¡Un saludo!
***
Bajó el telón, apenas mitigando la
exaltada ovación de los espectadores, la
protagonista se deslizó hacia el lateral, como una diva, casi flotando sobre el
entarimado. Al poco, ante la insistencia de la audiencia, tanto ella como los
demás actores salieron y saludaron, dejando que la lluvia de aplausos los inundara.
Desde su cómoda posición entre
bambalinas, el Gángrel miró
despreciativo a la Toreador, él estaba fuera de lugar, pero cumplía órdenes… y
maldita fuera la hora en que había decidido aceptar el trabajo.
Luego los actores se retiraron a sus
camerinos y el Gángrel tuvo que esperar cerca de dos horas a que la toreador se
dignara a prestarle atención, saliendo del camerino perfectamente maquillada y
enfundada en un vestido tan elegante como caro, chocando con el aspecto
desaliñado del Gángrel.
-
Bien,
¿qué quieres sabandija? – la repulsión que la Toreador sentía hacia el Gángrel
era evidente - ¿Porqué molestas a Ariadna Ferrer con tu inmunda presencia?
El Gángrel sonrió con ferocidad antes
de contestar.
-
Se
te reclama en presencia del consejo de primogenitura, princesita. – Disfrutó al
ver como Ariadna tragaba saliva, como acto reflejo.
-
¿Q-que
quiere de mi el consejo?
-
Tú
sabrás, yo tengo orden de llevarte ahí de inmediato y dudo que el tiempo que
has perdido les vaya a caer bien – Estaba disfrutando de ése momento, cuando la
presa se daba cuenta de que había dado un paso en falso.
Al fin, todo se aceleró y avanzó con
fluidez, Ariadna permaneció callada y le miraba temerosa mientras caminaban
hacia El Liceu, el lugar donde se reunía el consejo habitualmente.
Los hicieron pasar nada más llegar, lo
que contribuyó a aumentar el nerviosismo de Ariadna y el placer del Gángrel.
Repartidos y dispersos entre los
asientos del gallinero estaban los primogénitos de los siete clanes, sobre el
escenario, alto y erguido, se hallaba el príncipe Augustus, con su gesto
marcial y su vestimenta perfecta. Augustus dirigió una mirada
reprobadora a Ariadna y con un gesto los mandó colocarse cerca de él, frente al
escenario, junto a tres figuras más.
-
Bien
– Dijo Augustus con su voz templada – Tras muchas negociaciones y una espera
inapropiada tenemos aquí a todos los elegidos para la misión.
Augustus miró a los cinco vampiros que
había situados frente a él.
-
Joan
Llinàs, del clan Ventrue, Ariadna Ferrer de los Toreador, Raimon Muntaner de
los Brujah, Elsa Schmidt del Clan Tremere y finalmente Alexandre Mir de los
Gangrel. – uno a uno asintieron a medida que indicaban sus nombres – Habéis
sido escogidos por el consejo de la primogenitura para una misión de
importancia vital para los planes de la Camarilla…
***
Alexandre miró por la borda, el olor a
sal y el frescor de la noche le agradaban y le mejoraban el humor, ahora que el
silencio nocturno sólo era roto por el sonido de las olas contra el casco,
ahora que se había alejado del incesante parloteo de la toreador, pudo empezar
a admirar lo que iba a ser su nuevo hogar.
Los riscos y acantilados de las
montañas de la sierra se recortaban oscuros en la noche, podía ver las manchas
de luz de las diferentes poblaciones que se repartían entre las montañas, aquello
le molestó, pero no podía evitarlo, esperaba encontrar algún punto de
naturaleza virgen para poder instalarse en él, aunque sabía que no iba a ser
fácil.
Entrando en la bahía, la toreador
volvió para molestar con su parloteo constante y vacuo, el Brujah la miró
despectivo, pero el Ventrue revoloteaba a su alrededor, la Tremere se mantenía
tan apartada como él mismo.
