la voz, nadie la escuchaba, estaba sola, rodeada de gente y voces, pero sola.

Estuvo los siguientes años zafándose y escapando del guardia nocturno, ya desde la primera noche había intentado tomarla y ella se había conseguido escapar por poco, pero no siempre lo conseguía y la amenazaba con que si contaba algo le haría tanto daño que desearía morir, ella ya deseaba morir desde hacía tiempo, pero tenía pánico al dolor, un pánico que superaba al asco que se daba a si misma cada vez que aquél salvaje la agarraba y se la llevaba a un lugar apartado, al asco que generaba que su piel quedara embadurnada del sudor de aquel ser despreciable, se odiaba, se sabía débil pero no encontraba fuerza, lloraba todas las noches, escondida en algún lugar apartado para que el guardia no la encontrara, muchas veces la encontraba, también lloraba mientras el guardia la tomaba.

Pero aquella noche ella ya no lo soportaba mas, quería dormir, quería descansar y sabía que no podría. Se levantó de la cama tan pronto como el personal se fue, cuando ya solo quedaba el guardia nocturno dando vueltas, subió por las escaleras hasta el terrado, a cada paso que daba había voces que la animaban a continuar, había tomado la decisión correcta, sumergirse en el olvido, liberándose de las cadenas de la carne.

Llegó a la azotea sin que nada la hubiera detenido, el coro de voces la empujaba, la llamaba. Se acercó a la cornisa y respiró el aire fresco y húmedo de la noche, sobre su cabeza el cielo cubierto por nubes de tormenta empezaba a retumbar y las primeras gotas caían, colándose entre las ondulaciones de su cabello, cerró los ojos y dio un paso adelante colocándose justo en el límite de la cornisa, uno más y obtendría la paz, la tan ansiada paz, pero de sus ojos empezaron a brotar lágrimas, odiaba llorar.

Temblando y llorosa, oyó los pasos del guardia, que se acercaban, que se acercaban demasiado. Contuvo la respiración y cerró los ojos con más fuerza, resonó un trueno y el rayo la delató recortando su sombra, las voces se reían de ella.

- Aquí estas ratoncita – la voz gutural de esa bola de sebo era incapaz de parecer siquiera dulce.

- Por favor…

El guardia avanzó los pasos que lo separaban de ella, sollozó cuando el hedor de aquél hombre llenó el espacio, se negaba a continuar así, la mano áspera del guardia la agarró por el pelo obligándola a retroceder.

- NO

Él se rió, las voces también con sus risas estridentes, y trató de quitarle el camisón, pero ella se revolvió con la ira y la frustración de años de abusos y lo empujó consiguiendo apartarlo.

- He dicho que NO.

- No puedes evitarlo – se rió, esta vez molesto, violento. – Hoy voy a tener que hacerte mucho daño, ratoncita, para que recuerdes cuál es tu sitio y como tienes que portarte, estoy harto de que llores, hoy reirás para mí y gemirás, vaya si gemirás.

- Ojalá te parta un rayo y te mate, bastardo. – Y lo deseó, con toda su alma y su corazón, durante unos instantes todo su ser estaba lleno del odio que estaba dejando fluir, anheló domeñar las tormentas y que los rayos fueran suyos.

- Ve despidiéndote de tu bonita piel inmaculada, putita.

Y el deseo se cumplió, un relámpago resonó en el espacio golpeando al guardia con una fuerza increíble y lanzándolo más allá de la cornisa. Ella se colocó de nuevo en el límite, la lluvia arreciaba empapándola, limpiándola, se sentía libre y las voces habían quedado silenciadas, sabía que había hecho que eso ocurriera, no sabía cómo, pero lo había deseado y había ocurrido, no se sentía culpable, si deseaba algo con la fuerza suficiente, sabía que podría volver a hacerlo.

Miró a su alrededor y vio que no estaba sola, las voces que en sueños siempre la llamaban, las que se burlaban de ella cuando estaba despierta, ahora estaban allí, blanquecinas, nebulosas, flotando a su alrededor, la mayoría iban con camisas de fuerza o tenían cortes en los brazos fantasmales, otros con sogas en el cuello o espumeando por la boca. Aunque la mayoría de ellas a lo largo de los años la animaban a darse muerte, sugiriéndole muertes indoloras, para unirse a ellos en el eterno vagar, otras la habían animado a luchar, a rebelarse para ser libre y ahora podía verlas.

Siempre había creído que estaba loca, que el demonio realmente la había engendrado para sufrir castigos por algún crimen desconocido cometido en otra vida, pero ahora los veía, algunos le sonreían, otros gemían y lloraban, los más la miraban con abierta hostilidad y la habrían atacado si unas pocas no la hubieran protegido, obedeció los gritos de estas, que la conminaban a salir de ahí inmediatamente, corrió escaleras abajo, hasta un pasillo que daba al jardín, saltó por la ventana y corrió hacia los muros. Cuando pasó al lado del cuerpo del guardia nocturno se paró horrorizada, pudo ver como exhalaba el último hálito, pero lo peor fue lo que ocurrió después, el alma negra del guardia se separó del cuerpo y la miró, supo que iba a matarla si le daba la oportunidad, aterrorizada corrió, los muros eran fáciles de escalar. Pocos minutos después vagaba por las calles en lo profundo de la noche, con la lluvia dándole esa sensación de libertad que no había sentido jamás y anhelando olvidar lo que había visto.

Así había despertado años atrás, tantas cosas habían pasado desde entonces… Ella, la que sería su maestra, la encontró por la calle esa misma noche, la había acogido y le enseñó los rudimentos de las artes de los espíritus y otras distintas, la había adoptado y acogido en su propia casa, la adentró en el mundo de lo místico y la introdujo en la capilla de Scorsa Stagione, Clara de hizo llamar desde entonces Iris entre sus iguales.

Poco tiempo después, en el psiquiátrico del que se había escapado, varios trabajadores se volvieron locos y mataron a prácticamente todos los que allí estaban para luego suicidarse, muy pocos escaparon y hablaban de gritos y fantasmas y de una sombra negra y malvada, nadie les creyó. Solo Clara.

Clara pasó varias veces por el antiguo psiquiátrico, que quedó abandonado, sin llegar a entrar nunca, pues sus ojos veían un mal que atrapaba las almas de los que allí habían muerto y podía oír sus gritos agónicos.

Desde entonces habían pasado muchas cosas, su aprendizaje, sus primeros amigos… hasta la destrucción de su capilla y la de la capilla en la que se habían refugiado, donde había conocido a Miles… los supervivientes de ambas capillas crearon una cábala, Exiliados y trabajaban bien juntos, pero a ella había algo que la atormentaba.

