jueves, 10 de mayo de 2012

Locura (y II)


Cuando Miles llegó a la sala, María estaba tumbada sobre el altar, semidesnuda y vibrando de placer en manos de aquella mujer, sus ojos eran vacuos, carentes de voluntad mirando sin mirar el puñal que su amante sostenía sobre ella y que estaba a punto de arrancarle la vida. Miles frunció el ceño, había encontrado su objetivo pero en una situación que no se esperaba.

-          Siento interrumpirte, Iris. – Miles habló con rudeza y sus palabras resonaron en la habitación.

Iris se sobresaltó y se volvió rápidamente hacia Miles, adoptando una postura que le recordó a la de un gato acorralado. María volvió inmediatamente en sí, roto el hechizo, se sentía mareada y desubicada. Cuando vio en qué estado estaba, mientras las últimas reminiscencias del placer se desvanecían, enrojeció y se cubrió avergonzada bajo la mirada  reprobadora de Miles.

-          Ya era mía, Miles. – Iris tenía una voz sibilina – Su alma me pertenece.

-          Casi ha llegado a pertenecerte – Repuso Miles.

María rodó para alejarse de Iris, cayendo al suelo entre restos humanos. La sangre manchó su piel y su ropa, el hedor atacó de nuevo a su olfato y ya no pudo contenerse más, vomitando a los pies del altar.

-          Has cambiado mucho – La tristeza era evidente en Miles.

-          Tú, en cambio, no has cambiado nada. – Iris usó un tono burlón. – Has entrado a sangre y fuego, sin importarte el qué o el quién y ¿Para qué? ¿Para buscarme a mí? Antaño eso me habría hecho muy feliz.

-          Debes pagar por tus crímenes. – El mago recuperó la impasibilidad.

-          ¿Seguro que vienes por eso? ¿No te autoengañas para vengar a tu querida Érato? – una risa histriónica acompañó a esas preguntas, Miles serró los dientes, apretando la mandíbula – Parece que he dado en el blanco.

-          ¿Qué te pasó, Iris? Antes no eras así.

-          Me pasaste tú, Miles. Tú tenías que ser mío, pero esa bruja te robó así que me he encargado de que la bruja pague.

-          ¿Has provocado tantas muertes por simple despecho? – la rabia volvía a ganar poder en Miles.

-          ¿No es acaso lo que tu estás haciendo ahora mismo? ¿A cuántos has matado desde que has pisado este edificio? – Iris sonreía triunfal, viendo la repentina expresión de desolación de su interlocutor. – Te admiraba, te creía perfecto… pero al final has sido una marioneta más en mis manos.

-          No soy ninguna marioneta. – escupió en respuesta.

-          ¿No? Habéis acabado con los que destruyeron a mi gente gracias a que les arrebaté su perfección y los hice actuar contra vosotros, en contra de ellos mismos. He hecho que la tecnocracia coma de mi mano mientras seguía perdiendo su camino y finalmente he conseguido que tú destruyas a buena parte de esta tecnocracia isleña, habiéndote quitado todo lo que amabas y haciéndote sacrificar a tus propios compañeros, he hecho que seas fuerte y que estés dispuesto a todo. Ahora eres como yo, Miles. Si quieres, puedes dejar de ser marioneta y coger los hilos, junto a mí.

-          No soy como tú, Iris – repuso Miles, poco convencido – Yo solo quiero…

-          No sabes ni lo que quieres, Miles. Si vienes conmigo tendrás un objetivo y a tu disposición todo aquello que desees.

-          No… – Entrecerró los ojos, continuó hablando sin convicción –Te mataré y acabaré así con todo esto…

-          Y quedarás aquí, solo, con tus recuerdos y tu silencio. – Iris endulzó aún más la voz. – No, Miles, no. Debes reconocer que lo que yo te ofrezco es mejor, pues te ofrezco la libertad para desear lo que quieras y el poder para conseguirlo, sólo necesitas sacrificar un alma… y aquí tenemos una que no presentaba resistencia alguna, un alma aún pura.

Iris señaló a María, quien se arrastraba por el suelo tratando de apartarse de los vómitos y los restos. Miles la miró ambiguamente durante unos instantes antes de acercarse a ella. María vio aterroriza como Miles se acercaba hacia ella, rodeado de aquella sombra que crecía a sus pies, con los ojos llameantes y el pelo agitado por aquella brisa agorera.

Incrédula, no se resistió cuando Miles la levantó en brazos y la llevó hacia el altar. No podía dejar de mirar los ojos de su captor, ni siquiera cuando la dejó sobre el altar y apartó la camisa dejando el pecho al descubierto.

-          No… - apenas tenía fuerzas para quejarse u oponerse. – No lo hagas… por favor…

Miles acarició la mejilla de María y besó su frente, mientras tomaba con la mano diestra el puñal de sacrificios y lo alzaba. Una sonrisa siniestra cruzó su rostro. Se hizo el silencio más absoluto, Iris miraba expectante y anhelante, esperando al momento en el que su labor de corrupción se viera completada.

2 comentarios:

  1. Ideputa eso no se hace, ahora tendré que esperar otra semana para ver el final. XD

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  2. ^^

    Entonces es que lo he escrito bien

    un final emocionante... quedan 3 relatos

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