Estuvo un rato meditando con respecto
a la composición de la cuadrilla, era ilógico, era un grupo que no se conocía,
con varios miembros con una evidente falta de visión de conjunto, por no hablar
de su escasa capacidad de trabajo en equipo. Aquélla era una misión suicida a
su modo de ver, desde el principio había sospechado una encerrona y un grupo
como aquél no estaba capacitado para conquistar la isla para la Camarilla. Para
cuando la Toreador se calló admirada por la visión de la catedral de la ciudad,
completamente iluminada destacándose como centro visual de la bahía y de la
ciudad, Alex ya había llegado a la conclusión de que los enviaban para morir,
mirando a los demás, le pareció que el Brujah y la Tremere habían llegado a la
misma conclusión o estaban en ello, el supuesto líder Ventrue y su supuesta
segunda al mando Toreador parecían creer que sería un paseo rápido y glamouroso
en el que no iban a tener que ensuciarse las manos, patéticos.
Minutos más tarde el barco estaba
llegando a puerto, cercano al muelle y disponiéndose a atracar, la Toreador
volvía a parlotear mientras el Ventrue asentía y añadía comentarios estúpidos
dándole cuerda a su interlocutora, eran demasiado ruidosos, pero a Alex eso ya
le venía bien, las sombras en el muelle eran demasiado profundas y el ya se
había agazapado y había sacado sus garras, con todo el cuerpo en tensión,
presto para saltar. El brujah había mostrado más inteligencia de la habitual
para su clan y se había parapetado tras
unas cajas, llevaba en la mano una pesada tubería de hierro, de la Tremere no
había rastro y no le gustó aquello. Nadie salió para atar las amarras, y aun
así la toreador y el Ventrue sólo se quejaron de lo burdo e incivilizado que
era el servicio.
Las sombras avanzaron. Pudo verlo al
oír los grititos de sorpresa de aquellos dos inútiles y ruidosos vampiros que
se suponía que les lideraban. Realmente se merecían la muerte definitiva, pero
no podía permitírsela, su muerte solo lo expondría aún mas, lo primero era
salir de ahí, después ya pasarían cuentas.
El Ventrue se colocó caballerosamente
frente a la toreador y se enfrentó a las primeras sombras que cayeron sobre cubierta.
A una señal de Alex, el Brujah y él se abalanzaron contra esas sombras
rasgándolas sin mucha dificultad.
-
¡Eran
un señuelo! – Gritó Alex, colocándose espalda contra espalda con el Brujah
esperando el verdadero asalto, notó como el Brujah se estaba empezando a poner
demasiado nervioso, eso tampoco le gustó. La Tremere seguía sin aparecer y murmuró – Esa zorra nos ha dejado en la
estacada.
El Brujah bufó y estrujó la tubería
con más fuerza.
Media docena de vampiros, medio
recubiertos de sombras con formas grotescas de tentáculos y brazos deformes los
rodearon, cayendo pesadamente sobre la cubierta, silenciosos y mortíferos. Los
ojos de Alex empezaron a brillar en un rojo antinatural y pudo ver como otros
tantos vampiros, envueltos en sombras, se habían colocado algo más apartados, a
su alrededor nuevas formas de sombras se iban formando y se acercaban
peligrosamente, aquél ataque estaba minuciosamente preparado.
-
Luchemos
contra estos salvajes, su muerte nos dará la isla – El Ventrue seguía sin ver más
allá de su propia nariz.
-
Hay
que salir de aquí y perderlos, idiota. Brujah, por la izquierda a mi señal. – Dijo Alexandre, el brujah asintió.
-
¿Cómo
osas contradecirme, perro?
-
¿Aun
no ves que esto es una maldita trampa?
El Ventrue calló, asumiendo con
excesiva lentitud la verdadera situación.
-
¡Ahora,
todos! – Alex gritó y tanto él como el Brujah se abalanzaron hacia la
izquierda, cuando saltaron por la borda hacia el muelle mientras varios tentáculos
sombríos se precipitaban hacia ellos. Sin llegar a ser tocados gracias a varios
proyectiles de sangre que los destruyeron a tiempo. “Así que la zorra se ha
colocado a una distancia prudencial…” pensó, luego arengó a los otros - ¡Venga
vosotros dos!
La toreador los había seguido casi al
instante, pero el Ventrue, heroicamente, decidió cubrir la retirada de los
demás lanzándose contra los que les rodeaban y así halló una heroica muerte
definitiva.