Muchas almas estaban atrapadas en ese psiquiátrico por su culpa, ella había liberado al ser que los ataba, ella debía liberarlos, pero no podía decírselo a Miles, no la habría dejado ir, o peor aún, habría insistido en acompañarla, era demasiado peligroso, él no comprendía a los espíritus, los subestimaba.

Dejó una escueta nota “Lo siento” y se fue sabiendo que Miles la iba a odiar por eso, él no la amaba, era verdad, no como ella si lo amaba a él ya que él ya había entregado su corazón a otra, pero él había hecho que Clara viera el mundo como un lugar de esperanza, con él había reído por primera vez…

Sacudió esos pensamientos, tenía que concentrarse, ante ella se alzaba ya el viejo psiquiátrico.

jueves, 20 de octubre de 2011

Ritos Iniciáticos (II)

La tempestad rugía a su alrededor, envolviéndola, pero no la tocaba, había una especie de círculo con ella en el centro en el que la furia del viento no rompía la quietud, María lo miraba con curiosidad, alargó la mano hacia el viento, pero este retrocedía más cuanto más se acercaba.

Avanzó varias decenas de metros sin comprender por qué la tormenta la rehuía, pero tenía la sensación de que esa tormenta era funesta, cuanto más la miraba, más sentía que la tempestad estaba viva. No era una vida agradable ni cálida, ni siquiera era una vida sino cientos, miles, de vidas, todas resquebrajadas, casi podía sentir los gritos de todas esas vidas llevadas por el viento, vidas apartadas del ciclo…

Se sorprendió a si misma pensando en el ciclo, lo último que recordaba era el humo y la música, ahora estaba en medio de una tempestad ¿Era aquello magia? ¿Sería aquello su Agama?

Siguió avanzando hasta que finalmente salió de la tempestad, quedó tras ella y vio que era como un muro inmenso, que se perdía a lo lejos en todas las direcciones, seguía rugiendo, vengativa, ahora sabía que esa tormenta no tenía voluntad, pero si desprendía odio, desprecio y desesperación, si esa extraña burbuja de tranquilidad no la habría rodeado, la tempestad le habría resquebrajado su alma y esos fragmentos de ella se habrían unido al grito informe del viento. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, no sabía cómo, pero sabía que estaba en lo cierto y sintió unas ganas terribles de llorar.

Sintió una presencia a su espalda y se giró bruscamente, ante ella había una figura, encapuchada y embozada, cubierta por una larga capa, todo ello de colores pardos, la oscuridad cubría su rostro, solo dos ojos reflejaban la luz, una luz salida de la nada, y sus destellos mostraban melancolía. María se perdió en esa mirada, sentía que comprendía a esa persona, como si fueran una mente y un alma, se pasó largo rato mirándola hasta que se giró para mirar a su alrededor.

Oscuridad absoluta, estaba suspendida en el aire sin que nada la sostuviera, el aire fresco y húmedo era lo único que podía sentir, se volvió hacia la figura pero ya no estaba, no veía absolutamente nada, su respiración se aceleró nerviosa.

A lo lejos oyó como una gota caía sobre agua y resonaba, como en una gran caverna, pudo sentir como unos pocos segundos después se ondulaba el agua que había a unos centímetros de sus pies.

Un batir de alas y el graznido de un gran cuervo, María avanzó hacia el cuervo, cada vez a mayor velocidad, sabía que era así aunque no notaba el movimiento, ni veía como o cuanto avanzaba, simplemente avanzaba.

Un haz de luz iluminaba un gran caldero, sostenido por tres patas, justo a ras del agua, el cuervo, un cuervo negro con brillos azulados, se posó sobre el borde del caldero, de una cadena pendía un cáliz de cobre, el cuervo señaló el cáliz y graznó.

María cogió el cáliz y lo sumergió en el líquido del caldero, miró al cuervo el cual sonreía , ella sabía que ese cuervo era parte de sí misma, cerró los ojos bebió.

Una pradera infinita y hermosa, una eterna primavera, grupos de gente aquí y allá rebosando alegría, las risas llenaban el aire, varias doncellas se acercaron a ella y le tomaron las manos, empezaron a bailar en corro, varios sátiros, mitad hombres mitad cabras, tocaban extrañas flautas dobles, María se dejó llevar por la música y su pecho se inflamó con todo tipo de pasiones al contacto con las doncellas y los otros que se añadieron a su corro.

“El Oeste”

Uno de los Sátiros la apartó del grupo y la llevó hasta un matorral, gozaron y se regocijaron hasta que el sol se puso por el horizonte y las estrellas perlaron el cielo, apoyada en el pecho del sátiro, María se durmió pensando en la Vida.

Sumergida en el sueño, aullaron lobos en la lejanía, amenazantes, estaba en un bosque nevado, en eterno crepúsculo, María empezó a correr, podía oír y sentir a los lobos tras ella. El bosque era anciano, los árboles viejos y crueles se alzaban poderosos decenas de metros y con sus ramas y follajes tapiaban el cielo, el suelo, desigual, rocoso y cubierto de hojas muertas ofrecía también la visión de incontables cuerpos, desmembrados, pútridos e irreconocibles, pudo sentir el fragor de la batalla a lo lejos y corrió hacia ella, por algún motivo la confortaba el entrechocar del metal. El cuervo en vuelo rasante la alcanzó y graznó.

María empuño una espada y sintió el gélido metal, se volvió, los lobos pararon y la rodearon, ya no tenía miedo.

“YO SOY…” – no conseguía terminar la frase, sabía, sabía quien era, pero no conseguía pronunciar el nombre, los lobos se aprestaban para atacar.

El cuervo graznó, de nuevo, y la alzó, llevándola entre sus garras con una suavidad sorprendente en dirección a la batalla, desde lo alto pudo ver la muerte, la ira y el valor, muchos morían allá, pero no sintió miedo, ni compasión, sintió deber.

“¿Quién soy?”

El cuervo graznó, los bandos enfrentados eran fáciles de distinguir, por un lado, con estandartes de colores vivos un ejército hermoso, de gallardos combatientes y afiladas armas, en el otro seres deformes y terribles, seres de maldad, en esa batalla estaba en juego algo mas que una simple victoria.

Varios gritos desgarraron el aire, vio como un anciano ser, del bando de los seres malignos, abría su único ojo y todos a los que miraba abatía con su sola mirada. El ejército de estandartes coloridos flaqueaba y allí estaba él, un hombre con una mano de plata, herido de muerte y aun en el suelo, luchando sin parar, mutilando a los seres que se agolpaban en torno a él, su único defensor era un joven valiente, con armadura espléndida y que empuñaba con maestría una lanza que esparcía muerte entre sus enemigos, pero no podría resistir mucho tiempo mas, el de la mano de plata cada vez se movía con mas dificultad y los enemigos presionaban más, pisoteando los cadáveres y miembros mutilados de sus propios compañeros.

