jueves, 26 de abril de 2012

Entropia (y III)


Miles escupió a un lado poniéndose a cubierto, ya no le quedaban balas y había visto como su amigo moría. Se removió inquieto, airado, en el sitio en el que estaba. Lanzó una mirada furibunda a Morríghan, quien miraba inexpresiva el cuerpo de su maestro. Se estaba poniendo en peligro.

-          ¡Vaya, vaya! ¡Miles! – Arjon hablaba a voz en grito – ¿Llegas tarde y envías a tus subordinados a hacer tu trabajo? Pero Dís, tu valedor, tu escudo, tu sostén ha muerto y nada te queda ya. Traicionado por los tuyos… ¿Qué harás ahora?

-          Tu hija también ha muerto bastardo. – Gritó Miles.

-          Por poco tiempo, la Maestra la alzará: su vida a cambio de las vuestras almas. – Arjon se rió.

Miles arrojó la pistola a los pies de Morríghan. Ella la miró, agachándose para cogerla y la apretó contra su pecho como buscando protección, cerró los ojos con fuerza

-          A tomar por culo – Miles se levantó murmuró algunos hechizos y entró en el salón.

Dirigió dos bolas de fuego consecutivas contra la mesa de Regente, que estalló en una lluvia de astillas. Varios de los magos que conformaban la cábala estaban ahora caídos y heridos, pero Arjon y Iustos estaban de pie, intactos.

-          Tú y yo tenemos un duelo pendiente, hermético. – Tronó Iustos, con aspecto grave.

Miles no respondió de inmediato, solo asintió levemente y sonrió mientras caminaba con lentitud hacia el centro de la sala, donde había grabado en la piedra un círculo de duelos tan antiguo como la propia capilla.

-          Parece que a ti, al menos, te queda un poco de honor. – Miles se posicionó, extrajo de su riñonera un pequeño cilindro metálico, plateado y con filigranas en oro.

Se había colocado en escorzo, levantando el puño izquierdo cerrado en torno al metal hasta la altura del hombro y apuntando hacia Iustos. Con un lento movimiento, rozando con la planta del pie izquierdo el suelo, lo retrasó trazando una curva y rompiendo el escorzo. A la vez, mientras cambiaba de postura para encararse a Iustos, fue bajando el brazo hasta colocarlo semioculto a su espalda. Ahora la barra de metal se había estirado y alargado hasta convertirse en una vara apta para combatir, casi tan alta como él. Iustos enseñó los dientes y enarboló un mandoble de metal burdo, adquiriendo una postura impecable entrenada durante años manteniendo la guardia baja.

Miles vestía botas militares negras y vaqueros azules, mientras que cubría su torso con una camiseta gris de manga larga. Había recogido su pelo en una cola de caballo y llevaba puestas las gafas. Iustos vestía unas sandalias mallorquinas, de tela blanca con suela de esparto, unos pantalones beige también de tela y una camisa blanca de lino. Se había rapado el pelo y ningún pelo, salvo las cejas y las pestañas, embrutecía la piel de su cabeza.
Ambos se concentraron, ofreciendo un aspecto imponente para los pocos que quedaban para mirarlos. Morríghan entró, ocultándose parcialmente tras una de las columnas. Los contendientes caminaron de lado siguiendo las líneas del círculo, sin dejar de mirarse a los ojos.

Como si lo hubieran pactado, avanzaron a la vez e intercambiaron algunos golpes antes de volver a separarse y volver sobre la línea y seguir trazando el círculo. Miles se quitó las gafas con la mano derecha y las lanzó hacia Morríghan quien las cogió al vuelo no sin sorpresa

-          ¿Así que te vas a poner serio, eh? – Por primera vez Iustos sonrió, su espada destelló mientras lanzaba el primer conjuro, liberándolo con un movimiento ascendente del acero.

El conjuro se estrelló contra la vara que Miles había usado para protegerse. Miles avanzó girando sobre sí mismo para obtener mayor inercia en el golpe mientras murmuraba un hechizo. Iustos paró el golpe, y en aquél instante surtió efecto, ampliando las vibraciones que el golpe había generado las concentró para golpear al corista con ellas.

Iustos trastabilló y retrocedió unos pasos, Miles optó por no darle tregua y avanzó golpeando a cada paso. Los movimientos eran rápidos y fluidos pero  no había en ellos la precisión que Morríghan estaba acostumbrada a ver. Miles estaba preocupado por algo. Se sorprendió a sí misma al descubrirse pensando de aquella manera. El entrenamiento de Dís surtía efecto.

Mientras seguían combatiendo María llegó a la conclusión de que la preocupación de Miles era Érato. La ignorancia de si estaba bien, mal o de si le había traicionado debilitaban la concentración, evidenciando que los sentimientos eran perjudiciales cuando la vida o la muerte estaban en juego.

El intercambio mágico, mientras tanto, estaba alcanzando su cénit. Tanto María como Arjon habían tenido que ponerse a cubierto en varias ocasiones para no ser heridos. Fuego, hielo, viento y agua corrían libremente sin llegar a dañar a ninguno de los dos pero provocando un fuego que poco a poco se fue extendiendo por la sala y el edificio.

