viernes, 2 de marzo de 2012

Reino de pesadilla (II)


En la mesas de la sala común había repartidos unos pocos parroquianos, de rostros y sombríos. Había varios Troll en un rincón, ojerosos y cansados pero altivos en una de las esquinas. Un pequeño grupo de hadas con formas y características parecidas a animales, que R’uya definió como “Pooka”, eran los únicos que parecían alegres y bulliciosos. Los demás presenten eran una mezcla de peludos Boggan y sucios Redcap.

-  Supongo que tendréis con qué pagar vuestra estancia aquí, jovencitas. – Dijo Chompick mientras miraba con avidez el laúd de R’uya.

     -  Podemos cantar, buen tabernero. – repuso esta al instante. – Siempre y cuando, las propinas sean para nosotras.

      -  Mitad y mitad. – Chompick miró, mezquino.

      -  Un tercio para ti y el resto nuestro.

      -  Eres dura negociando. –sonrió y le tendió la mano. – Hecho.

Chompick las anunció casi al instante y ellas se situaron cerca de la chimenea, sobre la que pendía un caldero con el estofado que estaban cenando los presentes. R’uya se sentó en una de las sillas más solidas que pudo encontrar y empezó a afinar el laúd mientras Alanna dejaba su equipaje y a Abdap a un lado.

Alanna se quedó de pié, junto al fuego, mentalizándose para cantar. Se atusó la melena y se colocó el vestido mientras esperaba los primeros acordes de R’uya. Abdap correteó entre los pies de las chicas y se encaramó a la chimenea para tener mejor visión.

La concurrencia fue girándose hacia la Eshu y la humana que iban a ofrecerles el espectáculo. Había destellos de lujuria en los ojos de algunos miembros del público, especialmente dirigidos hacia Alanna, por su juventud.

En el tiempo que llevaban juntas sólo habían practicado y ensayado canciones de gestas y romances para cortes nobles, no tenían ninguna canción en su repertorio ajustada a lo que se solía interpretar en una posada de aquél estilo. Pese a todo, decidieron probar con el romance de Alhir y Mreya que ya cantaran ante el Usurpador de Bretesche.

La voz bien modulada de Alanna se fundía con los precisos acordes de R’uya, quien también hacía los coros i cantaba las estrofas que correspondía a Mreya. Aquél romance contaba la historia del héroe Alhir y de su amada Mreya, era uno de los romances más antiguos que se recordaban y, por tanto, uno de los más conocidos.

La audiencia lloraba en los momentos en los que debía llorar, reía cuando debía reír y entraba en cólera cuando cantaban los combates y las desdichas. Era un romance con el que soñar y pronto Alanna se vio inmersa en las imágenes que los versos evocaban, ante todos podían ver a Alhir enfrentándose en solitario a todas las bestias que sus enemigos enviaban para separarle de su dama.

Y soñaron despiertos, más allá de las imágenes, alrededor de los presentes y de la propia Alanna la taberna cambiaba. Las sillas sobre las que se sentaban parecían ahora más robustas, las mesas más macizas e incluso el fuego de la chimenea parecía más acogedor. Abdap bailaba dando saltitos aquí y allá.

Cuando terminaron la canción con el triunfo de Alhir gracias a la intervención de Mreya cayó sobre la posada un absoluto silencio. Los Pooka permanecían insólitamente callados, los Troll miraban melancólicos el fuego, hasta los Redcap se habían mantenido en silencio. Segundos más tarde empezaron los aplausos y los vítores y las peticiones de bises.

Tocaron algunas canciones más, animadas y la última fue una canción de taberna ampliamente conocida por los presentes. Uno de los Pooka sacó de su estuche un violín y estuvo tocando piezas para bailar y cantar el resto de la noche. Alanna, R’uya y Abdap se sentaron y llenaron sus escudillas con el estofado de la chimenea.

La posada había mejorado en aspecto con la sola alegría de la gente que estaba dentro, parecía revitalizada y el ruido que generaban era considerable. Algunos de los habitantes de las casas de alrededor acudieron para averiguar el origen de aquél tumulto y se unieron, pronto estuvo llena hasta los topes y Chompick parecía el tabernero más feliz de todo el ensueño.

Pero aquello terminaría pronto, en el mismo instante en el que la puerta de la taberna tembló ante los potentes golpes de alguien que reclamaba, a voz en grito, explicaciones por aquél despliegue improcedente de alegría. Tanto R’uya como Alanna se sorprendieron al ver cómo al oír aquélla voz todos callaban asustados.

Chompick les hizo señas para que se fueran por la puerta trasera mientras gritaba un “ya va, ya va” tratando de ganar algo de tiempo. El Pooka violinista cogió por las muñecas a las dos y las arrastró casi sin darles tiempo a coger sus cosas. Abdap las siguió correteando a toda velocidad.

-          Hay tiempo de sobra para explicaciones ahora. Más tarde os lo cuento, cuando ya no estemos a salvo- les dijo el Pooka alarmando a Alanna, especialmente cuando vio que R’uya asentía y dejaba de resistirse.