María tenía que recordar, necesitaba recordar quién era, sólo así podía ayudar a los Aes Sidhe… pues ese era el nombre del pueblo gallardo, a su memoria acudían ahora nombres, y miró al diestro lancero.

“Lugh”

El cuervo la depositó en la retaguardia de los Aes Sidhe, donde ya algunos empezaban a huir, María gritó en una lengua de desconocía:

- ¡Yr Ymosodiad!

Los que huían se pararon y la miraron, algo brilló en sus ojos y se volvieron hacia la batalla, esperando, poco a poco eran mas los que así se disponían, María esperó a que formaran una línea consistente.

El cuervo revoloteó entorno a María, empujándola a recordar, pero ella no lo conseguía, alzó la espada.

- ¡Yr Ymosodiad!

Y se lanzó al combate seguida de todos aquellos que se habían parado a su lado, un nuevo empuje les daba energía, la fuerza y la ira embargaban a la tropa y a ella misma, las pasiones nuevamente la dominaba, pero ahora le pedían sangre.

Los Fomorianos eran sus enemigos y no podían contener la nueva marea, pronto María estuvo cubierta de sangre y alcanzó a Lugh.

- Llegas tarde, Sacerdotisa de … - Lugh desapareció, el cuervo la arrastró a tal velocidad que casi no pudo ver el camino. Ahí estaba la tormenta y el cuervo la lanzó a través de ella, una vez más la tempestad la rehuía.

María se incorporó de golpe, sudorosa, los tres braseros aún ardían y Dís estaba sentado donde antes, mirándola con interés. Dis sonrió:

- ¿Ya recuerdas quién eres?

- No, recuerdo qué fui.

- ¿Entonces no sabes tu nombre?

- Sólo importa el nombre de la Diosa. – María suspiró, algo había cambiado, la rueda nunca para, pero también sabía que faltaban demasiadas cosas que recordar y aprender, necesitaba comprender. – Llamadme Morríghan.

martes, 18 de octubre de 2011

Ritos Iniciáticos (I)

El resto de la tarde paseó pensando un posible nombre pero sin éxito, no se le ocurría ninguno, tampoco terminaba de entender porqué tenía que esconder su nombre, lo de los alias le parecía demasiado Friki, todos tenían un alias altisonante de significado ignoto para ella, salvo Miles, que Ran le había traducido “muy amablemente”.

Al final optó por ir a ver a sus amigas, que no pararon de preguntarle por el galán que se la había llevado de la fiesta. María se dio cuenta que esas cosas ahora le parecían vanas y supo que si les contaba la verdad no la creerían y la tomarían por loca, ella lo habría hecho, contestó a sus preguntas con evasivas hasta que se cansaron y la tildaron de sosa, dejándola tranquila al fin.

De vuelta a casa se entretuvo mirando cada rincón, tenía la sensación de estar redescubriendo el mundo y eso le gustaba y la ponía de buen humor, para cuando llegó al piso tenía una sonrisa de oreja a oreja y con esa misma sonrisa se fue a la cama.

Eran solo las cuatro y media cuando la llamada de Dís la despertó convocándola para una hora mas tarde en una dirección que casi se le olvidó y tras un desayuno rápido y una ducha igualmente rápida se fue hacia el punto de reunión preguntándose por qué demonios hacía eso estando de vacaciones y pudiendo dormir hasta tarde.

La casa era una planta baja de las afueras, en la zona del Monasterio de la Real, la verja estaba abierta y la puerta principal también, dentro de la casa había una decoración que mezclaba elementos hindúes y greco-romanos elegidos de tal manera que daban a la casa un toque místico y elegante. Un fuerte olor a incienso la guió hasta una sala bastante oscura, solo iluminada por tres pequeños pebeteros sobre los que ardía leña, el calor era sofocante.

En un extremo de la habitación, donde la luz se mezclaba con la sombra a partes iguales, estaba Dís de pié, mirándola a través de las gafas de sol, hoy vestía una túnica de corte romano y unas sandalias.

- Bienvenida, pequeña.

- Ho-hola – María del Mar desconfiaba, viéndolo como vestía.

- En la habitación de aquí al lado hay una túnica de lino basto, póntela.

- ¿Es algún tipo de fetiche? – María del Mar estaba a punto de salir corriendo.

- Los Euthanatos tenemos muy mala fama, se nos considera a menudo asesinos, psicópatas e incluso se nos ha llegado a comparar con los nefandos, pero es la primera vez que insinúan que soy un violador o pervertido – Dís mantenía el tono neutro en la voz, María no sabía si se burlaba de sus sospechas, si las confirmaba o si realmente solo exponía el hecho. – Hay que mirar mas allá, te enseñaré a hacerlo. Nos llaman “Magos de la muerte” puesto que eliminamos los elementos que impiden el correcto giro de la rueda.

María hizo una mueca de horror y se acercó inconscientemente a la salida.

- Lo que no ven es que el grueso de nuestra Tradición son sanadores y eruditos, no somos homicidas, si podemos resolver las cosas sin tener que derramar sangre, lo preferimos. El ciclo es la ley del universo, si se estanca se destruye, a esto lo llamamos Prevahnava y es la base de nuestra tradición. La corrupción acecha en cada rincón, los Euthanatos no actuamos nunca en pos de nuestro propio bien, buscamos el bien común, en el caso de que haya que matar a alguien, se valora muy cuidadosamente si realmente vale la pena matarlo, si no puede ser salvado y las consecuencias sobre otros que puede tener esa muerte, puesto que si, aun siendo alguien corrupto, algún inocente sufre daño, entonces esa muerte es injusta.

María del Mar no sabía que pensar.

- Euthanatos significa “Buena muerte” la muerte forma parte del ciclo, no es algo malo, la rueda continua y tras la muerte llega el renacer, pero todo Euthanatos ha visto la cara de la muerte, no puedes enviar a nadie a ella sin conocerla.

María continuaba mirando sin terminar de comprender.

- El rito fundamental por el cual sabremos si realmente eres una Euthanatos se llama Agama, el Agama es un viaje entre el mundo de los vivos y el de los muertos, si lo concluyes con éxito significa que eres una Euthanatos, se requiere mucho deseo de vivir para volver una vez estas ante la propia muerte.

María empezaba a asustarse.

- Esta será tu segunda Coumatha.

- ¿Coumatha?

- Encrucijada, un momento crucial en tu vida, la primera fue el propio despertar, si superas el Agama te convertirás en Shravaka o aprendiz y yo seré tu Acarya o mentor, debes empezar a familiarizarte con la terminología. ¿Estás dispuesta para tu Agama?

- Pe-pero… si no conozco nada… no se hacer magia, co-como volveré… no quiero morir…

- No temas a la muerte, tu alma ya ha pasado por muchas vidas y pasará aun por muchas mas.

