viernes, 23 de diciembre de 2011

Problemas domésticos

Pea estaba mojado, a aquella hora siempre solía tomarse su baño en la charca del jardín del torreón, en el centro de la zona que los Merinitia les habían cedido días atrás, no le gustaba depender de los magos, pero sin ellos probablemente estarían muertos o aún peor… No sabían cómo había ocurrido, el feudo había sido tradicionalmente un lugar luminoso poblado por hadas luminosas, el pueblo de Missillac había sido su hogar y Chateau de Bretesche el hogar de la corte del Barón Roland.

El ataque había empezado en plena madrugada, los guardias apenas habían tenido tiempo para poner a salvo a los hijos del barón y al resto de cortesanos alojados en el castillo, él y el resto de caballeros habían tenido que ceder el castillo habitación a habitación, pasillo a pasillo. Había visto caer a muchos compañeros y finalmente al propio Barón en el salón de audiencias, a partir de ése momento todo había sido un caos, la línea de Sidhe se había roto, sólo él Pea de la Casa Fiona y Florian de la Casa Scathatch habían continuado luchando y con ellos los tres mercenarios Troll, la presión de los Redcap les había forzado a retirarse, a todos menos a Florian, que había quedado frente a la puerta defendiendo la retirada de los demás, su destino era desconocido.

Desde entonces los pocos caballeros que tenían el honor suficiente para cumplir con su deber, y los mercenarios troll, habían guiado a los hijos del Barón y a su corte al interior del bosque, hallando refugio entre los huraños magos de la torre, eran ancianos, muy ancianos, habían conocido muchas décadas, pero su comprensión de las hadas y sus habilidades en la magia feérica les habían ganado el respeto de los plebeyos del país antes del retorno de los nobles… con ellos no se habían llevado nunca bien, de hecho el padre del Barón Roland, el Barón Clemenceau, los había confinado en el bosque bajo amenaza de muerte, amenaza que Roland mantuvo y que a punto estuvo de hacer efectiva hacía cerca de 10 años cuando envió a varios Sluagh para acabar con uno de los magos que se había atrevido a salir del bosque. Ningún Sluagh volvió jamás, aunque sus voces agónicas aún podían oírse en el bosque los días ventosos.

Había sido un camino sin esperanza real, propiamente sólo querían cruzar el bosque para alcanzar las tierras de Morbihan y refugiarse en la corte de los parientes Bretones de la tiempo ha difunta Baronesa.

Al alcanzar el torreón los magos los habían acogido y les habían cedido el uso de la mayor parte del lugar, sus perseguidores se habían estrellado contra las guardas mágicas del lugar, aunque su asedio era constante, especialmente durante las noches.
Y ahora le avisaban de que una joven acababa de pasar las puertas, que las mismas puertas se habían abierto solas ante ella. Una chica a la que ni las hadas oscuras que los asediaban habían osado tocar.

Pea se secó con parsimonia, era un Fiona, los retos eran su pasión, su vida, pero no dejaban de ser agobiantes a menudo. Se vistió con su armadura de cuero y malla, cargó con su martillo a dos manos y se encaminó hacia la puerta.

La joven era hermosa, con una larga cabellera dorada, se advertía fácilmente en ella la sangre de los Sidhe. Estaba rodeada por dos de los caballeros supervivientes, guardianes de las puertas, y de los sátiros y Eshu de la corte, los hijos del Barón permanecían apartados, suspicaces, bajo el atento cuidado de su ama de cría, una Boggan risueña pero con ojeras de cansancio.

Ninguno de los magos había bajado todavía, los dos miembros de la Casa Eiluned que servían de enlace con ellos miraban desde un rincón del patio. Pea se acercó a la joven.

- Bienhallada, joven doncella, soy Pea, Senescal de Bretesche, de la casa Fiona. ¿Vos sois?

- Alanna de Carnac, Verbena.

- ¿A quién sirves?

Alanna miró con extrañeza a Pea.

- ¿En qué bando estás?

- ¿Bando? – Preguntó Alanna

Los guardianes de la puerta tenían sus manos en el pomo de la espada desde el principio, ahora habían extraído un tercio de la hoja, los mercenarios troll miraban desde la distancia.

- Guardad vuestras armas.

Era una voz suave, que denotaba confianza, pero también una edad avanzada, Alanna miró al mago dueño de la voz, encorvado se apoyaba en un bastón nudoso, la mano que sostenía el bastón era decrépita y la larga barba casi alcanzaba el suelo.

- Alanna de los verbena, los sueños hablaban de tu llegada, ven, pequeña, tu destino te aguarda.

Las hadas abrieron un pasillo para que Alanna pasara y se acercara al mago.

- Pero antes de que conozcas tu camino, necesitaremos tu ayuda para resolver algunos problemas domésticos…

2 comentarios:

  1. Magos, adas y chicas jóvenes. Esto promete sexo, digo ostias. Si eso muchas ostias.

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