viernes, 14 de octubre de 2011

El Comienzo

El resto de la reunión pasó rápido, la tensión en el ambiente era tan grande que se habló poco y finalmente cada Cábala se fue por su lado, María del Mar había seguido a Miles y compañía aunque la única que la había mirado y sonreído era Judith.

- Si quieres, puedo enseñarte las sendas de la gran canción –le dijo.

- No… gracias, creo que ya he molestado bastante a los demás.

- Son paganos, no comprenden, pero juntas quizás consigamos que vean la luz –seguía sonriente.

- Lo… pensaré.

Y siguieron caminando, en dirección al patio donde habían aparcado el coche; a lo lejos, en el horizonte, ya amanecía y María del Mar sintió como el cansancio se agolpaba de pronto.

- Y ahora… ¿qué ocurrirá?

- A casa, a descansar – Dís le tendió una especie de móvil de líneas suaves y color oscuro.

María del Mar miró el móvil y lo cogió, pero no le dijeron nada más, Judith se ofreció para llevarla a su casa, mientras que Dís se montaba en una moto y se llevaba a Haxor Ran con él, Miles cargaba con una mochila y se fue a pié.

El trayecto fue corto, María mirando por la ventanilla y asintiendo distraída a todo lo que le decía Judith, pero sin escuchar su parloteo, cuando llegaron, se bajó del coche y subió al piso, se duchó y cambió para finalmente dejarse caer sobre la cama; el cansancio se la llevó.

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El sol lucía espléndido, a mediodía la despertó su madre entre gritos y regaños por haber llegado tan tarde (o pronto, tal y como su padre se encargó de señalar entre risas para mayor exasperación de la madre).

- Y no esperes que te deje salir en una buena temporada, María.

- Deja a la niña, que ya es mayorcita para tomar sus decisiones.

- Mi techo, mis…

- Nuestro techo, nuestras normas- La interrumpió.

- ¿Cómo puedes…?

El padre suspiró y cuando su esposa se fue airada hacia la cocina a terminar de preparar la comida le guiñó un ojo a su hija.

- ¿Ya has decidido que quieres estudiar, María?

- No, papá, la verdad es que no…

- Bueno, aun tienes un par de meses, pero no te duermas en los laureles.

- Sí, papá.

- Y ¿qué? ¿Algún chico en mente? – Sonrió pícaro.

- N-no, no, para nada. – Insegura, recordando el vivido sueño de la noche anterior, se estremeció

La risa de su padre la reconfortó.

- ¿Qué planes tienes para hoy?

- Playa, papá.

- Vas a acabar poniéndote negra.

Ahora el turno de la risa le tocó a María.

Cerca de una hora más tarde, cuando de la cocina salía ya un intenso y sabroso aroma, llegó su hermano, Toni, con su mujer a la que se le notaba ya el embarazo y la comida transcurría sin novedad.

Entonces, de algún lugar de la casa, una música estridente empezó a sonar, cada vez mas fuerte.

- ¿Qué demonios es eso? – preguntó la madre irritada.

- Devil’s Dance Floor – dijo Toni – María, no sabía que tus gustos musicales hubieran mejorado tanto últimamente.

- Si yo no… - Pero la música venía de su habitación, se levantó y fue corriendo hasta la fuente del sonido, el móvil que le diera Dís, el desánimo la ganó.

Una vez más, cuando creía que todo había sido un mal sueño algo aparecía para devolverla a la realidad, al que había sido atacada por un vampiro y que se había convertido en maga… era una locura, seguía creyendo que era una locura… pero una locura real.

- ¿Sí? – María contestó, con resignación, a la llamada.

- Soy Dís, esta tarde, a las cinco, nos vemos en los jardines de La Misericordia, tenemos cosas que hablar.

Y colgó sin darle tiempo a María de protestar ni decir nada, se quedó atónita mirando el teléfono un buen rato, era táctil aunque bastante diferente de los que había en el mercado, tenía el tamaño de la palma de su mano, mientras trasteaba se dio cuenta de que tenía mil utilidades y que tardaría semanas en saber que llevaba exactamente. Tampoco ponía que marca era. Al final se lo guardó en el bolsillo, su madre volvía a gritar para que se sentara a la mesa.

- Toni, ¿Podrás llevarme luego a La Misericordia?