- Eso no me tranquliza – con ojos vidriosos, María del Mar estaba a punto de ser presa de un ataque de nervios.

- No tienes nada que temer, yo estaré aquí todo el tiempo, no dejaré que te pase nada.

- ¿Y si no consigo volver? – tonos de desesperación teñían la voz de María

- Volverás, he visto tu alma, volverás.

- No…

- Siéntate, en postura del loto, y respira profundamente, no te obligaré a hacer ningún viaje si no lo deseas, pero antes de tomar tu decisión relájate.

María obedeció sentándose en el suelo y haciendo los ejercicios de respiración que había aprendido hacía tiempo en las clases de yoga, poco a poco se fue calmando, tuvo que pasar mas de media hora antes de que se atreviera a mirar de nuevo a Dís, quien, inmóvil, continuaba de pié en el punto en el que el juego de luces y sombras le daba un aspecto sobrecogedor.

- Tú decides.

María se mantuvo pensativa, por un lado el miedo crecía y luchaba por apoderarse de ella, por otra sentía que podía hacerlo, es mas, tenía la sensación de que esas palabras tan extrañas le resultaban familiares.

- ¿Qué viste en mi alma?

- Los signos de un alma antigua.

- ¿Qué quieres decir con eso?

- La rueda gira, nacer, crecer, morir y volver a nacer, sucesivamente, todas esas vidas están contenidas en tu Avatar y algunos consiguen recordarlas, acceder a ellas, los Avatar que despiertan una vez es fácil que sigan despertándose en otras vidas.

- ¿Quieres decir que yo fui maga en otras vidas? – María no creía mucho en la reencarnación.

- Así es, y los magos tienden a unirse de nuevo con sus antiguos compañeros.

María comprendió al fin porqué Dís la había tomado como aprendiz.

- Entonces yo fui una Euthanatos antes… ¿Quién era?

Dís no respondió, María suspiró y fue a cambiarse, al poco estaba sentada en el centro de la habitación, justo en el centro del triángulo que formaban los tres pebeteros, la túnica estaba perfumada y el aroma, agradable al principio, fue cobrando fuerza a medida que se entremezclaba con el olor de los varios inciensos que se consumían en la habitación, se sentía un poco mareada.

Dís le tendió un puñado de hojas de laurel y una copa de vino, muy fuerte y con regusto a miel.

- Masca las hojas, sin tragártelas y ve bebiendo el vino sorbo a sorbo.

- Está asqueroso…

Dís sonrió divertido y se sentó fuera del triángulo de los pebeteros, había cogido una especie de arpa y empezó a rasgar las cuerdas de una forma aparentemente arrítmica.

El aire de la habitación era denso, entre el humo de los pebeteros y los inciensos y el perfume de la túnica casi podía palparlo. El vino era realmente fuerte y se le subió rápidamente a la cabeza, mientras mascaba las hojas de laurel y el mareo aumentaba.

La música empezó a fundirse con el humo y sus propios pensamientos, sin poder evitarlo María empezó a mover el cuerpo, a ratos bruscamente a ratos suavemente, a veces dando palmadas o riéndose, su consciencia se perdió, el mundo daba vueltas a su alrededor, veía borroso y a la vez con claridad prístina.

Sorbo a sorbo la copa se iba vaciando, hoja a hoja en la boca de María se estaba formando una pasta fruto del vino con miel y las hojas machacadas, de un sabor entre amargo y dulzón, las contradicciones de sus sentidos crecían y crecían.

Dís estaba entonando un canto, María no sabía cuando había empezado a hacerlo pero la fusión de la música y el humo, con la canción, era casi perfecta, miró hacia el techo mientras bailaba, el sudor perlaba ya todo su cuerpo.

Se desvaneció.

viernes, 14 de octubre de 2011

El Comienzo

El resto de la reunión pasó rápido, la tensión en el ambiente era tan grande que se habló poco y finalmente cada Cábala se fue por su lado, María del Mar había seguido a Miles y compañía aunque la única que la había mirado y sonreído era Judith.

- Si quieres, puedo enseñarte las sendas de la gran canción –le dijo.

- No… gracias, creo que ya he molestado bastante a los demás.

- Son paganos, no comprenden, pero juntas quizás consigamos que vean la luz –seguía sonriente.

- Lo… pensaré.

Y siguieron caminando, en dirección al patio donde habían aparcado el coche; a lo lejos, en el horizonte, ya amanecía y María del Mar sintió como el cansancio se agolpaba de pronto.

- Y ahora… ¿qué ocurrirá?

- A casa, a descansar – Dís le tendió una especie de móvil de líneas suaves y color oscuro.

María del Mar miró el móvil y lo cogió, pero no le dijeron nada más, Judith se ofreció para llevarla a su casa, mientras que Dís se montaba en una moto y se llevaba a Haxor Ran con él, Miles cargaba con una mochila y se fue a pié.

El trayecto fue corto, María mirando por la ventanilla y asintiendo distraída a todo lo que le decía Judith, pero sin escuchar su parloteo, cuando llegaron, se bajó del coche y subió al piso, se duchó y cambió para finalmente dejarse caer sobre la cama; el cansancio se la llevó.

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El sol lucía espléndido, a mediodía la despertó su madre entre gritos y regaños por haber llegado tan tarde (o pronto, tal y como su padre se encargó de señalar entre risas para mayor exasperación de la madre).

- Y no esperes que te deje salir en una buena temporada, María.

- Deja a la niña, que ya es mayorcita para tomar sus decisiones.

- Mi techo, mis…

- Nuestro techo, nuestras normas- La interrumpió.

- ¿Cómo puedes…?

El padre suspiró y cuando su esposa se fue airada hacia la cocina a terminar de preparar la comida le guiñó un ojo a su hija.

- ¿Ya has decidido que quieres estudiar, María?

- No, papá, la verdad es que no…

- Bueno, aun tienes un par de meses, pero no te duermas en los laureles.

- Sí, papá.

- Y ¿qué? ¿Algún chico en mente? – Sonrió pícaro.

- N-no, no, para nada. – Insegura, recordando el vivido sueño de la noche anterior, se estremeció

La risa de su padre la reconfortó.

- ¿Qué planes tienes para hoy?

- Playa, papá.

- Vas a acabar poniéndote negra.

Ahora el turno de la risa le tocó a María.

Cerca de una hora más tarde, cuando de la cocina salía ya un intenso y sabroso aroma, llegó su hermano, Toni, con su mujer a la que se le notaba ya el embarazo y la comida transcurría sin novedad.

Entonces, de algún lugar de la casa, una música estridente empezó a sonar, cada vez mas fuerte.

- ¿Qué demonios es eso? – preguntó la madre irritada.

