Planear la incursión no había sido complejo ni largo, de hecho ya estaba
preparado para cuando Ulrik, el capitán de los Troll mercenarios que se acercó
a grandes zancadas hacia ellos. Era un ser colosal, de cerca de tres metros de
altura y aparentemente dos de ancho de hombros, se adivinaba una poderosa
musculatura y su piel era de color azul intenso, llevaba una larga melena liliácea
lisa y atada con un una cola de caballo, de su frente surgían dos recios
cuernos, a su espalda pendía una enorme hacha que para el troll debía ser a dos
manos, para el resto… serían necesarios dos o tres hombres fornidos para
blandirla. Llevaba puesta una armadura tachonada de cuero que dejaba libres sus
antebrazos y sus piernas a partir de las rodillas, llevaba puestas unas botas y
grebas de cuero blando.
Ulrik no era muy hablador, miraba a su alrededor siempre en estado de
alerta, su expresión era sombría y cualquiera diría que no sabía sonreir, en
contraste, parecía valorar mucho las historias que R’uya contaba. R’uya era una
fuente inagotable de histórias y anécdotas, en muchas ella misma había sido
partícipe y era difícil discernir qué era real y que exageración, sus relatos
se hilaban con tal maestría que lo difícil era dejar de escucharla, su voz era
clara y la modulaba con una perfección rara vez vista, con sus cuentos las
imágenes de lo que ocurría danzaban vivamente ante los ojos del que escuchaba.
Pea por su parte era un tanto bravucón, quizás demasiado apasionado para su
gusto, hacía gala de una valentía sin mancha e insistía que sólo había
retrocedido en el castillo para salvar a los herederos del barón.
Ulrik llevaría a sus Trolls por el norte, Pea a sus Sidhe y Sátiros por el
sur, R’uya y Alanna debían infiltrarse en el castillo y facilitar la entrada de
los demás, para ello como señal arriarían una de los nuevos estandartes que
colgaban en la fachada principal. Así pues, la parte complicada les
correspondía a ella y a R’uya y aunque Alanna estaba asustada, R’uya era puro
entusiasmo.
“La posibilidad de morir devorada viva por una docena de Redcaps hace que
esta aventura sea mucho más divertida e interesante, ¿no crees?”
Alanna la había mirado con incredulidad cuando dijo eso, pero Pea le había
dicho que “los Eshu son así”. Ante eso había que preguntarse como lo hacían
para sobrevivir a lo largo de los siglos.
Habían usado un antiguo túnel para librarse del cerco de asedio, túnel que
había discurrido bajo el bosque, más o menos en dirección al castillo, durante
varios quilómetros, una vez fuera R’uya y Alanna emprendieron el camino hacia
Chateaux du Bretesche, el castillo del Barón, iban ambas vestidas como viajeras
y se cubrían con gruesas capas de lana que pronto acumularon polvo del camino,
a sus flancos, en las profundidades del bosque, dos columnas de soldados las
escoltaban.
***
Elsa estaba confusa, realmente confusa, la habían dejado sola en la casa,
con provisiones suficientes para vivir durante meses, y con el collar que
impedía que escapara. No conseguía comprender como se arriesgaban tanto,
¿Realmente creían que no iba a intentar escapar o comunicarse con el exterior? Pero
cada vez que lo intentaba solo conseguía fracasar.
A la confusión se le añadía frustración, pues no tenía nada que hacer, las
salas mas interesantes estaban cerradas a cal y canto, alejada de sus
herramientas y equipamientos habituales se sentía como desnuda, sin poder hacer
nada.
Morríghan le había dicho que la tendrían retenida al menos un par de semanas
más, pues necesitaban ése tiempo de tranquilidad, realmente confiaba en ella,
pues era una muchacha sincera, pero dudaba sobre lo que decía pues Miles y Dís
eran bastante sombríos y luego estaba la adepta, nunca permitiría que saliera
viva de ahí, Elsa no lo habría hecho en el caso de que las tornas fueran las
opuestas.
Al final, pasados algunos días de soledad, se dedicó a la lectura de todo
lo que encontraba, aunque no había nada que pudiera considerarse útil o
comprometedor, e incluso tomó una de las espadas de la galería de entrenamiento
y se dedicó a aprender esgrima, tenía demasiadas horas libres y nada que hacer
con ellas.
***
La construcción de la vasta red de trampas, gusanos, virus, falsos rastros
y defensas en torno a la construcción de la tecnocracia estaba avanzando a un
ritmo tan frenético como podía, llevaba ya muchos días con ello y pronto
estaría listo.
Pero también era consciente de que lo único que
conseguiría era retenerlos durante unos minutos, horas como mucho, antes de que
los agentes de la tecnocracia la localizaran y acabaran con ella. Eso no la
preocupaba, en realidad sabía que acabaría de esa manera tarde o temprano,
juguetear con los límites era lo que tenía, pero no por ello dejaba de
divertirse con la idea, nadie había intentado antes algo como lo que iba a
hacer ella, cada minuto que les robara a los tecnócratas sería un minuto más
que se añadiría a su gloria, además, pretendía dejar puertas ocultas para que
otros adeptos pudieran entrar en el futuro sin ser detectados, en cierto modo
la idea de convertirse en una mártir le resultaba atractiva, eso sería mejor
aún que convertirse en Élite, la élite iba y venía, con aquello ella quería convertirse
en una leyenda y como que se llamaba Haxor Ran que lo iba a conseguir, conocer
el desenlace fatal no implicaba que por el camino no pudieras labrarte
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