- ¿Pero no te ibas a la playa? – preguntó su padre.

- Cambio de planes…

- Nueva música, una llamada y cambio de planes… ¿Algo que contarnos? – Toni sólo se burlaba de ella, pero si supiera…

- No… Nada.

Pero estuvo ausente el resto de la comida y Toni la miraba con cierta preocupación, aunque como siempre hacía, respetó su silencio, al fin y al cabo, María siempre acababa por contárselo todo a su hermano, pero cuando ella estaba lista para hacerlo.

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Allí estaban todos, Miles y Dís, con sus gafas oscuras, impasibles, Haxor Ran le dedicó una mirada de desprecio, Judith sonreía, como siempre. Estaban sentados en uno de los bancos bajo el enorme ficus que era el orgullo de esos jardines.

- Bien, ahora que ya estamos todos, vamos a dar la “bienvenida” a nuestra última y esperada incorporación. – Miles exudaba sarcasmo con cada palabra.

María bajó la mirada hasta el suelo y suspiró entristecida.

- Nosotros formamos la cábala Exiliados, nuestra cábala recogió originalmente a varios supervivientes de las capillas que la tecnocracia ha destruido a lo largo del último año. Por ahora no tenemos más remedio que aceptarte en Exiliados, al igual que a Judith. Si quieres demostrar que realmente eres digna de estar con nosotros vas a tener que ganarte nuestro respeto y confianza.

- ¿Quién me enseñará a hacer magia?

- Yo puedo enseñarte, la gran Canción te ha traído a nosotros, me sentiría honrada si pudiera agradecérselo guiándote por sus caminos – Judith no perdía nunca la sonrisa. – El Coro Celestial siempre abre sus brazos a los nuevos Despertados.

- Preferiría que me enseñara Miles…

- Ni lo sueñes. – Miles, con contundencia.

- Yo tampoco te enseñaré, no pareces muy ducha en la informática así que no nos sirves a los Adeptos Virtuales. – Dijo Haxor Ran

Dís los miró uno a uno y luego se centró en María del Mar, mirándola a los ojos durante largo rato, se había quitado por primera vez las gafas de sol dejando al descubierto dos ojos de un azul pálido, casi cristalino y que no parecían capaces de expresar ningún sentimiento, eran perturbadores, pero pese a todo María le sostuvo la mirada y sintió como si estuviera hurgando en su mente y en su corazón.

- Tienes madera de Euthanatos, lo veo en tu alma – arrastraba la lengua mientras hablaba – Estoy dispuesto a enseñarte.

Dís tenía un aspecto inquietante, no cuadraba con el resto de miembros de la Cábala, era de esas personas que si la ves por la calle cambias de acera sólo para no tener que cruzarte con él, alto, pálido, amenazador, siempre inexpresivo e impasible. María lo miró largo tiempo, Dís no parecía de aquellos que sintieran miedo, ni de los que se dejan llevar por los sentimientos, parecía de aquellos que hacen lo que tienen que hacer, porque es lo correcto y anheló ser así, odiaba su propia cobardía, quería ser fuerte, el miedo la había atenazado tantas veces…

- Seré una Euthanatos - María pudo ver como Judith apretaba los puños durante unos momentos, desparecida su sonrisa sempiterna, hasta que recuperó la compostura.

- Bienvenida a Exiliados – Dís esbozó una levísima sonrisa durante unos instantes.

- ¿Estas seguro, Dís? – Haxor Ran parecía realmente sorprendida, Dís se limitó a ponerse de nuevo las gafas.

- Mañana empezaremos con tu adiestramiento, ve pensando tu alias, ya va siendo hora de que escojas el nombre por el que quieras ser conocida. – Concluyó Dís.

5 comentarios:

  1. Euthanatos¿? joer trob que no li pega gens a sa nina però weno a veure com evoluciona.

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  2. L'esperaves Hermètica, eh?

    Sa gent es mes que allò que mostra, sa gent pot ser molt mes que allò que creu que pot ser.

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  3. Jo tambè pensaba que el seu mestre seria en Miles xD

    Ahhh, no me puc treure Flogging Molly d'es cap, jeje

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  4. Tot té una raó de ser, però Euthanatos era s'opció lógica si repassau tot lo que ha anat passant fins ara.

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