- Devil’s Dance Floor – dijo Toni – María, no sabía que tus gustos musicales hubieran mejorado tanto últimamente.

- Si yo no… - Pero la música venía de su habitación, se levantó y fue corriendo hasta la fuente del sonido, el móvil que le diera Dís, el desánimo la ganó.

Una vez más, cuando creía que todo había sido un mal sueño algo aparecía para devolverla a la realidad, al que había sido atacada por un vampiro y que se había convertido en maga… era una locura, seguía creyendo que era una locura… pero una locura real.

- ¿Sí? – María contestó, con resignación, a la llamada.

- Soy Dís, esta tarde, a las cinco, nos vemos en los jardines de La Misericordia, tenemos cosas que hablar.

Y colgó sin darle tiempo a María de protestar ni decir nada, se quedó atónita mirando el teléfono un buen rato, era táctil aunque bastante diferente de los que había en el mercado, tenía el tamaño de la palma de su mano, mientras trasteaba se dio cuenta de que tenía mil utilidades y que tardaría semanas en saber que llevaba exactamente. Tampoco ponía que marca era. Al final se lo guardó en el bolsillo, su madre volvía a gritar para que se sentara a la mesa.

- Toni, ¿Podrás llevarme luego a La Misericordia?

- ¿Pero no te ibas a la playa? – preguntó su padre.

- Cambio de planes…

- Nueva música, una llamada y cambio de planes… ¿Algo que contarnos? – Toni sólo se burlaba de ella, pero si supiera…

- No… Nada.

Pero estuvo ausente el resto de la comida y Toni la miraba con cierta preocupación, aunque como siempre hacía, respetó su silencio, al fin y al cabo, María siempre acababa por contárselo todo a su hermano, pero cuando ella estaba lista para hacerlo.

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Allí estaban todos, Miles y Dís, con sus gafas oscuras, impasibles, Haxor Ran le dedicó una mirada de desprecio, Judith sonreía, como siempre. Estaban sentados en uno de los bancos bajo el enorme ficus que era el orgullo de esos jardines.

- Bien, ahora que ya estamos todos, vamos a dar la “bienvenida” a nuestra última y esperada incorporación. – Miles exudaba sarcasmo con cada palabra.

María bajó la mirada hasta el suelo y suspiró entristecida.

- Nosotros formamos la cábala Exiliados, nuestra cábala recogió originalmente a varios supervivientes de las capillas que la tecnocracia ha destruido a lo largo del último año. Por ahora no tenemos más remedio que aceptarte en Exiliados, al igual que a Judith. Si quieres demostrar que realmente eres digna de estar con nosotros vas a tener que ganarte nuestro respeto y confianza.

- ¿Quién me enseñará a hacer magia?

- Yo puedo enseñarte, la gran Canción te ha traído a nosotros, me sentiría honrada si pudiera agradecérselo guiándote por sus caminos – Judith no perdía nunca la sonrisa. – El Coro Celestial siempre abre sus brazos a los nuevos Despertados.

- Preferiría que me enseñara Miles…

- Ni lo sueñes. – Miles, con contundencia.

- Yo tampoco te enseñaré, no pareces muy ducha en la informática así que no nos sirves a los Adeptos Virtuales. – Dijo Haxor Ran

Dís los miró uno a uno y luego se centró en María del Mar, mirándola a los ojos durante largo rato, se había quitado por primera vez las gafas de sol dejando al descubierto dos ojos de un azul pálido, casi cristalino y que no parecían capaces de expresar ningún sentimiento, eran perturbadores, pero pese a todo María le sostuvo la mirada y sintió como si estuviera hurgando en su mente y en su corazón.

- Tienes madera de Euthanatos, lo veo en tu alma – arrastraba la lengua mientras hablaba – Estoy dispuesto a enseñarte.

Dís tenía un aspecto inquietante, no cuadraba con el resto de miembros de la Cábala, era de esas personas que si la ves por la calle cambias de acera sólo para no tener que cruzarte con él, alto, pálido, amenazador, siempre inexpresivo e impasible. María lo miró largo tiempo, Dís no parecía de aquellos que sintieran miedo, ni de los que se dejan llevar por los sentimientos, parecía de aquellos que hacen lo que tienen que hacer, porque es lo correcto y anheló ser así, odiaba su propia cobardía, quería ser fuerte, el miedo la había atenazado tantas veces…

- Seré una Euthanatos - María pudo ver como Judith apretaba los puños durante unos momentos, desparecida su sonrisa sempiterna, hasta que recuperó la compostura.

- Bienvenida a Exiliados – Dís esbozó una levísima sonrisa durante unos instantes.

- ¿Estas seguro, Dís? – Haxor Ran parecía realmente sorprendida, Dís se limitó a ponerse de nuevo las gafas.

- Mañana empezaremos con tu adiestramiento, ve pensando tu alias, ya va siendo hora de que escojas el nombre por el que quieras ser conocida. – Concluyó Dís.

martes, 11 de octubre de 2011

No tientes tu suerte

María del Mar estaba mareada.

- Todo eso… es imposible… habría pruebas, restos…

- La tecnocracia hace bien su trabajo, han conseguido que el condicionamiento abarque a casi toda la población y que además sean los propios durmientes los que sigan condicionándose unos a otros. Mírate, has visto y hecho magia hace apenas unas horas y aun así te niegas a creerlo. –Miles seguía hablando con suavidad – Pero en el fondo lo sabes, sólo tienes que aceptarlo.

- ¿Y qué puedo hacer ahora?

- Por desgracia las batallas continúan, aunque se libren de formas muy distintas, acabas de entrar de lleno en un mundo hostil y peligroso, sin conocer nada de él, sin guía ni protección y te ves en la tesitura de elegir entre bandos que ni sabías que existían, lo único que puedo decirte, y no es algo agradable, es que la decisión que tomes te afectará el resto de tu vida, debes ser cauta.

Sonaron varios golpes en la puerta, enérgicos, y luego se abrió, un hombre, de unos cuarenta años, perfectamente arreglado, impoluto, y con un extraño brillo tenue a su alrededor apareció tras la puerta.

- Arjon ha convocado concilio para conocer a la nueva despertada y decidir su futuro- y tal como había llegado se fue.

María del Mar estaba algo aturdida y miró a Miles en busca de una explicación, pero el aún miraba hacia la puerta, apretando las mandíbulas y cerrados los puños, los nudillos estaban blancos.

- Es cosa tuya, ¿verdad? –se dirigía a Judith, quien solo mantenía una sonrisa deslumbrante.

- Hay que darse prisa, Arjon nos ha convocado.

- Adelantaos, yo ahora iré con la chica.

Judith entrecerró un poco los ojos, pero obedeció, al poco la siguieron el impasible Dís y Haxor Ran, ésta murmurando por lo bajo improperios.

