La música sonaba a todo
volumen, aumentando el dolor de cabeza de Elsa. Dís había drenado
intencionadamente gran parte de su energía y vitalidad para aparentar una
tortura prolongada. Lo había hecho de manera que no doliera ni fuera realmente
peligroso, pero desde entonces sentía nauseas y una debilidad extrema. Aquellas
horas eran en sí mismas una tortura que le recordaban a cada instante porqué
había odiado y odiaba a las tradiciones.
Pese a admitir que
aquellos subversores actuaban con una gran responsabilidad, suponían un peligro
y un descontrol. Quizás fuera posible convencer a alguno para que abrazara los
ideales de la Tecnocracia, si había la posibilidad, ella abogaría por aquella
solución. Sentía como si la estuvieran golpeando con un martillo en la cabeza.
Desorientada, desconocía cuantas horas llevaba ya así atada y sufría
desvanecimientos intermitentes.
Haxor contemplaba cómo el
ácido corroía lenta e inexorablemente todo aquello que había construido y en lo
que había trabajado desde que despertara. Por primera vez en años lloró. No
había imaginado cuan doloroso podía llegar a ser presenciar aquella escena,
pero el desconsuelo, el vacío que sentía en aquél instante iba más allá de todo
lo que había sentido jamás.
Aquellos eran sus niños,
a los que había mimado y cuidado desde el primer día. Eran su pasión y su amor.
Por primera vez en su vida se arrepentía de todo, de su orgullo y de su
testarudez. Sí, se había ido lo grande, pero el coste era excesivo como
advertía en aquél preciso instante. Mientras las lágrimas corrían el ácido dañó
el reproductor de música, emitiendo unos últimos y estridentes sonidos antes de
apagarse.
Sabía que los grupos de
asalto tecnócratas llegarían pronto. Valoró durante unos instantes nuevamente
la idea del suicidio. Rápidamente la descartó, por los mismos motivos que la
anterior vez. Le quedaban dos opciones, luchar a muerte al estilo de los
herméticos o dar uso a su plan b.
Paladeó la posibilidad de
combatir, pero ella no era una combatiente, no le gustaba combatir como un mago
tradicional, era primitivo, sucio y molesto. Ella siempre había actuado como
elemento de apoyo, los que luchaban eran Dís y Miles. Barreras defensivas,
hackear sistemas… esas eran sus funciones, pegar tiros o quemar gente no iban
con ella. Con todo decidió que aquello no sería apropiado.
Sólo le quedaba su
netbook y decidió que puestos a caer, lo haría con estilo. Se dedicó a levantar
barreras defensivas a su alrededor para poder ver a sus atacantes antes de
activar el “hard reset” que había preparado en caso de necesidad, se quedaría
en su configuración inicial, lo que en términos mundanos significaba que
borraría de forma permanente todos sus recuerdos, del primero al último. A
efectos prácticos sería como un bebé.
Aquello le resultaba
medianamente gracioso, los tecnócratas se encontrarían ante un bebé de metro y
medio que les había causado más problemas de los que se podían imaginar y no le
conseguirían sonsacar nada.
No era un gran final,
sabía que la tecnocracia la usaría como conejillo de indias, pero ya no
importaba, nada importaba.
Elsa oyó como echaban la
puerta abajo, oyó las voces de los agentes, oyó como la llamaban y la
desataban. La identificaron con rapidez, todos los agentes del NOM estaban registrados
y se requerían unas pocas células para la identificación genética.
-
¿Dónde están los captores, agente? – la pregunta era hecha con insistencia.
Elsa apuntó débilmente
hacia las escaleras y luego a un lado, hacia la biblioteca:
-
Sus… informes… mi… informe…
El agente asintió, con
dos gestos rápidos y secos dividió al su
equipo en tres grupos. El primero se dirigió a la biblioteca e inició su
inspección, el segundo permaneció con Elsa para iniciar su recuperación y retirarla
de la acción con seguridad. El tercero se encaminó escaleras arriba.
Haxor contempló con
cierta hilaridad como los comandos tecnócratas se estrellaban contra sus
barreras. Siguió riendo cuando sus disparos también se toparon con la barrera.
Aquello no duraría y ya les había provocado lo suficiente para irse con un buen
sabor de boca, al final, sería una leyenda.
Se sentó cómodamente en
la butaca y abrió su netbook. Lo había preparado previamente para que sólo
contuviera un único programa ejecutable. Introdujo el código con calculada
lentitud, arrastrando los dedos por el pequeño teclado.
42.61.67.41
Las sensación fue
extraña, no vio pasar su vida por delante de sus ojos, solo notó un creciente
vacío. Intentó recordar, pero sin saber qué. Pronto no recordaba ni qué era
recordar. Sintió cierto desaliento, pero segundos más tarde aquél concepto
había desaparecido y se acurrucó en el sillón.
Los comandos consiguieron
romper la barrera al fin e invitaron a Haxor a rendirse. El netbook cayó al
suelo y la Adepta ladeó ligeramente la cabeza mientras una baba corría desde la
comisura de sus labios. La mirada sin comprensión que les devolvió a los
comandos les hizo dudar unos instantes. Elsa vio cómo se llevaban a Haxor de la
mano, con paso vacilante y mirada perdida.
-
¿Qué haréis con ella?
-
Intentaremos obtener toda la información posible. – Respondió el jefe del
comando – A ti, Agente, también vamos a tener que interrogarte.
Elsa asintió, la habían
tumbado en una camilla portátil y ya le habían inyectado suero. Se durmió
debido al cansancio y la debilidad. Cayó en el pesado y reparador sueño del que
está exhausto.
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