martes, 27 de diciembre de 2011

La suerte está echada

Las maletas estaban ya listas, Dís, Morríghan y él mismo serían los encargados de “negociar” la alianza con la capilla de Mahón, habían conseguido deshacerse de Judith al encargarle las tareas rutinarias de la cábala, por su parte Haxor tenía bastante trabajo con lo suyo, Miles era consciente de que lo que le había pedido era prácticamente un suicidio y le había dado la posibilidad de negarse, pero ante ello se había sentido ofendida “¿Crees que no soy capaz?” le había dicho y se había marchado dando un portazo.

Ésa actitud de los Adeptos le cansaba a menudo, todos eran iguales, si les decías “es difícil” ellos siempre respondían “para ti no para mí”, servía a menudo para conseguir lo que querías de ellos, demasiado irreflexivos para darse cuenta en el primer momento de lo que implicaba la tarea que se les había encomendado, pero a menudo resultaba en problemas, se lanzaban en sus cruzadas personales, a menudo tan absurdas como extrañas, sin pensar en el futuro y mucho menos en el pasado, creyéndose en posesión del camino verdadero, inconscientes e imprudentes. También era cierto que si te ganabas la lealtad de uno, ésta era eterna.

Él mismo no podía decir que fuera mucho mejor, al fin y al cabo el silencio acentuaba sus propios defectos; más terco, más arrogante y más orgulloso, él también era imprudente ahora y se daba cuenta de ello, pero sin poderlo evitar, el viaje a Menorca iba a marcar un antes y un después, ya que una vez hicieran lo que iban a hacer, no habría marcha atrás y la supervivencia de todos iba a ser, como mínimo, compleja.

En un momento de lucidez, Miles recordó la frase que Julio César dijera cuando cruzó el Rubicón con sus legiones, dando inicio a la guerra civil “Alea Jacta est” o “la suerte está echada” apropiada para el momento aunque también se daba cuenta de que compararse con el gran estratega y político era de una soberbia inimaginable e injustificada, pero secretamente siempre había soñado con ser un héroe de leyenda y que su nombre fuera recordado, por sus gestas, a lo largo de los siglos pero aquélla era una mala época para los héroes, habían perdido y no había posibilidad alguna de victoria, sobrevivían como podían conscientes de la cercanía de su propia extinción. Desde pequeño Aequitas, el que fuera su maestro y tutor, le había hablado de los grandes magos de la orden del pasado, de cómo habían tomado el control del mundo conocido, de las luchas contra las criaturas que amenazaban a la gente… pero también de cómo la arrogancia les había llevado a su perdición.

Los herméticos lidiaban día a día con su propia arrogancia, conscientes de que dejarse llevar por ella era su propia perdición y Miles no sabía hasta qué punto se estaba dejando llevar ahora. No quería arrastrar a los otros.

Para todo esto no podía hablar con Dís, era un amigo, cierto, pero anteponía la rueda a todo lo demás, como buen Euthanatos, lo que le convertía en un amigo peligroso puesto que en cualquier momento si consideraba que eras un elemento negativo para la rueda podía eliminarte sin pestañear, peligroso y letal, aunque prudente. Desde la desaparición de Iris no tenía nadie en quién pudiera confiar realmente, Érato… aún le costaba confiar en ella, irónicamente daría su vida por ella si se presentara tal necesidad… Se froto la sien, le dolía la cabeza.

En pocos minutos Dís llegó con Morríghan en el asiento del copiloto, Miles se sentó detrás, consciente del escrutinio al que le sometía Dís con la mirada… y ahora también Morríghan, la chica aprendía rápido, demasiado rápido para su gusto, y se estaba convirtiendo en una versión femenina y más expresiva de Dís, al menos aún no había palidecido.

***

Maria del Mar había dormido bastante bien ésa noche, tras el concierto en la capilla Libertas, al menos allí se había enterado de que iba todo aquello y por las caras de unos cuantos presentes, ellos también acababan de enterarse. Había podido ver al completo a los magos de Libertas y se podía decir de ellos que eran bastante… desconcertantes.

Aquella noche Dís le había dicho que, nuevamente, observara con detenimiento todo lo que ocurriera, nada más empezar había ido a la barra y a su izquierda había un tipo un tanto extraño, evidentemente mago, aunque bastante ordinario, para su sorpresa resultó ser hermético, como Miles, pero no podían ser mas distintos el uno del otro. Cuando les llamaron a la misma mesa a todos pudo ver a los demás, uno era como Haxor y parecía que Haxor y éste congeniaban, a su manera, puede que incluso pudieran considerarse “amigos”, otro era un ruso que estuvo dándole al vodka sin parar y que parecía bastante despistado, otra no era maga, pero la trataban como a una igual, parecía una chica de lo más normal.

Los otros magos de Libertas parecían más experimentados, dos eran bastante anodinos, luego estaban El Caminante, que parecía un pordiosero que no paraba de fumar de todo menos tabaco y luego Érato, al lado de la cual se sentó Miles y qué parecían tener una complicidad más allá de la amistad.

Al levantarse, sólo tuvo que coger la maleta y esperar a que Dís llegara en coche, como siempre estuvo aleccionándola durante todo el trayecto hasta que recogieron a Miles, cuando Dís volvió al silencio que le era habitual entre extraños.

Pese a la primera impresión que daba su maestro, María había descubierto en él a una persona amable, atenta e incluso cariñosa, las lecciones habían avanzado muy rápido y ya era capaz de realizar conjuros, Dís decía que el hecho de dedicar tantas y tantas horas al día al aprendizaje y las ganas que le ponía habían hecho que avanzara mucho más rápido de lo habitual, pero ella se seguía sintiendo torpe y quería aprender más, era maravillosa la sensación que sentía cuando conjuraba algo.

Inicialmente ella no tenía que ir a Menorca, pero la idea de estar varios días sin recibir entrenamiento la había horrorizado y había insistido hasta que Dís había accedido, en casa, a sus padres, les había dicho que se iba con un par de amigas unos días a la isla y no habían puesto traba alguna, aunque le habían insistido en que decidiera ya la carrera y ella les había prometido decidirse en el plazo de dos semanas, aún tendría tiempo para matricularse, más aún a tenor de sus notas.

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