lunes, 6 de febrero de 2012

Ritos iniciáticos (y III)

María del Mar caminaba aparentemente sin rumbo por las calles, alejándose del puerto y del centro para pronto alcanzar las afueras, donde la luz era menor y se respiraba una paz aún mayor, le gustaba aquélla ciudad, tomo aire y inspiró profundamente, probablemente aquél era el primer descanso que tenía desde hacía semanas, quería disfrutarlo pero era consciente que a la mañana siguiente debían cumplir con sus obligaciones.

Dejó escapar el aire lentamente entre sus labios apenas abiertos en una sonrisa calmada… y entonces lo notó, se paró en seco y miró a su alrededor. Se riñó a si misma por un movimiento tan evidente y en apenas unas milésimas de segundo corrigió como pudo el error, se estiró tanto como pudo y siguió mirando a su alrededor, al ver un pilón de piedra ensanchó la sonrisa y fue a sentarse, fingiendo haber estado buscando un lugar donde reposar unos instantes.

Se sentía observada y aprovechando los pasos que la separaban del pilón se concentró en su entorno, no había nada evidente pero había algo allí, rememoró todo el camino desde el hotel hasta ése lugar dándose cuenta de que algo la había guiado hasta ahí con ligeros roces en las hebras de la entropía…

“Tonta, a ver cómo sales de esta” se dijo a sí misma.

Pero no era momento de lamentaciones, tenía que hacer algo y rápido, pero no sabía qué. Se sentó con estudiada lentitud y fingió que jugueteaba con el móvil mientras murmuraba los conjuros para que permitieran una visión mucho más profunda, un soplo de aire frio hizo ondear algunos mechones sueltos de su pelo y un hombre alto, bien vestido, se adentró en la calle caminando directamente hacia María del Mar.

No había un alma en toda la calle, salvo la de María del Mar, quien sin levantar la vista hacia el extraño tragó disimuladamente saliva y crispó ligeramente los dedos, donde tendría que haber el alma del extraño sólo había un vacío y una maldición capaz de alterar el destino de un ser más allá de la vida o de la muerte… y era el segundo que se encontraba ése verano sólo que ahora sabía lo que era.

- Buenas noches.

María del Mar no respondió, concentrándose en la secuencia de movimientos que tendría que ejecutar a continuación, sin cometer ni un solo error, esta vez estaba sola y en parte lo agradecía… pero si la había arrastrado hasta ahí sin que siquiera se diera cuenta debía ser alguien, o más bien algo, realmente peligroso.

El ser carraspeó, haciendo que, ahora sí, María del Mar dejara de “atender” el teléfono y lo mirara directamente a los ojos, ella sonrió afable impidiendo que cualquier sentimiento se mostrara en su rostro, él titubeó un instante.

- Eres bonita, pequeña, estas calles son peligrosas para chicas como tú.

- Las apariencias pueden engañar. – trazó estas palabras con suavidad pero con una convicción y una firmeza absolutas.

El ser sonrió.

- Me gusta ése espíritu, no hay muchas como tú.

- Lo sé.

- La noche nos ha traído a éste lugar apartado, pero es demasiado frío, ¿no crees?.

- Podría decirse que ha sido cosa del destino.

Él rió de forma atronadora.

- ¿Te apetece una copa de buen vino?

- ¿No te apetece dormir?

Le tomó desprevenido aquella frase y observo a María del Mar unos segundos mientras ella rebuscaba en su bolsa y extraía un peine elaboradamente trabajado, dónde podía observarse una combinación de metal y madera que se enroscaba con delicadeza y finura casi imposibles.

María del Mar se desenganchó las agujas de plata que aprisionaban su pelo en un moño en la parte posterior de cabeza, cayendo los rizos en una cascada azabache y empezó a pasar varias veces el peine que estiraba los rizos que rápidamente se rehacían como si no hubiera pasado por allí ningún peine. Tras varias pasadas en las que el ser observaba a María del Mar casi embelesado, María posó el peine sobre sus rodillas y se rehízo el moño, los ojos del ser siguieron los ágiles movimientos de las manos y luego se quedaron clavados en los ojos de una María del Mar sonriente y adorable, no se fijó en como ella bajaba los brazos y posaba sus manos sobre el peine.

- ¿No respondes?

- Es una pregunta… extraña.

- Parecías valiente, pero la vida debe continuar. – María se levantó ladeando ligeramente la cabeza y mostrando su cuello, el ser desvió la mirada hacia él.

- Estas llena de vida por lo que puedo ver - El ser se acercó, como aceptando la invitación. – continuemos.

María del Mar sonrió con inocencia, dejando que se acercara con lentitud. Habría sentido su aliento sobre la piel si aquél ser respirara “tres centímetros más”. El ser separó los labios mientras murmuraba algún tipo de halago débilmente, “dos centímetros”. María del Mar afianzó el peine en su mano derecha, con el mango afilado hacia afuera, “un centímetro”.

- Cálida. – Dijo él cuando sus labios rozaron la piel de María.

“Ahora”

Se quedó paralizado, apenas podía mover los ojos, ella se separó sin perder la sonrisa, el peine estaba clavado a la altura del corazón del ser.

- Como te he dicho, la vida debe continuar. –Seguía hablando con suavidad – Y me gustaría que vieras un último amanecer antes de liberarte de la maldición, pero pesas demasiado para moverte y no voy a dejarte aquí.

Los ojos del vampiro se movían de un lado a otro, frenéticos, buscando ayuda o una salida.

- Pero antes de terminar con esto… deberías saber que por muchos siglos de vida que tengas a tus espaldas, una mujer seguirá siendo mejor que tú seduciendo.

De la bolsa sacó una daga que Dís le había entregado y le bastó un solo fluido movimiento para decapitar al vampiro que quedó reducido a cenizas en apenas unos segundos. María del Mar se puso en cuclillas para recuperar su peine.

- Ahora quizás me expliquéis porque me habéis guiado hasta un vampiro, Acarya.

Dís apareció de entre las sombras perfectamente trajeado, con las manos cruzadas a la espalda y las sempiternas gafas de sol ocultando sus ojos.

- A este ritmo pronto podré considerarte Chela, Morríghan.

Dís sonrió ampliamente, como sólo solía hacerlo en su presencia y, suponía, ante otros euthanatos, siendo una tradición contestada y odiada por todos sólo entre ellos podrían mostrar cualquier cosa que no fuera un sentido del deber que rozara el fanatismo. María le devolvió la sonrisa.

- Prueba superada, a partir de mañana empezará tu entrenamiento avanzado.

3 comentarios:

  1. Buenas, publico con un día de adelanto puesto que no sé si mañana podré.

    Disfrutadlo, hacía semana que no disfrutaba tanto escribiendo un fragmento.

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  2. Uo, más historias del entrenamiento de Morríghan

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