Una vez solos, Miles suspiró:

- Esto no estaba previsto, no te dejes intimidar, no dejes que decidan por ti, eres tú y solo tú quien decidirá.

- Quiero ser uno de vosotros… creo.

Miles esbozó una leve sonrisa.

- Puede que te arrepientas, novata, somos los vencidos. –Se ajustó de nuevo las gafas de sol- Adelante.

La guió por varios pasillos, decorados con un gusto muy clásico, hasta unas puertas de roble, dobles, tachonadas, que daban a una antecámara.

- Demasiado precipitado – Murmuró Miles- A ver con que no sale esta vez. Espera aquí, esto puede llevar un buen rato.

En efecto, el tiempo pasaba y no la llamaban, para matar el rato se fijó en los detalles de la antecámara. Era una sala cuadrada, de techos muy altos, con una única lámpara de cristales en el techo, justo en el centro, las paredes estaban empapeladas de tal manera que parecían de terciopelo rojo, con líneas de un tono más brillante, hasta media altura, la parte inferior estaba forrada con madera vieja, de color marrón oscuro. Los asientos le recordaban a los que aparecían en las películas de los mosqueteros, en los palacios de los reyes y nobles franceses, estampados con flores sobre fondo blanco… bastante antiestéticos a decir verdad. Una planta en cada rincón de la sala, de una especie de la que no conocía el nombre y allá arriba los moldes de yeso remataban la parte alta de las paredes con formas de águilas de dos cabezas.

No supo decir cuánto tiempo estuvo esperando, quizás horas, quizás minutos, pero se le había hecho eterno. Finalmente las puertas se abrieron y dejaron a la vista lo que había detrás. Le recordaba mucho a una iglesia, era una sala rectangular, alargada, con columnas que sostenían un techo abovedado, las decoraciones eran simples y muy lisas. En la punta contraria había un estrado con una mesa que impedía ver la mitad inferior del cuerpo de los que ahí se sentaban. Mesas iguales pero sin estrados se alzaban a los lados, un poco más cerca de ella. Lo que era la nave central estaba despejada salvo por una silla justo en el centro, a la que se dirigió, cohibida, María del Mar, aunque no se sentó una vez estuvo al lado de la silla.

- Quiero hacer constar, nuevamente, lo irregular de éste concilio- La voz de Miles retumbó en la sala cargada de ira contenida mientras las puertas se cerraban… ¡¿solas?!- La chica aun no ha terminado de asumir la nueva realidad y no esta capacitada para decidir.

- Precisamente por esta incapacidad es este concilio- La voz pertenecía al hombre que se sentaba en el centro de la mesa del estrado, a sus lados se sentaban cuatro hombres, dos a cada lado, todos vestían de forma parecida, bien arreglados con traje, todos afeitados y con el pelo bien corto, justo a la izquierda de el del centro estaba el que los había llamado a Concilio antes.- Es nuestro deber asegurar que los recién despertados reciben las atenciones correctas y apropiadas.

- No eres tú, Arjon, el que debe decidir qué camino va a seguir, sino ella misma – La rabia de la voz de Miles seguía siendo contenida, pero parecía que a duras penas.

Arjon era un hombre mayor, como casi todos los de su mesa, rondaba los sesenta años, aunque el del extremo derecho debía tener noventa años al menos.

- Yo quiero aprender… - La voz de María le temblaba, estaba nerviosa y tenía miedo, ni siquiera sabía porque estaba hablando.

- ¿Quieres aprender de las tradiciones? – Arjón clavó la mirada en la joven.

- S-si…

- ¿Ves, Miles? Ya ha decidido y por ello decreto que forme parte de vuestra cábala para mayor gloria del Uno –Sentenció con firmeza dando por zanjado el asunto.

Haxor Ran se levantó airada de su sitio.

- ¡No tienes derecho!

Miles la acalló con un gesto, haciendo que se sentara. Miles se sentaba en el centro de la mesa, a su derecha estaba Haxor Ran, a su izquierda Dís, en el extremo derecho Judith, el otro extremo estaba vacío.

- Según los estatutos de la capilla cada cábala decide internamente su propia composición, sin que las otras cábalas puedan influir en ello.

- Lo sé Miles, pero eso es en el caso de las cábalas de pleno derecho, la vuestra es Peregrina, además, como bien sabes se estipula que el tamaño máximo de las cábalas es de cinco miembros y tanto la cábala Regente como la Cábala Fiducia están completas, además de que nuestras dos cábalas tienen prohibido el ingreso de mujeres.

- Ya nos endosasteis a Judith con ése argumento, propongo que creen una cábala propia y así la voluntad de nuestra cábala se verá cumplida en virtud de nuestro derecho a decidir quién la compone, Arjon.

- Para crear cábalas nuevas se necesitan tres magos, es imposible.

- Puede alguno de vuestros devotos compañeros opte por ser el tercer miembro, para que se pueda crear dicha cábala – Miles estaba en completa tensión y en cada palabra se podía adivinar desprecio, casi incluso odio.

- Nuestras cábalas son inmutables, no cederemos a ningún miembro y reitero, vuestra Cábala es Peregrina, acatará la decisión del Regente y punto. La chica pertenecerá a vuestra cábala. – A diferencia de Miles, Arjon mostraba su ira abiertamente, sin intentar disimularla. – Judith se encargará de adiestrarla ya que esta claro que no lo haréis vosotros.

- Alto ahí, Arjon, la relación maestro aprendiz se establece libremente entre ambos, así mismo, la chica podría decidir no pertenecer a nuestra capilla, piensa que hay otra más en esta isla.

- Ésa capilla de depravación y hedonismo la echaría a perder si es que no la matan en alguno de sus sangrientos rituales paganos - explotó el que se sentaba a la izquierda de Arjon.

- Yo… creo que quiero quedarme en esta… - musitó María del Mar, haciendo que Arjon sonriera triunfante. María se aferraba a los que hacía unas horas la habían salvado y le habían empezado a explicar lo que necesitaba saber, pero tuvo la sensación de que acababa de ganarse la antipatía de Miles y Haxor Ran, de Dís era difícil saberlo, permanecía inexpresivo y en silencio.

- Decidido entonces, pequeña, Judith te…

- No decidirás a su maestro por ella, Arjon –Miles ahora sí dejaba brotar el enfado mientras hablaba, interrumpiendo a Arjon y provocando que el rostro del hombre se ensombreciera.

Una brisa de origen desconocido rodeaba a Miles y movía las vestiduras y el pelo de los que se sentaban cerca de él, su aspecto era temible, a María le habría gustado ver lo que reflejaban los ojos del mago, pero las gafas oscuras seguían ocultándolos.