Al tocar el cemento del muelle
corrieron, alejándose lo más posible de las sombras que los perseguían, algunos
proyectiles de sangre más les permitieron ganar algo de distancia y rompiendo
cristaleras se abrieron camino hasta las calles, después todo fue bastante
rápido. Robaron un coche cuyo conductor, atónito, fue destrozado por algunas de
las sombras airadas que veían impotentes cómo sus presas huían, pero la paz
duró poco y fueron perseguidos a una velocidad frenética, tardaron casi una
hora en perder a sus perseguidores en el laberinto de calles de una ciudad para
ellos desconocida, durante toda la persecución permanecieron callados dejando
que Mike, el Brujah, condujera a gusto.
Consiguieron salir de la ciudad y
buscaron carreteras secundarias y fincas abandonadas hasta que, poco antes del
amanecer, encontraron una vieja “Possessió” o Caserío abandonado. Cuando se
adentraron en él vieron que salvo por los agujeros en el techo, el edificio
parecía firme y tenía un sótano espacioso, al igual que una bodega, con los
restos de grandes cubas y que les podría servir de refugio temporal. Además, a
Alex y a Mike, les resultaba especialmente agradable gracias a la cara de asco
de Ariadna, la toreador.
-
Voy
a deshacerme del coche – Mike era bastante seco y poco dado a rodeos. – luego
tenemos cosas que hablar.
-
Sin
duda – La voz de Elsa, la Tremere contrastaba por su suavidad, parecía costarle
hablar en voz alta.
-
¿Pero
tú de donde coño sales y como nos has encontrado? – Mike, nuevamente.
Elsa se acercó al Brujah y de entre su
pelo enredado sacó una monedita de hierro rojizo.
-
Hay
maneras, ahora ve, rápido, no nos conviene que nos encuentren… otra vez.
El Brujah se alejó murmurando.
***
Estaban en el sótano, entre muebles
viejos y al filo del amanecer. Se miraron unos a otros, todos sabían que la
llegada había sido un desastre, el primero de ellos ya había caído cuando se
suponía que deberían haber llegado sin hacer ruido e infiltrarse sin ser
percibidos.
-
…
Os digo que era una trampa, nos han enviado a morir, nada mejor cabría esperar
de la Camarilla, asumidlo, estamos solos – el Brujah continuaba con su diatriba
– pero nuestra soledad también es una ventaja, tenemos la oportunidad de
conquistar la isla y crear un Estado Libre Anarquista, como nuestros camaradas
de California. A la mierda la Camarilla y su esclavitud hacia los antiguos,
¡seamos Libres!
La toreador asentía, sin decir mucho,
era evidente que en aquél momento le parecía divertido y quizás entretenido ser
una rebelde anarquista, pero de alguien como ella no se podía esperar un gran
idealismo, Alex no veía en ella ni una chispa de depredador. Cuanto más la
veía, mas se preguntaba como lo habían hecho los Toreador para sobrevivir a lo
largo del tiempo. Por su parte, Alex, siempre había sentido simpatía por los
Anarquistas, no constreñían la libertad como la Camarilla, asintió levemente.
-
La
Camarilla nos ha enviado a la muerte, permanezcamos muertos para ella, es hora
de iniciar nuestro camino – El Brujah se dejaba llevar por la emoción al ver
que la audiencia parecía receptiva.
Elsa había permanecido en silencio,
sin dar muestras de sentir nada, al cabo optó por levantarse.
-
No
participaré de un grupúsculo anarquista, vosotros habéis tomado vuestra decisión,
yo la mía, permaneceré fiel a la Camarilla, mañana me iré de la cuadrilla,
suerte en vuestro empeño, supongo que tarde o temprano nos reencontraremos.
Y se marchó a un rincón donde se
dispuso a descansar, el resto sintieron cierto alivio al saber que no tendrían
que aguantar la presencia de una Tremere, Alex se sentía especialmente
contrariado por su presencia, pero también era consciente que de toda la
cuadrilla original, a parte de él mismo, era la que tenía más instinto de
depredador, a su pesar era consciente de que era una pérdida importante.