martes, 29 de noviembre de 2011

Fuerzas

La soledad pesaba como una losa sobre sus espaldas y también el miedo que derivaba del presentimiento de que algo iba a ir mal, de que todo iba a ir mal ése día. Se sorprendió espantando esos miedos irracionales pero estaba sola y la corrupción a su alrededor era manifiesta ya.

La había visto con sus propios ojos, la subversora que capturaran meses atrás, en la mesa de interrogatorios, retozando alegre mientras los interrogadores le infligían daño para que hablara, y hablaba, pedía más, y los interrogadores obedecían, hipnotizados, atacando allá donde ella les indicaba y sus superiores miraban fascinados el contorno de lacerado y pese a todo más hermoso que nunca de aquella mujer maldita.

También se dio cuenta de que ella estaba siendo observada por sus compañeros, trataba de mantener el rostro inexpresivo pero era grotesco aquello y le estaba resultando extremadamente complejo. No había conseguido hallar una manera de comunicar con la central del distrito y cada vez sus movimientos se veían más y más limitados, sin amigos ni aliados se veía abocada a acabar corrompiéndose o muriendo, ella sólo quería vivir.

La subversora la miraba constantemente, entre risas y gemidos envueltos en sangre y dolor, sentía que podía ver a través del cristal oculto, sentía los ojos de aquella aberración clavándose en los suyos y se veía obligada a poner en práctica todo lo aprendido durante años para defender su mente del asalto a la que se veía sometida.

Estaba agotada, pero permanecía firme, por el momento, finalmente la sesión de “tortura” acabó y pudo salir para ir al baño, a solas, donde vomitó. Estuvo cerca de media hora a salir de allí, cumplida su jornada y marchar hasta el piso franco, en el que llevaba sola desde hacía quizás una semana, aún así no se relajaba y mantenía todas las precauciones, tenía la sensación de que la habían dejado sola para que se confiara y bajara la guardia, eso no iba a pasar.

Llegó a la calle, ansiaba encontrar un lugar dónde se sintiera segura… algo iba mal. Miró a la fachada y la ventana de su habitación estaba abierta, ella no la había dejado abierta. Vio cómo algo salía volando de la ventana y se iba hacia el edificio de la cruz roja, donde había una sombra que estaba a punto de coger ése ¡¿libro?!

- Maldito bastardo – gritó con la voz teñida de desesperación.

La figura se desconcentró y el libro le golpeó de lleno en la cara, dejando escapar algún que otro improperio, pese al dolor del golpe cazó al vuelo el libro que se habría precipitado hasta la calle tras el golpe. La sombra se escondió justo a tiempo de los tiros que la agente del NOM empezó a realizar con su pistola reglamentaria modelo EU-X-23.2.

Ella se precipitó a la carrera encaramándose por la fachada ayudada por los brazales y las botas con los complementos de escalada. La figura se escurrió por los pasillos y ella le perseguía, tenía que recuperar su cuaderno o podía considerarse muerta, en él estaban todos los informes que había confeccionado para la central del distrito.

Los siguientes tiros se estrellaron cerca del fugitivo, pero no conseguía acertarle, debido a las idas y venidas de los pasillos.

Se detuvo en el hall, todas las puertas menos aquella por la que había entrado estaban cerradas y no había señal de que hubieran sido forzadas, sacó su detector de anormalidades e irregularidades en la realidad y lo activó. El dispositivo emitía leves pitidos indicando la ausencia de irregularidades recientes.

- Sé que estas aquí, subversor, ríndete, no tienes escapatoria.

El dispositivo pitó alocado mientras oía la risa que venía de todas partes, ella empezó a girar sobre su propio eje, buscando.

- Sal.

La risa se multiplicó incontables veces, golpeando sus sentidos, mareándola, disparó varias veces contra el mostrador, deseando que el subversor se hubiera ocultado ahí detrás, pero la risa creció.

Apuntó contra los butacones y gritó dolorida, la pistola se había calentado tanto que la lastimó y tuvo de dejarla caer al suelo. Ahí dentro había estado corriendo el aire constantemente, arremolinándose, y del centro del pequeño remolino surgió la figura de un joven que sostenía su cuaderno.

- Esta será una muy interesante lectura, mis más sinceros agradecimientos.

Ella intentó agacharse para recuperar la pistola pero era como si estuviera intentando empujar un edificio, se sentía incapaz de moverse. El joven que portaba el libro sonrió y se acercó a ella, acariciándola en la mejilla con suavidad.

- No temas, no te haremos daño por ahora, ¿verdad Dís?

- Verdad.

La voz del segundo hombre había surgido de detrás de ella, éste parecía un agente del NOM por su indumentaria, pero sabía que no era así. Resignada y deseando llorar, mantuvo su gesto impasible, no iba a darles el gusto. De un lateral surgió una joven nerviosa. El que había sido tildado como “Dís” se dirigió a la joven.

- Y aquí has tenido, por cortesía de Miles, una demostración de la esfera de fuerzas, manipulando la gravedad, la temperatura, el sonido e incluso la presión, debo admitir que hoy se ha comportado y no ha quemado ni electrocutado nada.

- No siempre lo más divertido es lo más conveniente – Sonrió Miles.

- La orden de Hermes siempre ha destacado por su habilidad con esta esfera, ¿me pregunto por qué será? – bromeó Dís.

- Es una cuestión de estilo, Dís, ¿para qué derrotar a tus enemigos silenciosamente cuando puedes derrotarlos de tal manera que el recuerdo de su humillación quede grabado para siempre en sus mentes?

- Demasiado vistoso para estos tiempos que corren.

- La sutileza la dejo para la política, en el campo de batalla no ha lugar para ella – Miles se acercó a la prisionera, mirándola a través de unas gafas de sol – No olvidarán a Lux Triumphans así como así.

1 comentario:

  1. Tus relatos molan cuando hay acción de por medio. Tienes mano para ello.

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