-          ¿Pero qué significa esto? – Exigió saber Alanna.

-          Es un Pooka, siempre mienten cuando hablan. – respondió R’uya.

-          Es cierto, siempre decimos la verdad. – Agregó el Pooka.

-          ¿Y eso debe tranquilizarme? – Alanna intentaba liberarse de la presa del Pooka.

-          Confía en mí, luego te lo explicaré con calma. – Finalizó R’uya.

Oyeron gritos dentro de la taberna, así como varios golpes muy fuertes y el ruido de cristales rotos. Pero ellos corrían hacia la espesura de aquél tétrico bosque a toda velocidad.

Estuvieron varios minutos en aquella frenética carrera antes de que pararan para descansar. Alanna estaba sin aliento y se apoyó sobre una piedra en la que no había nieve. El Pooka se fue para “asegurarse de que si les seguían encontraran el rastro enseguida”. R’uya comprobaba que estuviera todo el equipaje y Abdap aprovechó para encaramarse a Alanna y refugiarse entre su pelo.

-          A ver – dijo Alanna con la respiración entrecortada – Explícame esto de los Pooka.

-          Son criaturas interesantes – Rió R’uya – Se trata de uno de los linajes de las hadas, todos los linajes tenemos una maldición que pesa sobre nosotros y en el caso de los Pooka es que no pueden evitar mentir. Muchas veces, especialmente entre aquellos que siguen su legado luminoso, simplemente dicen lo contrario a lo que quieren decir.

-          ¿Legado… luminoso?

-          Que verde estás en temas feéricos, Alanna. – se sorprendió R’uya – Hay hadas luminosas y hadas oscuras, somos así y es difícil cambiar de luz a oscuridad o de oscuridad a luz.

-          Es decir, hadas buenas y hadas malas.

-          No, Luminosas y Oscuras, no se trata de una división entre bien y mal, sino en visiones del mundo distintas.

-          No lo entiendo…

-          Cuando conozcas a una hada oscura lo entenderás.

Alanna se encogió de hombros al tiempo que el Pooka volvía.

-          Ya me he encargado de que puedan encontrarnos. – dijo alegremente. – Soy Guilles, del aburrido linaje de los Pooka.

Guilles era un chico de estatura media, con el pelo espeso de color rojo con mechones blancos, apenas debía rozar los veinte años. Sus rasgos eran afilados y sus pequeños ojos mostraban una viveza y una astucia fuera de la común. Mirándolo en conjunto, recordaba a un zorro.

-          Yo soy R’uya, de los Eshu y mi compañera es Alanna, una maga.

-          Y yo soy… - empezó a decir Abdap apareciendo entre el pelo de Alanna.

-          Abdap, la bola de pelo azul se llama Abdap – lo interrumpió R’uya. – Si dejas que te diga todo su nombre nos tocaran las doce aquí.

-          ¿Qué es lo que ocurre, Guilles? – Terció Alanna, intrigada.

Guilles hizo una mueca y suspiró, preparándose para contar la historia:

-          Este reino de ensueño tiene una gran solución, un Nuckelavee lo gobierna con pezuña esponjosa y todas las hadas que visteis en la taberna, y alguna más, sólo somos algunos de sus invitados de honor. – Alanna se frotó la sien – Estamos en su reino y cómo puedes imaginar, el Nuckelavee es el mejor de los reyes que me he encontrado hasta ahora. Nos trata con cariño y con él todo son risas. Personalmente creo que quiere matarnos a base de hacernos reir, ya que así el se vuelve más débil y su reino más pequeño.

“Vive en una chabola muy bonita, en el centro mismo del reino y envía a sus esbirros para comprobar que seguimos riendo. Con lo a gusto que estamos no nos queremos ir, aunque ninguno de nosotros estaría aquí si pudiera…".

-          ¿Por qué no os enfrentáis a él?

-          Es demasiado flojo para nosotros y ya sabes, no tendría ninguna oportunidad.

-          ¿No hay manera de escapar?

-          Nosotros no lo hemos intentado por ninguna de las vías posibles, así que supongo que solo queda sentarse y esperar a que nuestra alma crezca hasta explotar de alegría.

-          Alanna… - R’uya la miró sonriendo como cada vez que estaban en un lío – Creo que nos va a tocar hacer el trabajo sucio.

-          ¿Sucio? El Nuckelavee es lo más limpio que encontraréis por estos lares. – Dijo Guilles – Pero como  tengo muchas cosas más importantes que hacer, os acompañaré, parece lo más aburrido y seguro que puedo hacer.

-          Las hadas estáis locas…

-          ¿Y quien no lo está, Alanna?

2 comentarios:

  1. Un día de estos, cuando termine el romance de Alhir y Mreya, lo pondré por aquí, que lo he mencionado en varios relatos ya e incluso puesto algunos versos.

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  2. Me parto con el Pookam, muy bien conseguido jejejeje

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