- Ha quedado claro que vosotros no…

- No tientes tu suerte, Arjon. –Miles, amenazador, había interrumpido por segunda vez a Arjon, pero ésta vez Arjon tragó saliva disimuladamente.

viernes, 7 de octubre de 2011

Trucos para niños... que cambian el mundo

- Estarás de broma, ¿no? – medio riéndose María del Mar- Evidentemente que no, no son mas que trucos para embelesar a los niños...

- ¿Entonces como explicas lo que ha pasado? – Miles, con suavidad mientras se ajustaba las gafas de sol.

- Me… me habrán drogado, seguro que me habréis puesto algo en la bebida

- Claro, no tenemos nada mejor que hacer que poner cosas en la bebida de gente que no está ni en el mismo sitio que nosotros, fastidiándonos encima nuestro rato de diversión teniendo que cargar a una niña traumatizada hasta nuestro propio refugio para vete a saber qué. – Haxor Ran no parecía muy contenta.

María del Mar se quedó en silencio, la cabeza aun le dolía pero el zumbido había remitido bastante, aun así solo con pensar en el callejón ganaba fuerza, se le erizaba el pelo de la nuca y escalofríos ocasionales recorrían todo su cuerpo. Sabía que no le habían puesto nada en la bebida, sabía que no podía explicar lo ocurrido, pero seguro que había una explicación.

- ¿una bolsa de gas…?

- Que ha estallado justo cuando ese Vampiro iba a morder tu bonito cuello, una casualidad muy afortunada. – Haxor Ran no parecía que le fuera a dar tregua.

Los colmillos, sólo recordaba los colmillos, amenazadores, prestos para atacar, rememoró las sensaciones en ese instante, el miedo, la ira, la desesperación… empezó a temblar descontroladamente, pero también evocó el momento de serenidad que había sentido justo antes de la explosión, ése momento de paz y seguridad absoluta.

- Acéptalo, esa explosión fue cosa tuya.

María de Mar aun no sabía que creer.

- Pero… ¿porqué yo? ¿Porqué ahora? ¿Cómo es posible? ¿Porqué …?

- Poco a poco, tenemos tiempo, pese a que ahora empiezas a aceptar el hecho de que el mundo puede que no sea como creías, tendremos que ir venciendo todas las limitaciones y barreras que has y han puesto en tu mente, hoy te contaremos cosas que no podrás creerte, por el momento, pero con el tiempo y el adiestramiento adecuados tus capacidades se desarrollarán y las controlarás a voluntad. – Miles le tendió una taza de Té, María no se había dado cuenta de cuando la habían preparado.

“No se trata de que seas una elegida, todos los hombres y mujeres nacen con la capacidad de hacer magia, solo que la mayoría de ellos no son conscientes del mundo que les rodea, nosotros los llamamos durmientes, pues su potencial está sumido en un profundo sueño.

Unos pocos de entre los hombres despiertan a la realidad, puede ser por mil motivos, algunos despiertan gracias a un sueño, o a que han aprendido algo o resuelto alguna situación o enigma especialmente complejos, otros se debe a sucesos traumáticos, algunas veces violentos.

No hay una manera específica para despertar, pero sí un punto común. Despertamos cuando el velo de la realidad se rasga ante nuestros ojos, despertamos cuando asumimos que podemos cambiar el mundo que nos rodea y que podemos hacerlo por pura y simple fuerza de voluntad.

Esto ha sido así desde los albores de la humanidad, los cuentos, fabulas, mitos y leyendas están repletos de historias de magos, brujos y héroes, pero al principio los magos iban cada uno por su lado, a medida que pasaba el tiempo se fueron encontrando, se transmitieron sus ideas y conocimientos, fueron creando diferentes estilos de magia e innovaron.

Sí, Innovaron, detrás de cada gran invento, detrás de cada revolución, está el ingenio de un mago, los magos somos fuerzas del cambio, de la innovación, nuestra creatividad puede explorar rincones que la de los durmientes apenas puede soñar… porque nosotros sabemos que cualquier cosa que imaginemos, con la dedicación debida y la suficiente fuerza de voluntad, puede ser hecha realidad, esa seguridad en nosotros mismos nos da ventaja y aunque es verdad que entre los durmientes hay también grandes genios, no son ni de cerca, comparables al potencial de un mago.

Como iba diciendo, en la antigüedad los magos empezaron a agruparse y a menudo a competir entre sí, estallaron guerras, se alzaron y se destruyeron naciones al son de la competencia de los magos, muchos en su arrogancia invocaron seres más allá de sus capacidades y la oscuridad se cernía allá donde la civilización no llegaba.

El pueblo nos temía y lo hacía con motivo, en la edad media la situación puede decirse que llegó a un punto insostenible, se multiplicaron las guerras entre magos y los horrores que se invocaban, unos usaban la religión para justificar sus actos, otros utilizaban la superstición pero al final quien lo sufría eran los durmientes. En ésa época éramos los buenos, ganábamos todas las guerras y manipulábamos la historia según nos convenía, desatamos pestes y otras epidemias, causamos hambrunas y la guerra asoló las tierras.

Hubo un grupo de magos que empezaron a preocuparse por los durmientes, decidieron que querían un mundo mas seguro para ellos, en el que la vida fuera mas fácil, y para ello decidieron utilizar la razón, usaron su magia para crear ingenios que facilitaran la vida no sólo a los magos, sino sobre todo a los durmientes y empezaron a explicar el mundo a través de leyes, leyes que afectaban a todos, se hacían llamar la Orden de la Razón.

La orden de la Razón, a medida que avanzaba el tiempo, empezó a ganarse la simpatía de los durmientes, quienes sin saberlo les estaban confiriendo la fuerza, la Orden decidió que los otros magos éramos un peligro para la humanidad, y tampoco se alejaban tanto de la realidad, y por tanto empezaron a perseguirnos.

Los nuestros se sentían confiados de su propio poder y siguieron luchando como siempre lo habían hecho, en grupos pequeños y sin coordinación, la orden en cambio luchaba muy bien organizada y con sus ingenios ganaron terreno.

Perdimos, la guerra la llamaron “La guerra de la Ascensión” en la que el objetivo final era ver quién tenía razón, quien obtendría el dominio del Paradigma”

- ¿Paradigma? – María del Mar intentaba asimilar toda esa información, aunque no era fácil.

- El Paradigma es, por decirlo de alguna manera, la creencia que la realidad es de una manera concreta o determinada, si todo el mundo cree que la gravedad es una ley de la física, la realidad se ajusta a esa creencia, como te he dicho, todos los hombres pueden hacer magia, incluso los durmientes, puesto que millones de durmientes si creen fervientemente en algo consiguen que ese algo sea realidad. La magia es una cuestión de Voluntad, ya te lo he dicho.

