Cuando Miles llegó a la sala, María estaba tumbada sobre
el altar, semidesnuda y vibrando de placer en manos de aquella mujer, sus ojos
eran vacuos, carentes de voluntad mirando sin mirar el puñal que su amante
sostenía sobre ella y que estaba a punto de arrancarle la vida. Miles frunció
el ceño, había encontrado su objetivo pero en una situación que no se esperaba.
-
Siento interrumpirte,
Iris. – Miles habló con rudeza y sus palabras resonaron en la habitación.
Iris se sobresaltó y se volvió rápidamente hacia Miles,
adoptando una postura que le recordó a la de un gato acorralado. María volvió
inmediatamente en sí, roto el hechizo, se sentía mareada y desubicada. Cuando
vio en qué estado estaba, mientras las últimas reminiscencias del placer se
desvanecían, enrojeció y se cubrió avergonzada bajo la mirada reprobadora de Miles.
-
Ya era mía, Miles. –
Iris tenía una voz sibilina – Su alma me pertenece.
-
Casi ha llegado a
pertenecerte – Repuso Miles.
María rodó para alejarse de Iris, cayendo al suelo entre
restos humanos. La sangre manchó su piel y su ropa, el hedor atacó de nuevo a
su olfato y ya no pudo contenerse más, vomitando a los pies del altar.
-
Has cambiado mucho – La
tristeza era evidente en Miles.
-
Tú, en cambio, no has
cambiado nada. – Iris usó un tono burlón. – Has entrado a sangre y fuego, sin
importarte el qué o el quién y ¿Para qué? ¿Para buscarme a mí? Antaño eso me
habría hecho muy feliz.
-
Debes pagar por tus
crímenes. – El mago recuperó la impasibilidad.
-
¿Seguro que vienes por
eso? ¿No te autoengañas para vengar a tu querida Érato? – una risa histriónica
acompañó a esas preguntas, Miles serró los dientes, apretando la mandíbula –
Parece que he dado en el blanco.
-
¿Qué te pasó, Iris?
Antes no eras así.
-
Me pasaste tú, Miles. Tú
tenías que ser mío, pero esa bruja te robó así que me he encargado de que la
bruja pague.
-
¿Has provocado tantas
muertes por simple despecho? – la rabia volvía a ganar poder en Miles.
-
¿No es acaso lo que tu
estás haciendo ahora mismo? ¿A cuántos has matado desde que has pisado este
edificio? – Iris sonreía triunfal, viendo la repentina expresión de desolación
de su interlocutor. – Te admiraba, te creía perfecto… pero al final has sido
una marioneta más en mis manos.
-
No soy ninguna
marioneta. – escupió en respuesta.
-
¿No? Habéis acabado con
los que destruyeron a mi gente gracias a que les arrebaté su perfección y los
hice actuar contra vosotros, en contra de ellos mismos. He hecho que la
tecnocracia coma de mi mano mientras seguía perdiendo su camino y finalmente he
conseguido que tú destruyas a buena parte de esta tecnocracia isleña,
habiéndote quitado todo lo que amabas y haciéndote sacrificar a tus propios
compañeros, he hecho que seas fuerte y que estés dispuesto a todo. Ahora eres
como yo, Miles. Si quieres, puedes dejar de ser marioneta y coger los hilos,
junto a mí.
-
No soy como tú, Iris –
repuso Miles, poco convencido – Yo solo quiero…
-
No sabes ni lo que
quieres, Miles. Si vienes conmigo tendrás un objetivo y a tu disposición todo
aquello que desees.
-
No… – Entrecerró los
ojos, continuó hablando sin convicción –Te mataré y acabaré así con todo esto…
-
Y quedarás aquí, solo,
con tus recuerdos y tu silencio. – Iris endulzó aún más la voz. – No, Miles,
no. Debes reconocer que lo que yo te ofrezco es mejor, pues te ofrezco la
libertad para desear lo que quieras y el poder para conseguirlo, sólo necesitas
sacrificar un alma… y aquí tenemos una que no presentaba resistencia alguna, un
alma aún pura.
Iris señaló a María, quien se arrastraba por el suelo
tratando de apartarse de los vómitos y los restos. Miles la miró ambiguamente
durante unos instantes antes de acercarse a ella. María vio aterroriza como
Miles se acercaba hacia ella, rodeado de aquella sombra que crecía a sus pies,
con los ojos llameantes y el pelo agitado por aquella brisa agorera.
Incrédula, no se resistió cuando Miles la levantó en
brazos y la llevó hacia el altar. No podía dejar de mirar los ojos de su captor,
ni siquiera cuando la dejó sobre el altar y apartó la camisa dejando el pecho
al descubierto.
-
No… - apenas tenía
fuerzas para quejarse u oponerse. – No lo hagas… por favor…
Miles acarició la mejilla de María y besó su frente,
mientras tomaba con la mano diestra el puñal de sacrificios y lo alzaba.
Una sonrisa siniestra cruzó su rostro. Se hizo el silencio más absoluto, Iris
miraba expectante y anhelante, esperando al momento en el que su labor de
corrupción se viera completada.
Ideputa eso no se hace, ahora tendré que esperar otra semana para ver el final. XD
ResponderEliminar^^
ResponderEliminarEntonces es que lo he escrito bien
un final emocionante... quedan 3 relatos