Iustos usó artimañas una tras otra, obligando a Miles a colocarse en una posición poco ventajosa y fue golpeado por una piedra desprendida del techo durante el combate y que Iustos había estado manteniendo en el aire. Miles tuvo que apoyar una rodilla en el suelo, mareado por el repentino golpe. Iustos aprovechó esos segundos para conjurar con más calma.

Gritó y una furiosa llamarada surgió de sus manos, Miles apenas tuvo tiempo para levantar el escudo y le costó mantenerlo alzado.

Tras ello hubo unos segundos de absoluta quietud. Miles, aún con la rodilla en el suelo miraba a Iustos. Éste alzaba de nuevo la espada y avanzó hacia Miles. Apoyó la hoja en el hombro del hermético.

-          ¿Últimas palabras?

-          Sí.

-          Tú dirás- Sonrió.

Miles inclinó la cabeza, dejando salir el aire lentamente por la boca.

-          Inferno

Al principio no pasó nada, luego una llama negra y azulada  apareció flotando sobre la palma extendida de Miles. La arrojó contra Iustos mientras este retrocedía unos pasos. La llama le impactó en el pecho donde permaneció llameando y todos contuvieron la respiración. La risa de Iustos fue atronadora.

-          ¿Eso es todo?  - casi parecía decepcionado - ¿Así morirá el gran Miles? ¿Con un efecto de feria?

Iustos palmeó la llama para apagarla, pero se pego también a su mano.

-          ¿Qué demonios…?

-          Mientras pueda consumir tus reservas de quintaesencia, no te dolerá. – Miles se incorporó con ligereza.

-          ¿Y luego? – Iustos se asustó al ver como las llamas se extendían por su cuerpo y no podía apagarlas.

No fue necesario que Miles respondiera, cuanto más se extendían las llamas, más rápidamente consumían la quintaesencia, hasta que ha no encontraron más. Iustos crispó los músculos y aulló de dolor. Era un aullido largo y desesperado. Se plegó sobre sí mismo y cayó al suelo. Lentamente la piel fue ennegreciéndose y Iustos padecía fuertes espasmos por el dolor. Su grito se fue ahogando y tosió, escupiendo sangre. Las llamas se intensificaron y tras la piel fueron los músculos y los huesos lo que se consumió. En apenas unos minutos de Iustos no quedó ni siquiera la ceniza y la llama, falta de alimento desapareció en aire.

Tanto Arjon como Morríghan miraron horrorizados la escena, cómo Iustos desaparecía en la nada para luego mirar a Miles. Él se giró hacia Arjon:

-          Arjon, Septariano del Coro Celestial, Lider de la Cábala Regente y de la Capilla Harmonía. En nombre del concilio de las Nueve Tradiciones, yo, Miles, antaño conocido como Hefaistos, filius de Aequitas de la casa Tremere, Miembro de la Orden de Hermes, te acuso de prácticas infernalistas e instigar al infernalismo, traición a las Tradiciones, asesinato de magos y de colaboración con la tecnocracia. ¿Cómo te declaras?

Arjon enarcó una ceja y empezó a reírse, enajenado.

-          Herméticos, todos iguales, me hubiera gustado ver a tu maestrillo soltando discursos similares a la tecnocracia mientras le mataban. ¿Sabes? Lo mismo le habrá pasado a tu amiguita la puta, ahora mismo estará nadando en su sangre, y ¿por qué? Porque al señorito hermético le apetecía más jugar a ser el héroe que proteger a su putilla.

-          ¿Debo entender esto como una confesión? – Miles se mantuvo impertérrito, pero en su voz había matices salvajes.

-          Entiéndelo como quieras y muere. – Arjón proyectó energía en bruto hacia Miles.

Se oyó un chasquido y Miles se teleportó justo detrás de Arjon.

-          Nunca estuviste a la altura.

Miles desenvainó un puñal que llevaba oculto y agarró por el pelo a Arjon echándole la cabeza hacia atrás y dejando al descubierto el cuello.

-          Siente la justicia. – La voz de miles era sibilante y su mirada poseía una cualidad que erizó la piel a María. Era una mirada desprovista misericordia, la mirada de un loco.
El movimiento fue rápido e inevitable, la hoja del cuchillo mordió el cuello del regente y la sangré brotó a borbotones, manchando el hasta entonces impoluto traje de Arjon, quien cayó de rodillas y, lentamente, se desangró hasta morir. Sólo entonces Miles soltó el pelo a Arjon y su cuerpo sin vida cayó al suelo.

El incendio ahora ya era incontrolable. Lo habían ignorado hasta ése momento debido al combate pero ahora ya no podían seguir haciéndolo. El humo llenaba toda la capilla y se hacía cada vez más difícil respirar. Miles se encaminó hacia la salida seguido de cerca de María.

6 comentarios:

  1. Aun le queda verdad. Dime que aun le queda.

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  2. Casa Tremere... Duelistas natos... Curioso, que aún haya un representante de la misma... Aunque creo que es una casa menor la suya o algo así, nop?

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Los pocps que quedan forman parte de la confusa amalgama ex miscelanea

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