“La guerra era para dirimir cual sería el paradigma dominante, lo que los magos tradicionales no supieron ver era que la orden de la razón contaba con el apoyo inconsciente de los durmientes y que desde ése momento la guerra estaba ya perdida.

Cayeron muchos magos antes de que los magos de estilo antiguo decidieran organizarse, agrupándose primero según sus estilos de magia y luego los diferentes estilos se organizaron en el concilio de las tradiciones, era ya tarde, muy tarde.

Al final la orden de la razón se convirtió en la tecnocracia y puso en desbandada a las tradiciones, alzándose con la victoria y expandiendo su forma de ver el mundo. Las tradiciones habíamos perdido por nuestro orgullo y arrogancia… y en cierta manera ahora el mundo era mejor, mas seguro. Pero la tecnocracia decidió que los hombres necesitaban ser pastoreados, que ellos eran el tutor para llevar a la humanidad a la iluminación.

Nos han quitado la capacidad de decidir por nosotros mismos, las masas entontizadas se dedican a mirar la televisión y ha hacer todos lo mismo, como borregos, hasta el punto de que incluso a la tecnocracia ahora les cuesta añadir cambios. Su Prógromo, o plan estratégico para la humanidad, ha conseguido borrar del recuerdo a la magia, ha conseguido que todos crean en cosas similares y ha conseguido que la humanidad se estanque, antes se admiraba a filosofos y artistas, por su ingenio y su capacidad, ahora se admira a deportistas y a basura que hacen llamar a lo que hacen “arte”. La gente es feliz, tienen su sofá, su tele y se pueden atiborrar a palomitas y refrescos, viviendo una vida patética, sin pena ni gloria, sin sueños ni aspiraciones.

Lo que la tecnocracia no entiende es que lo que se estanca, se destruye, y la humanidad se está estancando. Los pocos que quedamos de las tradiciones ya no intentamos ganar la guerra, intentamos que la gente, que los durmientes, vean que hay algo más, que crean en que pueden decidir el curso de sus propias existencias. Nosotros no vamos a decirte que te unas a nosotros o que te unas a la tecnocracia, puedes escoger no unirte a nadie, esa es tu decisión."

martes, 4 de octubre de 2011

¿Crees en la Magia?

Dís la había alzado sin ninguna dificultad, pese a estar delgado y pálido a niveles que hacían pensar que padecía alguna enfermedad, era fuerte y robusto. María del Mar aun estaba en estado de shock, dejó que la levantara sin gritar, ni oponerse, tenía la mirada clavada en el montón de cenizas que antes había sido ése ser.

La llevaron hacia un coche que estaba al ralentí justo delante del callejón, dentro había una chica de unos 20 años, de facciones anodinas, ojos marrones, llena de pecas y con un pelo pajizo y con aspecto áspero.

- Ya era hora… - miró como colocaban a María del mar en el asiento de atrás- ¿Y esa chica?

- Ha despertado, llévanos a la capilla, tenemos muchas cosas que contarle.- Miles parecía tenso mientras hablaba con la conductora del coche.

María del Mar trataba de comprender la situación, la cabeza le zumbaba y le dolía, también le dolían los golpes y los rasguños que la explosión y la caída le habían causado.

- ¿Has traído el bálsamo?

- No, pero hay en la capilla.

- Bien.

Atravesaron varias calles durante un rato hasta llegar al casco antiguo, no se fijó en que calle se pararon, pero entraron en un gran patio de una casa señorial y dejaron ahí dentro el coche, las puertas del patio se cerraron tras ellos y María, aun como en un sueño, se dejó llevar hasta el interior de la casa, seguía sin poder entender qué estaba pasando.

La casa era mayor de lo que parecía, la guiaron por varios pasillos y escaleras hasta llegar a una sala, cuadrada, con sofás bajos y una mesilla rectangular, igualmente baja, con varios botes encima, Dís y Miles se quedaron fuera mientras las dos chicas la tumbaban y extendían un bálsamo sobre las magulladuras de María, la joven pecosa cantaba con voz suave mientras tanto y el dolor y el escozor que María sentía se fue mitigando hasta desaparecer. Finalmente, le llevaron algo de ropa.

- Me temo que no es tan bonita como la que llevabas… y probablemente te venga grande pero no tengo nada más aquí.

En efecto, le iba grande, le había traido un vestido estampado en flores pero sobraba tela por todas partes, la chica pecosa estaba bastante entrada en carnes y aquél vestido a María le quedaba ridículo, pero su ropa estaba sucia y rota, tendría que conformarse. María había aprovechado para rememorar todo lo que había pasado esa noche, había muchas cosas que no comprendía. Lo mas extraño es que no se sentía amenazada por aquellos que la habían… ¿secuestrado? No estaba segura de eso, la habían salvado… bueno, eso creía aunque no sabía muy bien de qué, de hecho solo recordaba esos colmillos escalofriantes y la explosión surgida de la nada pero que la había alejado de los colmillos. Lo demás había sido demasiado rápido, sombras y fuego.

En algún momento, Miles y Dís habían vuelto a entrar y estaban sentados, Dís sentado rígido y formando ángulos rectos mientras que Miles había cruzado las piernas sobre el sofá, ambos estaban esperando. La chica oriental se había sentado con ellos en el brazo del sofá, pero la pecosa estaba sentada en otro sofá, algo alejada. María estaba en el sofá entre la pecosa y los demás, el silencio se hizo pesado e incómodo.

- Soy M… - empezó a decir María.

- Nada de nombres, los nombres tienen poder –Miles la cortó. – a mi puedes llamarme Miles.

- ¿Miles? ¿Como Miles Davis? porque lo pronuncias mal… - dijo María sin saber muy bien porqué y sintiéndose un poco estúpida.

Miles se pasó la mano por la cara.

- Miles -itis, del Latín clásico, significa Soldado o guerrero y lo pronuncia bien – Intervino la oriental, mirando divertida el gesto de Miles – A mí llámame Haxor Ran. El blancucho es Dís.

Dís no dio muestras de sentirse insultado, ni siquiera de sentirse aludido, tanto él como Miles llevaban aun las gafas de sol puestas.

- Y yo soy Judith, Templaria del Coro Celestial. –dijo la pecosa.

- ¿cómo tengo que llamarme?

- A su debido momento escogerás un Alias… o no. – dijo Miles.

- ¿Sois los buenos?

Miles sonrió de medio lado, divertido; Judith asintió con vehemencia, Dís permaneció impasible, Haxor Ran empezó a reírse a carcajadas.

- Propiamente somos los malos, ya que son los otros los que ganaron la guerra y quien gana la guerra escribe la historia. -dijo Miles sin dejar de sonreír divertido.

- ¿Guerra? ¿qué guerra?

- Pronto lo sabrás, tenemos que ponerte al día…pero antes una pregunta ¿Crees en la Magia?